Antigua religión ahora casi extinta que proclama que el mundo es una condena en la que los seres humanos cumplen condena eterna.
El mortifiquismo es la forma de religión aceptada por el pueblo Najshet, y de la misma forma que su posición en el mundo está en decadencia, también lo está la amplitud de su religión. No obstante el pueblo Najshet suele ser muy religioso, en parte por las singularidades que esta fe propugna. Estas son tantas que es mejor exponerlas en los mismos conceptos clave.
La figura clave para entender el mortifiquismo es, de hecho, el castigo. Este vino impuesto por los dioses después de que algún tipo de forma primigenia del hombre ofendiera a los dioses. La naturaleza de esta ofensa está relacionada con el robo de un medallón.
Debido a esto, los dioses decidieron crear un lugar de castigo donde los ofensores fueron encerrados hasta que esta fuera subsanada. A este fin el mundo fue creado a partir de un excremento de escarabajo.
No obstante, Najshet, artífice de la idea del castigo eterno, y co creador del mundo, decidió tomar forma humana y observar a los humanos, como muestra de piedad y a fin de que los humanos entendieran que el castigo no era en ningún caso un capricho. Siguiendo este precepto, Najshet se reencarna una y otra vez en los herederos de su dinastía.
Los otros dos dioses del mortifiquismo, Taharda y Liana, observan el mundo desde la habitación en la que este está detenido. Conviene remarcar que estos dos dioses, pese a no tomar forma humana, no constan de categoría inferior o superior al propio Najshet.
Es conveniente señalar que dada la característica primaria de que uno de los dioses tiene forma humana y está identificado en el mundo, el mortifiquismo encaja mal en el marco del tridecadeísmo, pero sin embargo tiene una serie de características que son comunes con esta doctrina. En primer lugar, sus otros dioses son adorados en otras partes, y en segundo, aceptan y asumen la reencarnación de las almas. El motivo, por supuesto, a diferencia del resto de religiones, es continuar con el castigo hasta que Najshet, Liana y Taharda lo decidan.
La dinastía Najshet y sus sacerdotes han hecho un esfuerzo, no obstante, por adaptarse en cierta medida al mundo que les rodea. No hay que caer en la tentación de pensar que esto lo hacen por una tendencia de apertura a otras culturas, sino en cumplimiento de las leyes harrassianas. Los siguientes preceptos son aceptados debido a esta imposición:
Los dioses extranjeros existen y son reconocidos como tales. No obstante son considerados enemigos de Najshet, pues no se hicieron partícipes del castigo.
El caos existe y es indeseable. Llegará el día en el que otros dioses venzan a los propios del mortifiquismo.
Los defectos existen y son agentes del caos. Una persona se convierte en un defecto si deniega la existencia del castigo o trivializa la importancia del sufrimiento. Es de señalar que según la visión Najshet todos los extranjeros o creyentes de otras religiones están en camino de convertirse en defectos.
Los mitos Najshet están debidamente registrados. Tanto la rigidez de sus creencias como la antigüedad de sus documentos certifican que estos han permanecido inalterada desde la fundación de su cultura. Estos registros incluyen importantes mitos en relación a la vida de los descendientes de Najshet.
El medallón dorado
El motivo por el que los dioses decidieron crear el mundo como lugar de castigo está relacionado con el medallón dorado. Este objeto habría sido creado en una histórica alianza de los tres dioses y tendría importantes poderes que amplificaban los del propio usuario.
Inmediatamente después de su construcción los dioses discutieron sobre como utilizarlo, y decidieron que se turnarían en su uso, pero esta forma de reparto provocó guerras entre ellos, y una continua sensación de celos, puesto que tanto Taharda como Liana codiciaban el amor de Najshet. Esto llevó una situación tan peligrosa para todos ellos que finalmente llegaron al acuerdo de conservar el amuleto en un lugar seguro y utilizarlo solo cuando hubiera un acuerdo alcanzado por los dioses con unanimidad.
Esta situación, no obstante, no duró demasiado tiempo, pues los soldados de los dioses, viendo que perderían su forma de vida decidieron robar dicho amuleto y aprovecharon la confianza con la que contaban para quedarse con semejante objeto. Los dioses no consiguieron encontrar al culpable, y como nadie lo señaló, se enfadaron y decidieron crear el mundo a partir de un excremento e introdujeron a los hombres en dicho mundo para sufrir el castigo por su robo.
A pesar de los esfuerzos de los dioses antes y después de la creación del mundo, el amuleto nunca fue encontrado. Se dice que cuando el Najshet recupere el amuleto, podría perdonar a los hombres y acabar con su castigo en el mundo.
La guardia de Najshet
Después de Najshet tomara forma humana, tanto Liana como Taharda quedaron desoladas por su lejanía. Aunque al principio se culparon la una a la otra y lucharon con pasión, este cedió con el tiempo, y exhaustas de cansancio, bebieron agua mientras miraban al mundo.
Comprendieron entonces que Najshet era vulnerable en su forma humana, y requería de todo su apoyo. Con este fin se apresuraron en elegir partidarios leales y les entregaron la copa con la que habían dado fin a sus disputas.
Los guardias Najshet bebieron de esta copa y les fue garantizada riqueza y salud en tanto que protegieran a Najshet. No obstante una maldición entraría en su cuerpo, y si alguna vez traicionaban al dios tanto por acción u omisión, perderían la salud rápidamente y se tendrían cien reencarnaciones espantosas.
El bautizo en el río
Las diosas fuera del mundo fueron conscientes de que la forma humana de Najshet tenía muchos menos poderes que su forma divina, y particularmente estaba sujeta al envejecimiento y la muerte. Taharda, quién se ocupaba de juzgar a los muertos y decidir como se les castigaba en su siguiente reencarnación, encantó una copa que entregó a sus sacerdotes, y les ordenó que el primogénito de Najshet fuera conducido al río, donde debía recogerse agua con la copa y verterla sobre su pecho y cabeza.
La procreación entre la familia
Liana fue consciente tras la muerte de la primera encarnación humana de Najshet que su cualidad divina sufría una degeneración conforme esta se mezclaba con una simple humana, por virtuosa que fuera la dedicación de esta.
Esta situación era difícil, pues había creado una maldición que caía sobre aquellos que procreaban sus familiares y Najshet no estaba exento de esta regla, así que tuvo que crear una excepción para él.
A fin de mantener la pureza del espíritu de Najshet creó una copa que fue entregada a la segunda forma humana del dios. Si lavaba su cuerpo y el de una de sus familiares con este objeto, podía tener hijos con este sin que le afectara la maldición. De esta forma a partir del segundo Najshet es tradición que la descendencia sea llevada a cabo con una familiar con un linaje Najshet puro y demostrable.
Las manos benditas de Najshet IX
Según este curioso mito, Najshet IX decidió dar final a la tradición según la cual las tres copas sagradas se utilizaban para bendecir la creación de los guardias reales, la migración del alma de Najshet y el coito con los familiares.
Afirmó que el poder de las tres copas había sido transferido a sus manos y las de los sacerdotes, por lo que todas las tareas que antes se realizaban con ellas podían hacerse de una forma mucho más simple.
El origen de este conveniente mito podría ser muy poco prosaico. Está documentado el robo de la copa de Liana en esa época, y aunque también está documentada su recuperación, resulta ingenuo pensar que no haya una casualidad entre este robo y la decisión de dejar de usarlas. Quizá existió un robo no documentado de estos objetos divinos, o quizá decidieron no exponerse a que ocurrieran posteriores robos.
El infortunio de Najshet XIII
El décimo tercer Najshet fue casado con una bellísima descendiente del linaje, con la mala fortuna de que tuvo una hija tras otra hasta un total de trece. Najshet maldecía su suerte, especialmente porque su mujer había fallecido sin otorgarle un descendiente varón. Para colmo de desgracias, no había una mujer apropiada, así que Najshet tuvo descendencia con sus propias hijas sin conseguir éxito.
Los sacerdotes afirmaban que una maldición había caído sobre Najshet, y que era culpa de que los hombres no aceptaban el castigo, así que se incrementaron las torturas y los sacrificios hasta un nivel tan alto que los registros de ejecuciones de este periodo son mayores que todos los demás periodos juntos. Najshet tuvo trece hijas con cada una de sus hijas, y finalmente falleció sin tener un solo descendiente varón.
Finalmente los sacerdotes aceptaron que Najshet podía reencarnarse en una mujer y la mayor de ellas fue coronada, pero esta tenía miedo de sus hermanas y primas, así que las obligó a todas a hacerse sacerdotisas y formó el cuerpo de las furias.
La voz pura de Najshet VI
Según este mito, la voz de Najshet era muy pura y podía destrozar el mal. Esto no había sido un problema durante las cinco primeras reencarnaciones de este, pero en la sexta, la gente de baja estofa que escuchaba su voz sufría graves heridas, e incluso la muerte.
Los textos de ese periodo explican que la gente de baja estofa eran almas reencarnadas de personas viles que intentaban evitar el castigo en encarnaciones anteriores, y que esa impureza era lo que les provocaba la debilidad a la voz de Najshet. Este problema era importante, puesto que prácticamente toda la clase trabajadora estaba en este nivel.
Najshet VI decidió que sus reencarnaciones ya nunca se comunicarían con los trabajadores directamente, sino que lo harían a través de sus ministros y sacerdotes. Este extraño mito podría tener origen en una explicación mucho más mundana: cinco generaciones de endogamia habrían dado lugar a un descendiente probablemente subnormal que haría el ridículo cada vez que hablara, de forma que sus ministros fueran los que tomaran la decisión de apartarlo del poder. Esta visión, por supuesto, implica negar la divinidad de Najshet.
El gran incendio de Najshet XI
Según este mito, el noveno Najshet se habría enfadado muchísimo después de que su mujer fuera secuestrada y ejecutada por radicales que odiaban a la dinastía. Najshet, en su enfado, decidió castigar a todos los humanos y organizó unos inmensos incendios generalizados que se extendieron por todos los emplazamientos de la dinastía, y que dieron lugar a más muertos que ninguna plaga conocida.
Debido a que las acciones de Najshet son consideradas sagradas, las acciones posteriores tuvieron en cuenta este modelo de impartir justicia. Los encargados de administrarla no se preocupan de si hay culpabilidad o no, sino de si es peligro para el Najshet o no, y se manejan solo en el sentido de la probabilidad: si una acción puede ser peligrosa para Najshet, entonces se debe ejecutar a su perpetrador. Aún más, solo la sospecha es suficiente.
Las tumbas Najshet y la tendencia de Najshet XVII
Existe toda una costumbre Najshet según la cual los muertos deben ser enterrados con sus más preciadas posesiones y riquezas. La creencia viene establecida por el hecho de que lo dioses se fijan en estas posesiones a la hora de determinar el castigo que sufrirá en su siguiente reencarnación, pero también de la observación de que puede pasar cierto tiempo antes de la reencarnación, por lo que necesitarán estos objetos. Particularmente el cuerpo de Najshet debe ser conservado, y a este fin los órganos internos y partes blandas son guardados en vasijas cerradas, y el cuerpo es embalsamado.
Durante diez y seis Najshet esta práctica fue realizada de la forma más exagerada posible, construyendo impresionantes tumbas de enorme tamaño, pero esta práctica implicaba el empleo de grandes cantidades de guardias reales que no podían dedicarse a otras funcionalidades, y los robos ocasionales estaban bien organizados y eran muy violentos.
Esta situación llevó a que Najshet XVII decidiera que se le enterrara en una tumba subterránea secreta, y así se hizo con los que vinieron detrás de ellos.