En el último mes he estado profundizando en muchos asuntos relativos a la muerte en los juegos de rol, como han hecho muchos otros blogueros en la red con la ocasión del carrusel bloguero del mes ya cerrado. Escribí doce artículos a los que ahora pretendo dar fin con uno que está fuera de tiempo e incluso de tema, por lo que no le daré difusión como parte de dicha institución.
Una de las cosas que me vienen a la mente es que la muerte en los juegos de rol puede gustarte o no gustarte. Conozco personas que me dirán directamente: "La vida ya es bastante asquerosa, cuando juego al rol no quiero estar sintiendo más mierda, lo que quiero es sentir algo especial y distinto a lo que es la vida".
Y esto me lleva a la vida. Y a la muerte, claro, que es el fin prácticamente irremediable de la misma... y de la relación que para mí tiene con los juegos de rol. Un tema que solo trataré en superficie en este artículo, pero en el que intentaré abarcar suficientemente mi forma de ver las cosas.
Resulta que la vida se acaba. Quizá logremos elongarla mucho, tanto como "hasta el final del universo", pero incluso entonces parece que alcanzará un fin. Quedandonos en lo que tecnológicamente nos ha tocado vivir parece que además el periodo que nos toca vivir va a ser breve. "Así es la vida". Estaremos algo menos de un siglo haciendo algunas cosas, y nos largaremos.
Existen personas a las que esta perspectiva les angustia, y existen personas que ven los aspectos cotidianos de la vida y pueden vivir pensando en el corto y medio plazo sin sentir una angustia particular. En verdad es posible que estos segundos sean una mayoría, y supongo que es una característica positiva: si estuviéramos preocupándonos por "cuando inevitablemente las buenas situaciones" se van a acabar estaríamos amargados toda la vida.
Ahora bien, una cosa es "poder avanzar", y otra cosa es no pensar más que a corto plazo, y es en mi percepción done hay un pensamiento incorrecto en la mentidad usual. Creo que todos deberíamos tener en la mente que algún día nuestro cuerpo se deteriorará por el tiempo si no sufrimos algo más agudo, o directamente un accidente o agresión.
Vivimos en una sociedad en la que uno de los valores intrínsecos es la vida. Lo digo un poco con la boca pequeña, porque se dan curiosísimas excepciones como las enfermedades raras o las personas del tercer mundo. Pero estableciendo excepciones, creo que se puede decir que "vivimos en una sociedad en la que uno de los valores intrínsecos es la vida media". Y una de las consecuencias extrañas de este cuidado extraño ha sido que creemos que "eso de la muerte les ocurre a los demás".
Morir de un accidente de tráfico es poco usual. Tendemos a mirarlo con lejanía, a ser displicentes.
Morir de un sidazo es ya infrecuente, así que no estamos demasiado preocupados por la seguridad sexual.
Morir de un cáncer de piel no es común, así que el que no tiene un pariente que le ha pasado se tuesta bien al sol en la playa.
Morir de problemas cardiacos, tener la tensión descontrolada... vaya, no es nada raro. La diabetes es increíblemente frecuente, pero todos a zampar azúcar como si fuera el maná.
No pretendo fomentar la paranoia ni nada similar, solo señalar el rechazo que la sociedad occidental crea, de hecho, hacia este pensamiento.
Yo he estado más cerca de la muerte de lo que debería debido a despistes personales de lo que me gustaría reconocer. Intento protegerme en todo momento, pero los peligros están ahí, el peor de los cuales es, con cierta frecuencia, otras personas. Al menos en un par de ocasiones he estado realmente cerca de ser atropellado (ignoro en qué estado hubiera quedado) y en una ocasión quedé a merced de una persona que tenía hostilidad extrema hacia mí. Supongo que ni más ni menos lo que casi todo el mundo.
En este punto me viene a la mente una frase.
"Vive cada día como si fuera el último". La primera vez que la leí con coherencia fue en una versión de "El código del bushido". No quiero dármelas de experto en la forma de vida niponesa, pero me llamó la atención que una sociedad tan estratificada y servil (samurai viene de "servir") encajara un concepto que por entonces sonaba tan "hippy" en mi mente. Pero pensándolo bien encaja perfectamente en una sociedad en la que la muerte, de hecho, puede ocurrirte mañana y sin previo aviso. Bueno, en realidad puede ocurrir mañana y si previo aviso, pero por aquel entonces te lo podría ordenar tu señor, y tú a sacarte las tripas con buena cara.
Pero "vivir cada día como si fuera el último" no se queda en estar preparado para la muerte de una forma estoica. Es una posición vital que le plantea a uno muchas dudas. ¿He hecho lo que quería hacer? ¿Ha merecido la pena hacerlo? ¿Tengo las relaciones que quiero tener? ¿Obro de forma acorde a mis princpios? ¿Tengo unos buenos principios? ¿Estoy preocupándome por las cosas adecuadas?
No pretengo promover en absoluto un pensamiento nihista, y ni siquiera uno hedonista, y de hecho una de las cuestione que planteo es la relativa a los princpios. La coherencia con los principios es costosa, suele implicar esforzarse en tener una comprensión y en algunos casos adquirir un compromiso con la sociedad o alguna de sus partes. ¿Y qué quiero decir entonces? Que hay que actuar coherentemente, pensando en el futuro, pero también teniendo en cuenta que podemos morir mañana. Dicho de otra forma, que hay que valorar adecuadamente el corto plazo, el medio plazo y el largo plazo, y esto es muy difícil, pero si no lo hacemos nosotros alguien (o algo) toma las decisiones por nosotros.
Ann Lee, a quien no conozco, dijo
"Vive como si esperaras llegar a los cien años, pero estuvieras listo para morir mañana.". Esta frase para mí tiene mucho más significado que el que encaja en esta materia, pero encaja bien.
Por desgracia las circunstancias de muchas personas terminan imponiendo un panorama mucho más desolador. Personas que se preocupan por cosas como que les han rallado el coche o que poseen más cosas de las que serán capaces de utilizar, sumidas en una vida que les desagrada y que sobrellevan con el sentimiento positivo del consumismo. O al contrario, personas que ni siquiera optan a este consumismo y que despliegan sus energías en forma de amargadas críticas a todo lo que les rodea. No necesito escarbar demasiado para encontrar ejemplos de todo esto.
Todo esto tienen una tendencia. Gusta al que dirija (sea quien sea) porque crea una tónica en la que la gente retroalimenta el sistema, que está muy a gusto comiendo sin parar. Creo que si todos fuésemos más autocríticos con lo que somos y hacemos (a corto, medio y largo plazo) la sociedad sería otra.
Me gusta la letalidad en campaña. Los jugadores suelen tomarse en serio a sus personajes, así que me gusta decirles que si la cagan lo pagarán caro. Me gusta transmitir esa forma de pensar cruda y letal precisamente no porque sea una evasión de la realidad, sino como un complemento de la misma que explique y ensalce el valor que cada uno asigne a las cosas.
No me gusta que las personas digan "que la vida ya es bastante mala como para que el rol lo sea también". Me gusta que luchen por tener una buena vida, y que luego luchen de alguna forma por sus personajes.
Me gusta señalar que los personajes pueden perder todas sus posesiones, su dignidad, sus relaciones, su vida y su esperanza. Me gusta decirles a los jugadores que sus personajes son como ellos.
Hace poco leí en una imagen con las típicas frases hechas que quedan bien la siguiente perla del conocimiento, entre otras: "Para ser feliz, piensa menos y siente más". Supongo que tiene su contexto, pero yo diría que más bien hay que pensar más y sentir más, y que lo que hay que hacer menos es ignorar y servir.
¿En serio alguien ha llegado hasta aquí? Pues ya comenta...
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