El artículo en cuestión viene solicitado desde una conversación de dentro de la hermandad, que a su vez viene motivada desde una partida en la que un jugador observó que su mandoble se iba dañando con una facilidad tremenda. Obviamente esto va a tratar de Espada Negra, pero también un poco de la historia de las armas.
Vamos a estudiar esto de que el mandoble se parte mucho: se trata de un arma de estructura tres, que es una de las más bajas, pero además es un arma de cierto peso que exige una notable fuerza tres. Si el personaje se cansa en su chequeo de daño, arrojará seis runas, o incluso ocho si cuenta con la cualidad especial “combate a dos manos experto”, con lo que efectivamente el arma va a sufrir muchos daños.
Hay dos motivos principales por los que el mandoble cuenta con esta característica. El primer es el propio equilibrio de juego, dado que probablemente sea la mejor arma en términos de juego, pero el segundo es de lógica histórica, o incluso general. Sigamos con esto.
El mundo de Espada Negra tiene una distribución tecnológica muy irregular, pero por lo general se podría decir que atraviesa un momento bastante negativo. Cuando los jugadores de rol contemporáneos pensamos en un mandoble, tenemos nuestra visión muy condicionada por las armas de recreacionismo actual, por las películas y por la ficción en general, que nos lo pintan como un arma infalible que solo se daña en circunstancias muy particulares. Vamos a dedicarle unos párrafos a este problema de las espadas, si bien yo no soy experto en el asunto.
Espadas se han usado durante casi toda la historia conocida. Probablemente sean las armas más prácticas en términos de ergonomía y por lo tanto de posibilidades ofensivas y defensivas, pero tienen un importante problema de coste de fabricación y mantenimiento que evidentemente ha estado asociado a la tecnología de cada época. Desde las espadas de obsidiana o de hueso a las espadas de caballería, normalmente han sido armas más asociadas a la oficialidad o a la élite que a la infantería de línea, a la que se destinaban armas más económicas (aunque en ocasiones también más prácticas) como las lanzas.
Podemos fijarnos en un ejército clásico que utilizara espadas en sus tropas generales: las legiones romanas. En este caso las espadas no son para nada mandobles, ni siquiera espadas largas, sino espadas cortas. Como bien sabemos, el ejército romano estaba obsesionado con la logística (lo que no es mala práctica), y precisaba un arma fácil de reparar o de remplazar. Si hubieran podido, seguramente habrían elegido una espada más larga, pero esto no era posible.
El motivo principal es que el metal utilizado no era precisamente puro, y que la técnica de forjado tampoco era una maravilla. El hierro puro es duro, pero también muy quebradizo, y las aleaciones cutres de esa época eran maleables. O sea que las espadas fabricadas con él se doblaban.
Bueno, Slaine no es una fuente histórica...
Manejarse con armas de calidad miserable es jodido, así que es mucho mejor hacerlo con armas cortas en las que la tensión a lo largo de la hoja va a ser menor, y en las que el esfuerzo de reparación sin duda va a ser menos laborioso. Este es el motivo principal por el que no se suele hablar de mandobles en la antigüedad y por el que los mandobles de Espada Negra se parten tanto. También es el motivo por el que la esgrima dormenia es, también, tan vulnerable.
La utilización de espadas de mayor longitud suele ir asociada al uso tecnológico del acero. Para el que no lo sepa, el acero es hierro con carbono, por ejemplo una parte de carbono por cada cincuenta de acero. Esto dota al metal de elasticidad, que aunque pueda sonar paradójico, es lo que hace que el arma no se parta ni se doble.
Un problema de todo esto es que no es fácil distribuir el carbono de forma homogénea. Puede parecer muy obvio, pero incluso en los procesos industriales actuales puede haber fallos en este sentido, así que con tecnologías anteriores y mucho menos conocimiento, se daba lugar a un reparto irregular: en las partes en las que hubiera demasiado carbono, la hoja sería muy maleable, y en las que hubiera demasiado poco sería quebradiza.
Esto de nuevo nos lleva a que según se va mejorando la técnica y la tecnología, las armas de mayor longitud son posibles, y por lo tanto los mandobles o las espadas más ligeras y flexibles son conceptos relativamente tardíos.
Señalaré, como inciso, que este concepto se aplica también a armaduras: una zona en la que el carbono estuviera mal distribuido sería más quebradiza, y por lo tanto evidentemente podría suponer un problema para el guerrero o soldado que la llevara.
Añadiré también como inciso que estos conceptos siguen siendo relevantes hoy en día. De acuerdo que ya no se ven muchas espadas, pero existen muchísimos expertos en cuchillos que van a discutir durante horas si es aceptable que un cuchillo enterizo esté hecho en acero BOHLER o en MOVA (Molibdeno Vanadio): el primero retiene mejor el filo, pero el segundo es más flexible (y también más barato). La decisión de una marca de pasar de uno a otro puede llenar páginas de foros de discusiones. No he querido meter este asunto de la retención del filo en este artículo porque me parecía rizar el rizo, y en cualquier caso un poco intrascendente para el propósito bélico del artículo.
Pero volvamos al mundo de Espada Negra, en el que están muy preocupados por la letalidad y adaptabilidad de sus armas, pero no tienen del todo claras las tecnologías necesarias para conseguirlas. En este caso la primacía bélica pertenece a las espadas cortas que van a aguantar mucha tralla (estructura cuatro), mientras que las armas más personales (espadas dormenias, mandobles guneares) destacarán en el uso puntual, pero estarán sometidas a un desgaste mucho mayor.
Esto no es ninguna tontería. Como individuos podemos estar algo frustrados con la resistencia de nuestro mandoble, pero para cuando este se haya estropeado, sin duda habremos medido unos cuantos golpes muy impresionantes a nuestros enemigos. De acuerdo, nuestra arma está estropeada, pero si nuestro enemigo está muerto… no es mal cambio.
No obstante si en nuestro anhelo es necesario un mandoble que aguante el paso del tiempo, tampoco es imposible. Un mandoble de nivel dos es algo que está la disposición de los maestros herreros de casi cualquier parte del mundo, y nos garantiza estructura cuatro, algo mucho más aceptable para conseguir mantener la letalidad.
Si aún así no nos sintiéramos seguros, es posible convencer a los grandes herreros guneares que nos hicieran un mandoble bendito por sus dioses y sus grandes conocimientos del acero. Un arma de este estilo podría ser de nivel tres, y que por lo tanto implicara estructura cinco, algo más complicado de estropear.
Y supongo que en definitiva esto es lo que por el momento tengo que decir de los mandobles y su aparente fragilidad. Me despido, por lo tanto, con una ilustración muy adecuada para el propósito:
la mentalidad del acero.
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