En los años que llevo jugando al rol, a estas alturas alguno más que veinte, he gozado mucho de esta variedad en la que los conflictos tienen una resolución más o menos objetiva, paradigma del que más recientemente he hablado mucho dentro del marco del estilo concreto que practico.
Quiero añadir que evidentemente no todo lo que he jugado a sido rol competitivo, sino que en muchas ocasiones juego partidas de estilos en los que se crea el habitual compromiso de facto en el que hay un desarrollo narrativo a través de una cooperación más o menos fluida. Es el caso, por ejemplo, de las
investigaciones rurales de las que ya he hablado en el pasado, si bien he de reconocer que nunca cierro las puertas a que cualquier partida pueda abrir un conflicto del tipo que sea.
Muchos jugadores abominan de este concepto de que en el rol haya competiciones, y probablemente alguien estará ya llevándose las manos a la cabeza y diciendo “eso no es rol”. Supongo que eso estará en el criterio de cada uno, y a mí solo me corresponde, por lo tanto, explicar mis ideas en este artículo personal de opinión. Dentro de ello cabe, desde mi punto de vista, la posibilidad de establecer posibles competiciones que no son una contraindicación con el rol más interpretado, o narrado.
De hecho creo que en cierto sentido la competición bien establecida genera en sí misma un tipo de narración muy coherente. A lo que me refiero es que el hecho de competir (y mejorar compitiendo) ha sido y es, por desgracia, uno de los motores que crean una forma de avance en la humanidad. En este sentido creo que el rol puede reflejar esa naturaleza en tanto que las competiciones sean asumidas como tales y no deriven en, por ejemplo, una estéril discusión sobre la forma de aplicar una norma, o aún peor, la posible justicia que el máster se vea obligado a aplicar. De hecho incluso creo que puede ser ciertamente terapéutico para que demos salida a ese ansia e intentemos cooperar en nuestro día a día habitual, en lugar de tanto ponernos la zancadilla los unos a los otros.
Existen varias formas de rol competitivo. Yo conozco tres que voy a citar por orden de preferencia personal, si bien al final añadiré una cuarta variedad que quizá sea demasiado divergente.
La primera es aquella en la que los personajes
pueden competir entre ellos porque sus fines tienen colisiones evidentes. Yo he jugado muchas campañas así en el pasado, y tengo que decir que es algo que me divierte muchísimo. He de reconocer que en muchos casos es complicado, y que de hecho suele implicar la separación de grupos de juego en el número de facciones presentes. Esto lleva mucho trabajo, si bien se puede llegar a coordinar entre dos “máster” que se compenetren especialmente bien entre ellos.
Este tipo de campañas tienen partidas muy gloriosas en los momentos en los que los grupos hostiles colisionan y se generan enfrentamientos directos. Como ya he dicho en muchas ocasiones, creo que no hay enemigo más duro para un jugador que otro jugador, y en este sentido se pueden llegar a observar situaciones muy extremas como mi famosa anécdota del berserker que suplicaba de rodillas clemencia al paladín que acabó por decapitarlo.
Uno de los problemas de esta forma de obrar es que no todos los reglamentos sirven. Cuando más subjetivos son, más mano va a tener que meter el “máster”, y por lo tanto mayores problemas va a dar. La aleatoriedad extrema también va a dar muchos problemas, y por lo tanto es recomendable, desde mi punto de vista, que esta deje lugar al aprovechamiento táctico, estratégico o técnico del sistema. También es muy relevante que no se trate de un reglamento en el que se produzca segregación en función al nivel, pues si es el caso, seguramente haya que crear un equilibrio artificial que rompa en sí mismo con la naturaleza del conflicto.
Tengo que añadir que el hecho de que se puedan producir estos conflictos no implica que de hecho se produzcan. Es perfectamente posible que los jugadores decidan evitar el combate, y de hecho es muy razonable que lo hagan para no poner a sus personajes en riesgo. Pero incluso en este caso la presencia de dicha posibilidad habrá implicado un cambio narrativo trascendente, y por lo tanto habrá sido un ingrediente de peso que también afectará a la percepción de cada jugador.
La segunda forma de rol competitivo es aquella en la que se establece
una aventura que uno o varios máster proponen a diferentes grupos. En lo que se compite en este caso es en resolver dicha aventura o en obtener el mejor resultado, ya sea en retos secundarios o en tiempo de ejecución.
Normalmente esta forma de jugar está asociada no a partidas de investigación, ni mucho menos a espacios de libertad “sandbox”, sino más bien a mazmorras con objetivos relativamente claros en cuyos peligros reside el reto. Los grupos de juego buscarán la forma de adaptarse y encontrar un resultado mejor que el de sus oponentes.
En esta forma de jugar, los jugadores suelen buscarle al sistema todas las cosquillas posibles e imaginables, y tengo que decir que yo he visto a algunos grupos desarrollar tácticas muy imaginativas que sin duda entraban en contra del propósito inicial del desarrollo del juego original. Creo que esto está relacionado con que muchos juegos de rol normalmente no se crean con este propósito en mente, pero aún así algunos pueden aguantar mejor que otros el envite.
Una de las críticas que se realiza a esta forma de jugar es que no crean en sí una narración en la que meterse. No obstante yo invito al que opine así a que lo pruebe si no lo ha hecho, y no me refiero a una aproximación, sino a la experiencia al completo con un juego que afirme estar preparado y con unos “máster” con ganas acordes. Creo que en este sentido la microgestión de los recursos y la toma de decisiones bajo la presión el tiempo se unen con el deseo de obtener el mejor resultado de la jornada y dan lugar, por lo tanto, a una forma de narrativa que este que escribe considera muy interesante, y que de hecho siempre he intentado llevar a jornadas.
La tercera forma de rol competitivo que conozco es aquella en la que los máster y/o jugadores
pugnan por obtener la actuación más convincente de cara a un público. Si bien es algo poco frecuente, no me resulta algo nuevo y de hecho tengo el recuerdo de haber visto algún premio recientemente en relación con esta forma de competir.
En este caso podríamos hablar de una versión de la competición que más bien se a acerca a los estilos de juego considerados “independientes” en la actualidad. He escuchado decir que en las emisiones de partidas por internet se produce de hecho algo de esta competición de forma que cada mesa intenta de hecho ser más conmovedora o espectacular que las anteriores.
No tengo predilección en absoluto por esta forma de interaccionar que para mí termina de salirse del concepto del juego y se adentra en el de la competición social basada en el culto a la personalidad, algo que me parece bastante peligroso y de lo que sin duda no quiero formar parte. Es uno de los motivos principales por los que no me gusta emitir partidas.
Me resulta curioso que de hecho no se haya dado una situación de este tipo en jornadas, de forma que se estableciera algún tipo de criterio no necesariamente muy objetivo en el que se llegara a otorgar algunos premios, aunque no fueran muy significativos. De acuerdo que es tan difícil de realizar que seguramente sería arbitrario, pero aún así me parece raro no haberlo visto.
Como dije al principio del artículo, no solo iba a citar estas tres formas que son más o menos tradicionales y normativas, sino que voy a añadir al menos una más que voy a ejemplificar con una experiencia personal, y es el concepto de
jugar al rol por medio de un juego competitivo. Va a sonar raro, pero ciertamente es posible.
Tengo que decir que yo soy de esas personas que tienen una definición muy amplia de lo que es un juego de rol. Para mí rolear en un foro es jugar al rol, y es algo que hacíamos de hecho antes de que hubiera foros, a través de las vetustas listas de correo.
La experiencia personal que quería contar es relativa a juegos de cartas coleccionables, concretamente del “Legend of the five rings” al que yo jugué durante años. Mediante este juego lo que hacíamos era dar resolución a los conflictos que surgieran de la narración compartida. Es decir, que uno participaba en este foro narrado hasta el momento en el que surgía un problema en el que los personajes se enfrentaban. Entonces se acordaba lo que ocurría con el vencedor y el perdedor, y simplemente se jugaba.
De hecho se podía llegar ciertamente más lejos, y llegar a aplicar soluciones integrales a conflictos determinados no mediante partidas individuales, sino en torneos específicos. Reprodujimos conflictos de clanes, elegimos magistrado y gobernador, y no me acuerdo cuantas cosas más fueron decididas en función al resultado de estos torneos temáticos.
La grandeza de esto es que si el juego que se utiliza para resolver los conflictos es divertido y representa bien los paradigmas del ambiente, la experiencia resulta tremendamente satisfactoria. Otro juego con el que he visto hacer esto es con Warhammer, y más concretamente con Necromunda. Como digo, a mí me parece una forma muy interesante de jugar al rol, si bien está ligada a mucha controversia en tanto que los sistemas de resolución tengan fallos o se presten a cierta explotación de los recursos de juego. Por si no lo saben, en los juegos tipo Warhammer el sector competitivo es muy desagradable, mientras que en los juegos de cartas coleccionables el dinero invertido en el mazo pesaba mucho.
Me despido por el momento esperando haber despertado la curiosidad de alguien por esto del rol competitivo, que ya sea de una forma u otra, creo que es poco frecuente.
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