Hace muy pocos días Valeria vio un artículo en reddit sobre la seguridad en personas trans femeninas, lo que despertó un hilo de razonamientos variados sobre este concepto. Tras un pequeño debate finalmente yo voy a escribir sobre el asunto, dado que he trabajado durante años en el mundo de la seguridad, por lo que además del privilegio masculino, puedo recurrir a la falacia de autoridad para dar peso a mis argumentaciones.
En el citado hilo, se citaba que las mujeres trans tienen que cambiar su concepto de seguridad de manera que sean conscientes de las agresiones que típicamente solo ocurren a mujeres. Yo creo que hay que ir un poco más lejos y pensar también en agresiones que únicamente ocurren a las personas trans.
A fin de cuentas vivimos en en siglo XXI. El progreso tecnológico y social nos permite llevar todo el conocimiento humano actualizado en el bolsillo, y utilizarlo casi exclusivamente para vivir en cámaras de resonancia que confirmen de forma continuada nuestra visión del mundo mediante información manipulada o directamente burdos bulos. Probablemente gracias a este y otros factores, hay personas que consideran algo positivo causar daños o la muerte a personas transexuales por el hecho de serlo, llegando incluso a elegirlas al azar.
Esta forma de violencia me despierta no ya el rechazo más frontal, sino la incomprensión más sincera. El mecanismo mental que lleva a estas personas a obrar así para mí es un misterio casi tan disonante desde un punto de vista cognitivo como el mismísimo chupatimbre.
No pretendo alimentar el miedo al señalar que estas agresiones sean una constante en Europa (no lo son), pero negar que existen sería una negligencia. Recientemente he leído que la NBC maneja un informe según el cual las declaraciones tránsfobas de personas destacadas están asociadas a un incremento de las agresiones físicas (a personas trans). Aunque me gustaría leer el informe explícitamente para observar su metodología, este hecho nos podría aportar un enfoque para intentar entender a estos deleznables agresores, y prevenir sus violentas acciones.
La agresión que cité al principio del artículo es un caso claro de lo que estoy intentando manifestar. La persona en cuestión queda con lo que pensaba que era un amigo el cual se había enterado que esta persona era trans y quería hablar, cosa que le había pasado ya con otras personas. El caso es que la conversación “se puso fea”, y le dijo que se fuera. El sujeto se puso violento y golpeó a la chica trans. El asunto no fue a más porque pudo reclamar la ayuda de su hermana, la cual
encañonó al agresor con una pistola y lo ahuyentó. Como media hora después, la policía arrestó al sujeto por el asalto.
La persona agredida se culpa a sí misma por haber sido confiada y haber atendido a solas a esa cita, y finalmente incluye un par de medidas de seguridad, que traduzco.
- No vayas sola cuando quedes con alguien.
- Solicita a una persona de confianza que te acompañe.
Yo si fuera ella, directamente elegiría a su hermana, que es de armas tomar. Y no es un chiste, es literal.
Un comentario con muchos votos positivos añade las siguientes recomendaciones, que también traduzco.
- Aparca siempre bajo una farola.
- Configura tu coche para que solo se desbloquee la puerta del conductor.
- Mira en la parte de atrás para asegurarte de que está vacía.
- Lleva tus llaves como un arma.
- Cierra el coche cuando entres.
- Mantente lejos de sombras y áreas oscuras.
- Para las primeras citas, queda en lugares poblados.
- Dile a un@ amig@ tus planes y cuando esperar una llamada de seguridad.
- Nunca dejes tu bebida expuesta cuando vayas a empolvarte la nariz.
- Nunca aceptes una nueva bebida cuando regreses.
Un comentario mucho menos celebrado viene a tratar lo que para mí es una aproximación mucho más funcional:
“
Como yo misma hago, ejercitaría tu derecho a llevar un arma y afrontaría un curso de seguridad. Solicitaría un permiso y practicaría para estar cómoda con el arma de mano de tu elección. Es mejor tener una y no necesitarla que necesitarla y no tenerla, porque al final del día, es triste decirlo, pero gran cantidad del personal de servicio público no se preocupa por nosotras y las leyes tampoco nos ayudan.”
Está claro que para los lectores europeos de este artículo, la cuestión de las armas de fuego queda un poco lejos, pero salvando la cuestión de la proporcionalidad, creo que el ejemplo citado deja claro que lo que salvó a la víctima de sufrir más daños no fue otra cosa que su hermana, que
encañonó al agresor con una pistola.
Para tomar buenas decisiones en relación con estos asuntos, tenemos que distinguir muy bien qué medidas de seguridad son activas y cuales son pasivas. Una medida activa evita, previene o cancela la situación peligrosa, mientras que una medida pasiva limita el daño que causa.
Es mejor no tener un accidente de tráfico, y por ello queremos conducir con mucha atención y tener unos buenos frenos (medidas de seguridad activas), pero dado que tengamos un accidente, es mejor lleva puesto el cinturón de seguridad y que el coche tenga un airbag (medidas de seguridad pasivas).
Pero para mí hay un problema si las medidas de seguridad pasivas nos llevan a relajarnos al inducir una
ilusión de seguridad, porque entonces el día que tengamos un problema estaremos a merced de la limitación de los daños que estas medidas puedan mitigar, y esto es MUY mala idea, porque según en qué circunstancias, simplemente el daño psicológico puede ser irremediable.
Pero más aún, el número de medidas de seguridad, ya sean pasivas o activas, que requieran nuestra atención es limitado. El entrenamiento puede llevarnos a automatizar algunas (lo que también puede hacer que pierdan efectividad), pero en cualquier caso nos conviene elegir las que nos aporten mayor seguridad y exijan menos concentración.
No quiero dejar de señalar que la seguridad absoluta no existe. Creo que yo soy una persona formada y con experiencia, y aún así siempre seré vulnerable. No hay que tener ilusión de control, pero sí decidir cuanta energía queremos destinar a este concepto.
Así que dicho todo esto, ha llegado el momento de traer al texto lo que para mí son mis normas claves de seguridad, levemente adaptadas para su uso por parte de una persona trans, en la medida de mis limitaciones.
1. No estar en el lugar de la agresión.
Tan trivial como maravillosa. Si no estás, no te pueden agredir. Pero claro, la mayor parte de personas queremos tener una vida social mínima, y no debemos cancelarla por miedo.
La pena es que una de las mejores formas de no estar en el lugar de la agresión es ser invisible, confundirse con la multitud. Esta forma de obrar no suele estar disponible para personas trans que tienden a ser llamativas. Pero… siempre puedes quedar en un lugar relativamente poblado por más personas trans (sé que es idílico), conocer de antemano el local o entorno en el que vas a quedar, y desarrollar escusas para desaparecer. Si algo te huele mal, siempre puedes ir al servicio y no volver. Es mucho mejor dar un plantón y quedar en ridículo con un 100% de probabilidades, que llevarte una agresión con un 10% de probabilidades.
Si el estudio de la NBC es cierto, entonces deberías prestar atención a las manifestaciones tránsfobas de personas famosas. Si un político dice en el congreso que hay “un alarmante aumento de personas trans”, o hay una celebración en la que nostálgicos del régimen salen con armas a buscar víctimas, entonces quizá sea un día para extremar las precauciones.
2. Vete del lugar de la agresión.
No tan trivial ni tan maravillosa como la primera, porque además lo vas a pasar fatal, pero aún así bastante mejor que participar como víctima. Estoy hablando literalmente de la más elemental de las formas de evitar un conflicto:
CORRER. Algo que incluso se puede hacer aunque vayamos a presentar pelea.
En mi experiencia, toda huida tiene tres fases. En la primera hemos percibido la agresión, y decidimos huir. Si el agresor no es consciente de que lo hemos decidido, podemos ganar unos metros con algún subterfugio, pero nada más.
La segunda fase es totalmente anaeróbica, los primeros cien metros. Hay que desarrollar toda la velocidad posible. Nuestro perseguidor no va a tener la adrenalina espoleándole, y cuando escapamos contamos con que los tiempos de reacción cuentan a nuestro favor: el agresor tiene que reaccionar a nuestras maniobras tras percibirlas.
La tercera fase es más aeróbica. Ya no se trata de quién puede correr más rápido, sino de quién puede mantenerlo más. En mi experiencia la mayor parte de agresores se han cansado antes de llegar a esta, porque pierden la motivación.
Por lo que he vivido y visto, es muy adecuado empezar corriendo incluso aunque vayamos a presentar pelea, por varios motivos, incluyendo (1) al abandonar el lugar inicial veremos cuantas personas nos quieren agredir realmente, y (2) tomaremos el control de la iniciativa.
Pero adaptando este principio a las mujeres trans, es MUY importante tomar conciencia de que la ropa no nos impida movernos en este sentido, y especialmente que el calzado nos permita correr con COMODIDAD. No está de más hacer alguna prueba controlada, y ¿por qué no? Tomar la costumbre de correr dos o tres veces por semana, que no solo te ayudará a irte del lugar de una agresión, sino que mejorará tu salud.
3. Ármate.
Sé que esto no va a gustar, pero después de no estar y de huir, lo mejor para evitar una agresión es contar con una ventaja clara,
APABULLANTE, sobre tu agresor, tal y como ejemplifica la hermana de la víctima de la agresión que ha dado lugar a este artículo. A lo mejor estás pensando en clases de autodefensa o artes marciales, pero exige mucho esfuerzo, y en cualquier caso una cosa no quita la otra.
En primer lugar debemos tener clara
cierta proporcionalidad. De nada sirve garantizar nuestra seguridad portando un pistolón si en nuestro país es ilegal y acabamos en el presidio, cuando además los agresores no nos van a sacar otro arma de fuego. Por lo tanto, nuestra arma debe ser legal, comedida, disimulada y fácil de portar.
En segundo lugar, debemos tener claro que
no debemos enseñarla si no es para usarla. Es muy tentador mostrar un arma por su poder disuasorio, pero le da ocasión al agresor de fingir que cesa en su agresión y replantear su forma de ataque con conocimiento de nuestra situación.
En tercer lugar, debemos saber
extraerla y usarla con velocidad y eficiencia. Como decía el comentario, “
practicaría para estar cómoda con el arma de mano de tu elección”. Me parece más que oportuno acudir a un curso de formación y renovarlo periódicamente.
En cuarto lugar, debemos
abandonar el lugar inmediatamente tras reducir a nuestro agresor. Estamos hablando de nuestra seguridad, no de obtener un premio a la ciudadana del año. No sabemos cuando va a aparecer un amigo del agresor, ni si se va a recuperar, ni cómo van a obrar otras fuerzas implicadas, así que nos marchamos inmediatamente a un lugar seguro con la mayor discreción y velocidad posibles.
Existen opciones muy aceptables dentro la legislación de cada territorio, y me ofrezco para tratar el tema de forma privada con quien tenga interés en este asunto.
N. En resumen...
Puede parecer que lo que he dicho es escaso y trivial, pero yo prefiero pensar que más bien es conciso y profundo. Una vez escuché decir que en este mundo hay víctimas, agresores y guardianes. Está en tu elección no ser un agresor, y desde luego no quieres ser una víctima, así que lo mejor es que tu rol sea de guardián. Y tal y como yo lo veo, un guardián tiene que entender bien cómo funcionan los agresores, preguntarse cómo y por qué hacen las cosas, y conocer muy bien cómo hacen sus jugadas, para bien prevenirlas, o bien reaccionar con facilidad.
Pero esto no ha acabado. Como ya he citado, y bien saben los practicantes de juegos de estrategia, hay un límite al número de aspectos a los que podemos prestar atención sin que se diluya nuestra capacidad en otros que pueden ser más importantes. Así que desde mi punto de vista existen algunos consejos o ideas que bien por su pasividad, su coste, o su efecto en ilusión de seguridad pueden ser contraproducentes, y por lo tanto yo tiendo a no contar con ellas.
1. El poder del grupo y de los amigos.
Siempre que se habla de seguridad se habla de ir en compañía y en entornos de confianza. De acuerdo que los grupos pueden tener cierto efecto disuasorio, pero como se habrá visto, es algo que a mí no me gusta mucho porque permite al agresor formar su estrategia, y si no es un completo idiota, buscará la forma de anular esa ventaja, bien formando un grupo más peligroso, o aprovechando un momento de despiste y vulnerabilidad por nuestra parte.
Mi experiencia profesional en el ocio nocturno me permite afirmar, además, que la fuerza de un grupo se diluye conforme aumenta la diversión, especialmente si se implica alcohol, otras drogas, o si alguno de los integrantes conoce a alguien interesante.
Para mí, hay una forma muy simple de saber si un grupo es positivo de cara a la seguridad (y lo que no es positivo en seguridad, es negativo): propón un plan de seguridad consensuado, incluyendo la forma en la que vais a obrar, e incluso participar en algún curso de seguridad. Si te dicen que eres una paranoica, tu grupo no te va a aportar nada en una situación de peligro.
Nótese que en el ejemplo que ha dado pie a este artículo, la hermana de la víctima sí era una integrante que aportaba y que tenía, al menos de forma implícita, su plan de seguridad.
2. La multitud.
Se tiende a pensar que el hecho de quedar en un lugar concurrido nos tiende a proteger de agresiones, pero esto no tiene que ser así, especialmente en los casos de delitos motivados por el odio. La psicología de las multitudes es bastante oscura, y la tendencia social del siglo XXI lleva a pensar que correr un riesgo por un desconocido no es solo indeseable, sino un poco “de idiotas”.
Si alguien te agrede en un lugar público, las posibilidades de que recibas ayuda contra el agresor no están necesariamente a tu favor, y contribuye a la ilusión de seguridad en perjuicio de medidas que sí funcionan.
3. Aplicaciones de seguridad, llamadas de control, etcétera.
En el contexto del siglo XXI, las aplicaciones de buscar pareja están a la orden del día, por lo que se producen muchas citas que, a pesar de que tienen cierto conocimiento virtual previo de la otra persona, son a ciegas, y por lo tanto implican cierta inseguridad. En respuesta a este y otros peligros, se han popularizado aplicaciones que general alarmas y algoritmos de llamadas de control, pero esto son medidas de seguridad pasivas que como mucho van a mitigar el daño causado.
Si hablamos de un abuso entre personas cis esto puede dar lugar a que el tiempo de respuesta no provea de ninguna seguridad real, y se consuma, por ejemplo, una violación.
Si hablamos de las personas trans, tenemos registro de actuaciones muy perversas, en las que el agresor, a veces motivado por declaraciones de personas influyentes que dibujan a las personas trans como pedófilas, violadoras o alarmantes, utiliza una aplicación de citas o red social para promover una cita en la que luego agreden a la persona, o incluso la ejecutan. Los grupos organizados que obran de esta forma tienen complicaciones para hacerlo en algunos países, pero por ello no debemos pensar que no existen.
De nada sirve tener una aplicación que indica que estamos en peligro o que la falta de nuestra llamada notifica que ha pasado algo malo. Para entonces el daño está hecho.
Esto tiene una forma mucho mejor de afrontarse: se queda en grupo, con ese grupo con el que tienes confianza y has pactado unas normas de seguridad eficientes. Hasta podéis aprovechar para ponerlas en práctica y ver sus puntos débiles.
4. Los lugares luminosos.
Tengo la sensación de que muchas personas, cuando piensan en un agresor, imaginan a un sujeto embozado bajo una capucha, y con una daga escondida bajo la capa. Yo creo que estos conceptos de lugares oscuros quedan más para el ámbito de la ficción, y tienen muy poco que aportar en un entorno urbano moderno.
En este sentido voy a dividir los lugares en función a tres categorías de iluminación. Está ese lugar “bajo la farola”, que recibe
iluminación directa, la zona de la calle que está algo escura pero que recibe
iluminación indirecta, y el lugar que solo es iluminado por la luz de la luz de la luna y las estrellas, que denominaré,
no iluminado.
En ninguna de estas circunstancias tenemos una particular ventaja ante un agresor motivado. Para él es mucho más sencillo recurrir a un subterfugio que fingir que no está ahí, y si es complicado que una multitud diurna te ayude, ya no te hablo del ocasional tránsito de individuos o pequeños grupos nocturnos.
Aún es más, si logras retirarte a un lugar
realmente no iluminado (y de esto en realidad hay muchas categorías), y no haces ruido ni usas tu teléfono móvil, has alcanzado una situación probablemente más segura que bajo la única farola en un kilómetro a la redonda. Yo he hecho prácticas de infiltración nocturna, y os sorprendería lo difícil que es percibir a una persona inmóvil en un lugar realmente oscuro, incluso sabiendo que tiene que estar en algún lugar.
5. Evitar que te echen droga en la bebida.
Desde luego que está bien controlar lo que bebes e impedir que te droguen, de alguna forma es muy básico, pero vamos por mal camino si tu bebida ya tiene de partida una de las drogas que más alteran tu conducta y reducen tu capacidad de protegerte: el alcohol.
A mí esto ya me parece delicado en una persona cis, con que no digo en el caso de una trans. Mi consejo: si crees que alguien te ha mirado raro, no bebas. Si crees que alguien te ha mirado con curiosidad, no bebas. Si ves nostálgicos del régimen por la zona, no bebas. Yo casi te diría que mejor directamente, no bebas. ¿Quedamos mañana por la mañana para correr?
6. Pensar que sabes defenderte.
Esto es un clásico. Coges las llaves como un arma, o has ido a un curso en el que te han enseñado sofisticadas técnicas de defensa contra un cuchillo, obtienes ilusión de seguridad, y… sorpresa, nada de esto sirve.
Si vas a afrontar una agresión con violencia, tu superioridad tiene que ser
ABRUMADORA, y hasta con eso puede salir mal.
7. Las instituciones.
No quiero poner nombres, pero quiero dejar claro que si bien las instituciones pueden estar fundadas bajo principios muy honrados y parezca que pueden ayudarte, en la práctica sus integrantes son personas y tienen prejuicios como cualquiera. Incluso aunque las leyes digan que el sistema tiene que protegerte, en la realidad eso puede no ocurrir, e incluso que tras no brindarte dicha protección, no tenga ninguna consecuencia.
Si tú eres una mujer trans, entonces sabes que los medios te están señalando. No suelen proyectar un mensaje de odio directo, pero sí que te señalan como causante de acabar con el deporte femenino, invadir espacios que no son tuyos, y otros mensajes más duros. Si tienes que acudir a una persona que forma parte de una institución… puede ocurrir que tenga ya una idea formada. Para tener certeza de que se comporte de la forma adecuada, vas a tener que dejar registro de toda interacción, y eso no va a ocurrir en una situación de emergencia.
Si eres una persona cis, tampoco te pienses que esto es tu panacea. Puede haber muchos motivos más allá de la falta de voluntad (como por ejemplo la falta de presupuesto) por los que las instituciones no te ayuden en absoluto. De hecho, desde mi punto de vista, el ejemplo más pernicioso de (falsa) ilusión de seguridad viene originada de (1) que el crimen sea raro en tu región y (2) que exista un sistema de seguridad que no proteja.
¿Y ya está?
La seguridad, ya sea física, informática, o de cualquier tipo, es un concepto transitorio al que intentamos acercarnos sin saber si un agresor está cerca o lejos de superar todos nuestros esfuerzos. Su práctica, por lo tanto, no puede consistir en una serie de ejercicios estáticos, sino que necesariamente implica un cambio de actitud constante.
Es duro vivir con miedo a una agresión. En el caso de una persona trans, es posible que esto venga de un viejo amigo que finja querer quedar, o incluso de un familiar influido por el mensaje de odio.
Le lección que yo saco para mí de esto, es que pensamos que conocemos a las personas, pero puede ocurrir que solo las conozcamos en algunas facetas. En ocasiones, si cambiamos, o mostramos un aspecto que teníamos escondido, podemos encontrarnos con situaciones terribles y decepciones permanentes.
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