Dumue mavi [Khalik y Faruq, partida 2]
8-12-2016 04:43
Nota de la autora: Este relato ha sido escrito con la participación y beneplácito de Sigeiror (Khalik), con la aparición estelar de otros Pjs de la partida. Pido disculpas por adelantado si alguien considera que no hago honor a su Pj, y es libre de aclarar cualquier cosa en los comentarios.
Faruq estaba pasándolo mal, hasta un punto tan evidente que todos los miembros de la casa empezaban a mostrar preocupación. Su reacción desmedida el día anterior, cuando se fue farfullando en su ininteligible lengua a la habitación; era tan sólo uno de los muchos síntomas que había empezado a demostrar públicamente. Con el paso de las horas, los temblores eran más obvios y se extendían más allá de sus manos, el sudor empezaba a gotear por su rostro, hiperventilaba, había momentos en los que parecía estar completamente ido…
Khalik se mordió el labio inferior y frunció el ceño: no estaba funcionando. Intentaba pensar con rapidez, hallar la respuesta en su cabeza. Ardua tarea con la voz de Dhaida taladrándole insistentemente el cerebro:
— Te he preguntado qué es lo que le pasa — repitió ella por enésima vez, con voz airada.
— Sin un reconocimiento, es difícil saberlo. — El médico habló con tranquilidad, incluso con cierta culpabilidad en la voz. La verdad era que no lo sabía, todavía, pero era lo suficientemente listo como para saber que semejante respuesta no iba a contentar a Dhaida.
— Pues entonces hazte cargo — gruñó ella, cada vez más alterada.
Laila pasaba la vista de uno a otro, Izam seguía cruzado de brazos en su rincón, sin decir nada; y el gunear había tomado la sabia decisión de no interceder y seguir dándole atención a su vaso de cerveza. Casi parecía hasta disfrutar de la función.
Faruq enterró el rostro entre las manos, incrustándose los dedos en las sienes. Como si eso fuera a paliar las incesantes punzadas de dolor que recorrían su cráneo de parte a parte. Dejó ir un quejido lánguido.
— ¿Podéis bajar la voz? — Khalik intentó sonar lo más amable posible, realmente no pretendía encender más a la harrassiana —. Es mejor que lo haga en un ambiente más… privado.
— Ah, no. No pienso dejarte a solas con él —. Dhaida le apuntó con un dedo acusador. — No confío en ti, no después de todo lo que has provocado.
— Tú quieres que cuide de Faruq, ¿verdad? — Khalik no se dejó arrastrar a la discusión: no era el momento, ni el lugar, ni lo más importante. Entendía por qué Dhaida se comportaba así, pero no podía perder el tiempo en explicarle por qué lo único que conseguía con sus acusaciones era hacerles perder el tiempo —. Entonces necesito quedarme a solas con él, por favor — insistió una vez más, haciendo gala de su paciencia.
Dhaida volvió a abrir la boca, pero Laila fue más rápida y la interrumpió, con ademán conciliador. — Escúchame, Dhaida —. La furia le puso una mano en el hombro a la otra mujer. — Khalik es el único médico que hay aquí. Si de verdad quieres ayudar a Faruq, déjale trabajar —. Quizá sonó algo más imponente de lo que pretendía, pero conocía bien a su amiga y compañera de fatigas, y sabía que podía hacerla entrar en razón.
— Lo siento, pero sigo sin fiarme de él… —. Dhaida se cruzó de brazos, y le lanzó otra mirada asesina a Khalik.
— Tendrás que correr el riesgo —. Laila miró entonces a Khalik largamente, y éste se atrevió a agradecerle su apoyo con un fugaz amago de sonrisa.
Finalmente Dhaida suspiró, sonoramente, dejando claro que no estaba en absoluto conforme con la situación. Pero se limitó a hacer un gesto de desquite con la mano, como si no quisiera saber nada más del tema. Se apartó del grupo, y se dirigió hacia las habitaciones con pasos enérgicos y dejando tras de sí un halo de frustración. Se escuchó un portazo. Luego un tenso silencio, que se rompió con otro de los gimoteos del nómada que seguía languideciendo en la silla.
Por fin en la tranquilidad de la habitación vacía, Khalik pudo encargarse del nómada. Hizo falta la contribución de Izam y el gunear para llevar al enorme salvaje hasta la cama; pero después de eso por fin pudo contar con silencio y paz mental para intentar averiguar qué le estaba ocurriendo a Faruq. No tuvo ningún problema ni siquiera para desvestirlo, el hombre se dejaba llevar dócilmente, parecía haber perdido casi totalmente la capacidad para decidir o actuar por sí mismo. Y eso era un síntoma muy preocupante.
Tras un examen a fondo, Khalik determinó que el suero que había desarrollado como antídoto, no había funcionado. Seguía sudando, temblando y sufriendo dolorosos espasmos por todo el cuerpo. La abstinencia seguía haciendo mella en él. No obstante, reparó en algo que no había visto antes, ni en Faruq, ni en ninguna otra persona: Sus lágrimas eran azules. Le abrió los ojos, con las pupilas totalmente dilatadas y perdidas en la nada. Khalik notó que se le oprimía el corazón. “Esto no debería estar pasando”.
Con un trozo de tela le limpió el incesante moqueo de la nariz, y efectivamente, también había un sutil tono azulado en el viscoso fluido. Entonces, con cuidado para que no le mordiera involuntariamente debido a la tiritona incesante que sometía su mandíbula, le abrió la boca para examinar su saliva. Por el momento, transparente. ¿Por cuánto tiempo? No podía saberlo.
— Faruq, mírame — le pidió, casi como una súplica. El nómada fue incapaz de centrar su mirada en él, o ningún otro sitio. — ¿Sabes quién soy, dónde estás…?
— Beni… aff… fet… —. No entendió lo que decía porque no dejaba de titiritar, pero adivinó que no estaba hablando en harrassiano. — Beni… yalniq… bir… akma… —. Faruq movió la cabeza, y sus palabras pronto volvieron a ser murmullos sin sentido. Khalik se sentó en la silla sobre la cama, y le cubrió el cuerpo destemplado con la sábana. Acto seguido le secó el sudor de la frente con un paño.
— Te prometo que haré todo lo posible para sacarte de esta — sonrió. ¿Eso le hacía sentir mejor? ¿Lo decía para animar a Faruq, o para animarse a sí mismo? En su fuero interno sabía la respuesta, pero evitaba deliberadamente pensar en ella. — Eres un guerrero fuerte, sé que podemos hacerlo…
Intentaba convencerse a toda costa de que podían lograrlo, de que podían descubrir su anhelado antídoto y parar de una vez por todas aquella locura. Podía hacerlo, debía hacerlo. “Lebn koib”. Se lo debía.
Sabiendo que el tiempo corría en contra de los dos, Khalik se levantó y se dirigió hacia la mesa. Cogió su pequeño diario, untó de tinta la pluma, y empezó a escribir con pesar en cada trazo.
Re: Dumue mavi [Khalik y Faruq, partida 2]
10-12-2016 12:45
A ver adónde lleva todo esto, sin duda está quedando un helador testimonio del proceso de "descarriaje".