"¿Volverás alguna otra noche?" había preguntado él.
"Siempre que pagues tan bien..." le había adulado ella, encantadora,
"me gustan mucho los hombres generosos".
Pero ahora, mientras caminaba por las oscuras calles de Nased, la expresión de Laila había perdido todo rastro de encanto. En su lugar, una mueca de desagrado se había adueñado de su rostro, delatada por sus labios apretados y su entrecejo fruncido: sentía asco.
Asco, por ese hombre que, a la vez, se había vuelto una especie de salvador no para ella, sino para Faruq... Aunque él, en su opulente mezquindad, nunca lo sabría. Solo sabía que había logrado que una mujer se dejase hacer cosas que nunca le haría a su propia esposa, a cambio de una buena dosis... Y que, tal vez, volviese a por más.
Asco por la maldita adicción de Faruq, e incluso por el propio salvaje, por no haber sido fuerte y haberlo solucionado a tiempo.
Asco por ese maltrecho mundo del que Nased parecía ser centro de perversiones.
Y sobretodo, asco por sí misma. Por lo que acababa de hacer. Por saber hacerlo tan bien como sabía. Por saber, incluso, dejarse llevar por ello y convertir a su cuerpo ya no en actor, sino marioneta, arropada por sensaciones que después, por fin a solas, le sacudirían en forma de arcadas.
Claro que... Había tenido que hacerlo, ¿verdad?
Ese era su triste consuelo de tontos: el deber, la responsabilidad, el "tener que".
No habían encontrado otra alternativa, nadie parecía haber tomado iniciativa alguna, y a Faruq se le acababa el tiempo...
"Tenía que hacerlo", se dijo a sí misma mientras, tras asegurarse de que nadie la había seguido, cruzaba el umbral de la puerta del nuevo piso franco, sin ser vista. "
No había otra manera. Tenía que hacerlo".
Sí, había tenido que hacerlo.
Porque todo tenía un precio.
Todo.
Y la vida de su amigo Faruq, bien valía el precio de su cuerpo.
{...}
— ¿Qué tal está? —Khalik casi se sobresaltó en la silla al oír la voz de Laila en la penumbra de la habitación, apenas iluminada por la titilante llama de un pequeño candil... ¿Cuándo había entrado la joven? No solo no había oído sus pasos, sino tampoco la puerta abrirse. Pero ahí estaba ella, ocultando algún tipo de profundo malestar bajo su sincera expresión de preocupación. El médico suspiró, con semblante cansado, mirando hacia la cama donde Faruq dormía:
— Hace un rato le revisé... Sus constantes están cada vez más débiles y... No despierta. Sólo delira. —explicó—. Estoy muy preocupado. Y no sé qué más hacer...
— Yo sí —Laila le lanzó un saquito aterciopelado y oscuro al hombre. Este lo cogió al vuelo, con curiosidad—. Dale esto.
Khalik abrió la pequeña bolsa, alzando ambas cejas al reconocer lo que había en su interior:
— Laila... Este es
mi nantio —comentó, mirándola fijamente.
— Ya lo sé —dijo ella, apoyando la espalda contra la pared—. Dáselo.
— Pero... ¿Cómo lo has conseguido?
— Eso no importa —la joven se cruzó de brazos, claramente a la denfesiva.
— A mí sí me importa —insistió él, sin dejar de observarla—. No habrás matado a nadie para conseguirlo, ¿verdad? —preguntó, angustiado ante la sola idea. Laila bufó, claramente ofendida:
— ¡Pues claro que no!
— ¿Entonces...?
— Me lo han dado —espetó, cada vez más molesta—. Puedo ser muy convincente si quiero, ¿sabes?
— ¿¡Te has prostituido para conseguirlo!?
Laila no respondió. No hizo falta. El tenso silencio que se elevó entre ambos, unido a la verde mirada de la joven, fueron confirmación suficiente.
Khalik suspiró, entre culpable y decepcionado, y Laila hizo lo propio, asqueada de sí misma:
— No se lo digas a Dhaida —sugirió—. Bastante tenemos ya con como están las cosas...
Khalik la miró, pensativo, y durante unos segundos, se frotó las sienes con pulgar e índice. Volvió a suspirar:
— ¿Crees que es bueno dárselo?
— Creo que es malo no hacer nada. Y creo que es la única opción que tenemos para que ganes tiempo y puedas hacer algo.
— Pero... ¡Así no se desenganchará nunca! No se curará de esta manera...
— Pero vivirá, sin descarriarse, el tiempo suficiente para que encuentres un antídoto con el que sí se desenganche y se cure —la voz de la joven se había tornado desesperada y suplicante—. Por favor, Khalik... Ya has oído lo que les está ocurriendo en las calles a los que no reciben una dosis...
— Sí, eso lo sabemos... Pero no sabemos qué ocurre si, por el contrario, sí que reciben dosis de nantio modificado durante demasiado tiempo...
— No será por demasiado tiempo —afirmó ella—. Conseguiremos un nuevo laboratorio y encontrarás una cura. Pero para poder centrarte en investigar eso, él tiene que mejorar para que puedas dejar de cuidarle todo el rato...