Ocurre que antes y después de varias jornadas de cierto tamaño suelo encontrar una forma de artículo o manifestación en el que se señala que el olor de muchos asiduos a estos eventos resulta repulsivo. La queja puede incluir también que dicho olor puede ahuyentar a muchas personas que tengan interés por estas aficiones de nicho menudo. Estos textos pueden hacer referencias más o menos graciosas para pretender suavizar su crítica, pero sin duda toman la asunción de que esta forma de olor es el producto de la mala intención o dejadez de unas personas que han decidido no realizar las que esos críticos consideran que son las prácticas de higiene mínimas.
Antes de manifestar mi crítica a esta crítica quiero señalar que desde que soy muy pequeño he tenido ciertos problemas oseos y musculares que me han llevado a que, de hecho, me maneje mejor en el medio acuático que en el terrestre. Playas y piscinas son de mis lugares favoritos, en ellos puedo bucear con aceptable soltura disfrutando del fresco y de la sensación de ingravidez, además de… bueno, de un agradable silencio relativo.
Como posible efecto de esto tengo una gran costumbre a las duchas frías que ya he aceptado todo el año. Durante el verano puedo pasar bajo el chorro de una ducha cuatro o cinco veces al día, y sin duda no me voy a dormir sin refrescarme antes bajo esta agradable sensación. De hecho en las jornadas siempre estoy a la busca de estos medios, y no son pocas en las que llevo el bañador bajo los pantalones. Creo que no ha habido ninguna de las que haya asistido en las que no me haya dado una buena ducha al acabar cada día. Con agua fría.
Y aún así estoy seguro de que hay momentos en los que desprendo olor. Olor a mí.
Así que es posible que esta presunción de que una persona huela “porque sea un cerdo que no se ducha” sea falsa. Quizá simplemente sea una asunción establecida por el sesgo de la experiencia del crítico… o por algunos de sus prejuicios.
Con ánimo de debate manifiesto pues que el hecho de que una o cien personas no se duchen durante unos pocos días no supone para nada un riesgo para la salud de nadie, a pesar de que el supuesto de que no lo han hecho es una asunción absolutamente infundada por parte de los críticos. Es más, una persona que se aplique demasiado jabón puede estar eliminado la capa lipídica de la piel que le protege… de las infecciones.
Las personas huelen. Hay personas que huelen más y personas que huelen menos, de la misma forma que hay personas agradables a la vista del occidental canónico medio y otros que más bien parecemos un aborto de la existencia. Al final de lo que estamos hablando es del gusto de la información captada por los sentidos, que en este caso no son los ojos sino el olfato. Es decir, que algunos piensan que algunas personas tienen que cambiar sus costumbres para resultar más estéticos (olfativamente) para los sentidos de terceras personas, algunas de las cuales pueden ver su criterio influido por esta cuestión estética.
Unas jornadas son unos lugares en los que se convive. La convivencia humana no siempre es impoluta, occidental y perfecta cual película americana. Tiene fluidos, tiene olores, y a veces tiene personas que no nos resultan agradables. Está en el criterio de cada uno aceptar a los demás a pesar de su aspecto.
Tengo que añadir que estos lugares que acaban teniendo olor conjunto a “humanidad” sí pueden suponer cierto riesgo para la salud, pero no tanto por una cuestión de higiene continuada, sino porque las grandes acumulaciones de personas tienden a ser también grades acumulaciones de virus, especialmente en periodos fríos en los que tendemos a recluirnos más. La solución no es otra que una buena ventilación del local que curiosamente también mitiga el olor y que no está, en verdad, a la elección de los asistentes.
Quizá otra solución sea que aquellos que saben que son portadores de los citados virus no asistan a estas reuniones. Claro que ¿quién se va a quedar en casa habiendo jornadas? Ni los feos, ni los olorosos, ni los enfermos, ni mucho menos los criticones.
Me despido con "crueldad menor", que seguramente no huela bien.
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