Hoy hago de Creador en la que puede ser una de las partidas más gloriosas, y sin duda una de las más difíciles que se haya jugado en la hermandad de la Espada Negra. Espero que vayan entre diez y quince jugadores con sus respectivos personajes, y puede que no sean suficientes.
Pero viajo adicionalmente inspirado por la partida que ayer yo pude jugar, y que tenía un carácter similar. Sentí en la piel de mi personaje, Nelk, la presión de las dificultades, el temor de un enemigo superior, el descontrol de ponerse a disposición de los dioses, y de todo eso surgió un alivio, un honor auténtico que hoy espero que vivan más de diez personas.
Esta noche me desperté unas quince veces, más o menos una por cada asistente. Unas veces pensaba en la experiencia del día anterior, otras en la preparación de la partida de hoy, y otras simplemente en el significado de la muerte sin sentido. Y cuando me he levantado todo eso estaba en mi cabeza. La experiencia, el detalle, la sangre. Un estado levemente nervioso, pero no unos nervios dolorosos, sino unos placenteros, de ir a afrontar un reto del que uno sabe que saldrá crecido. Y estoy encantado de poder reunirme con este grupo de amigos y que juntos vivamos la noche permanente de Avanil, la contundente gloria de Taharda.
¿Y cómo se llama esta sensación que hace que quiera que pasen las horas y que estemos todos sentados para jugar por fin?
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