Algunas personas me han dicho que no he escrito el día siete. Se ha dicho que había cedido al coronavirus, que me había detenido la policía, que había muerto, e incluso algunos no han dicho nada. La realidad es que estaba… ¡haciendo otras cosas!
Yo no conozco el aburrimiento. La frustración sí, pero el aburrimiento no, déjenme en un cuarto vacío durante unas horas y me pondré a pensar en las cosas que normalmente no puedo porque estoy demasiado ocupado con las tonterías de otros.
Esta situación de vivir lentamente, que es lo más parecido para mí al aburrimiento, me gusta. Si no fuera por la opresión activa y pasiva del gobierno y de las fuerzas de seguridad, hasta me gustaría esta situación. Así pues, ¿a qué dedico mi tiempo durante el coronavirus?
Trabajar: por desgracia en realidad tengo que hacer cosas. Obviamente el volumen ha disminuido una salvajada, pero aún así tengo que resolver dudas y arreglar algunas incidencias, y como hay que evitar el contacto físico, pues hace falta ser ingenioso para darles solución.
Dormir: he vuelto a la situación estudiantil y puedo pasarme fácilmente nueve horas en la cama. Me acuesto tarde, me levanto más tarde todavía y disfruto de la tranquilidad de saber que todo sigue adelante sin mí.
Escribir artículos: no es que me ocupe mucho tiempo, pero sí cierta concentración por la mañana mientras me tomo mi desayuno. Una costumbre que tengo perdida y que en realidad me resulta agradable, y que en cualquier caso me obliga a plantearme mis argumentos desde otro punto de vista. Tampoco es que sea mi prioridad, peto seguiré haciéndolo… mientras me apetezca.
Entrenar: incluso sin romper el débil estado de reclusión cuento con mi propio gimnasio y una aceptable parcela, con lo que puedo, sin problemas, hacer pesas, golpear al saco, practicar con armas e incluso correr.
Jugar a videojuegos: normalmente multijugador, con mi pareja, pero también algunos de otro tipo que me resulten entretenidos en el momento. La oferta en estos momentos es tan amplia que podría estar jugando toda la vida.
Programar videojuegos: en realidad mi tarea principal, dar continuidad a los desarrrollos del Ollvaror Caves. Me está costando un poco porque los pasos que quedan son un poco complejos, pero ya he hecho algunas cosillas para ir reacostumbrándome al entorno, y estoy deseoso de continuar, cosa que haré hoy mismo, seguramente.
Pintar miniaturas: una afición que he mantenido los dos últimos años y que es entretenida y ocupa la mente, pero desde luego voy a tener que ir dejándolo porque se me ha acabado la tinta negra, ¡ups!
Leer: cada vez que enciendo el fuego tengo la tentación de ponerme frente a él y dejar que pasen las horas dando un gran avance a un libro, o concluyendo unos cuantos comic enteros. Y de todo esto tengo de sobra.
Hablar con personas: cojo el teléfono, marco un número (uno que sé, no uno al azar) y me intereso por la salud, la familia, el estado mental en reclusión… ya se sabe, lo más normal y humano que nos ayuda a sentirnos saludables. Bueno, a mí no me hace falta, pero aún así…
Meditar: me quedo inmóvil, cierro los ojos, acompaso mi respiración, relajo los músculos y vacío la mente durante un rato.
Y si sumamos las tareas habituales, como vaciar la ceniza de la estufa, cocinar, limpiar y esas cosas… pues básicamente es todo lo que hago.
Y el estimado lector…¿en qué ocupa su tiempo?
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