Los que en el pasado pasaran por esta web sabrán que tiendo a usar aquella reflexión que yo vi por primera vez en el anime “Ghost in the shell”, que en este caso salía de la boca de un par de sus personajes: “
La especialización excesiva aumenta la debilidad”.
Lo que hoy traigo no es en verdad ninguna mención directa a este principio, sino más bien una anécdota personal que no pretende señalar un principio general, sino quedar aquí disponible para aquellos lectores a los que ahora o en el futuro les pueda ser útil: cómo mi excesiva especialización aumentó mi baja autoestima.
En verdad me pregunto cómo he podido llegar a esta situación de excesiva especialización. Yo, que me precio de que mi habilidad preferida es la de
conseguir agua en situaciones hostiles y que me fuerzo a realizar una actividad nueva cada año con interés.
En cualquier caso un amplio porcentaje de mi tiempo está dedicado o bien a superar distintos escollos informáticos, o a desarrollar soluciones que concluyan con el fin de un problema. Normalmente mi estructura de trabajo típica es que se me planteé una situación (que para el cliente es un problema), yo planteé una solución en unos términos que el cliente pueda entender (aunque a veces no hace falta), y finalmente la ejecute, aunque últimamente incluso la ejecutan otros.
Lo que me ha ocurrido con todo esto es que he dejado de ver estos problemas como tales. Para mí son simplemente situaciones que se que voy a solucionar. Porque suelo haber dejado un sistema de copias de seguridad robusto, porque tengo medios suficientes, y porque la experiencia histórica dice que siempre los he solucionado. E insisto que programando pasa exactamente lo mismo. Y este concepto de que han dejado de ser problemas, sino situaciones, es la primera parte.
La segunda viene de que he pasado bastante tiempo sin enfrentarme a otros tipos de problemas (como por ejemplo, conseguir agua)... aunque sí he pasado por otro tipo de problemas, y son los personales, los que atañen a terceros. Estos no se solucionan porque uno quiera o le eche buena voluntad, y de hecho en mi experiencia histórica casi ocurre al contrario. En verdad es algo que yo medio intuía que iba a pasar desde hace muchos años, cuando le dedicaba a esto de escribir y programar catorce horas al día incluyendo los fines de semana, y mi vida social se iba volviendo más… ¿limitada?
La unión de estos dos hechos me ha llevado a percibir que fracaso en aquellos problemas que afronto. Claro, no deja de ser gracioso que ocurra así porque en realidad paso una gran parte de tiempo solucionando problemas… que no percibo como tales.
Este efecto puede parecer una tontería, pero realmente a mí me ha ido minando a lo largo de los meses (¿o años?) y llevándome a una situación algo desagradable de forma totalmente invisible. Y el evento que me ha llevado a darme cuenta ha sido, de hecho, afrontar un problema del que no soy especialista, pero que ha requerido algunas de mis habilidades y que, tras una cuidadosa planificación, he podido ejecutar y solventar de forma bastante óptima. Y de esta solución que no es mi especialidad surgió el pensamiento de que realmente puedo solucionar problemas muy diferentes. O podía.
Lo malo de todo esto es que no creo que esta percepción de mí mismo dure tampoco demasiado. Supongo que antes de darme cuenta estaré metido en lo que siempre hago, sin considerar problemas aquellas situaciones que soluciono fácilmente, y fracasando en esos asuntos sociales que no se me dan tan bien, sea por la sociedad o por mí mismo.
Claro que por otra parte no creo que esta percepción de lo “útil” o “autosuficiente” que pueda ser uno mismo deba determinar su autoestima. En mi opinión son los principios que uno elige, y la forma en la que se adhiere a ellos, lo que debería determinar su opinión de sí mismo. Pero esa es otra cuestión.
Me despido por ahora. Les dejo con "Falta de personalidad":
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