Hermanos Juramentados de la Espada Negra
Sobre el Orden y su porqué (Artículo de respuesta eridio)
23-5-2016 15:25
A raíz de cierto artículo sobre el punto de vista tírtico del conflicto independentista tírtico. Obviamente, tal acto bien merece una respuesta apropiada.
Para encontrar la razón de ser del Orden hay que mirar atrás, tan atrás que los hechos se pierden en la niebla del tiempo y sólo puedo especular sobre lo que realmente sucedió.

Bienvenidos al año 0, queridos lectores. En este momento, los Lamdaref y sus aliados, encabezados por Sia Lamda (más conocida como la Fundadora), llegan de ultramar a el que será su nuevo hogar. El porqué de este viaje está poco claro, aunque se sabe que el lugar de que venían estaba gobernado por un rey (basta con mirar las monedas del tesoro eridio, si se tiene acceso a alguna; todas tienen estampada la efigie de un rey). ¿Tal vez huían de la tiranía? ¿Serían rebeldes yendo al exilio? ¿O quizá buscaban refugio de un cataclismo? Hay evidencias que señalan a todas estas posibilidades, pero esa no es la cuestión. ¿Sabéis, queridos lectores, quien formaba parte de estos "aliados de los Lamdaref"? Los tírticos. Sí, los tírticos (tal vez descendientes de los tredios, o emparentados de alguna forma) acompañaban a la Fundadora del Orden de Eridie no como prisioneros ni esclavos, sinó como amigos y aliados.

En el momento de su llegada, Sia Lamda tenía claro que iba a crear un lugar donde todo el mundo tuviese su lugar, un lugar regido por sólidos principios éticos. Sus bases serían la justicia, el orden y la razón. No hay que olvidar este punto: algo importante para comprender la mentalidad y la cultura eridia es que estos tres asuntos són los ejes sobre los que gira toda su forma de pensar.



Así pues, el Estado se organizó en su actual estructura: los políticos gobernarían, los soldados defenderían al pueblo y los campesinos alimentarían y vestirían a sus vecinos. Digan lo que digan los rebeldes tírticos, lo cierto es que uno tiene la libertad de escoger su camino dentro del Orden. Incluso, en caso de que a uno no le gusten las resoluciones del Congreso, puede escoger el camino del político y llegar a moldear el futuro del Orden con sus palabras.

Así pues ¿Que es lo que salió mal en tan idílico lugar? La tierra no puso de su parte. Terribles sequías asolan las tierras de Eridie todos los años, provocando hambrunas que ponen en peligro la integridad del Estado. En esta situación ¿Que debían hacer los políticos? Atendiendo a la razón, vieron que reduciendo la población se podrían evitar las hambrunas. Entonces dirigieron su mirada a los matriarcados tidar, que por su forma de vida seminómada dejaban la tierra exhausta, inútil para el cultivo. Y tomaron la decisión de eliminarlos. Tiempos duros, decisiones duras. Y así empezó el peor genocidio de la historia del mundo, tan cruel y sangriento que ni la misma Corrección se ha acercado al número de almas eliminadas de la faz de la tierra. Y entonces alguien habló. "¿No os dais cuenta de lo que estáis haciendo?", dijo. Y los tidar fueron declarados personas. Como tales no podían ser eliminados como una plaga. Y el Orden volvió a pasar hambre.

Excepto en un lugar. Ese lugar, como imagino que todos sabréis, era Tirtie. Los tírticos, a pesar de los muchos defectos que tengan, están benditos con tierras fértiles y campos productivos. Fiel a los principios que le sirven de fundamento, el Estado repartió la comida disponible de manera equitativa, procurando que si había que pasar hambre, al menos todo el mundo la pasaría igual.

Obviamente, esto a los tírticos no les gustó nada. En la cultura tírtica, se favorece la sinrazón, el instinto y las emociones, lo que por un lado los convierte en gentes increíblemente honestas, leales hasta la muerte y absolutamente fieles a sus principios, y por el otro los vuelve, en ocasiones, en seres sedientos de sangre, irracionales y completamente implacables. Así que respondieron a la afrenta. Con las armas de los débiles: la traición y el asesinato. No se lo recrimino. Cuando no se tienen armas para luchar, me parece lícito usar uñas y dientes para defenderse. Sin embargo, los tírticos pronto aprendieron a usar el terror como un arma, y se convirtieron en una verdadera pesadilla para las gentes de Eridie. Para sus gentes, no para el Orden, pues el Estado no perece por mucho que sus integrantes lo hagan. Y así pues, comenzó una guerra como el mundo no había visto ninguna: una guerra de sombras, donde los asesinos y los cazadores de hombres luchaban bajo banderas que cada vez significaban menos.

Los tírticos, dignos de su reputación, no se echaron atrás: había una libertad que conquistar. El Orden, con el estoicismo que lo caracteriza, plantó cara a la oscuridad que quería acabar con la llama de Daarmina: había un pueblo que alimentar, y el bien de la mayoría primaba sobre los privilegios de una minoría.

En esta situación, el Congreso se vio desbordado. ¿Que hacer con aquellos que no desean el Orden? No se puede permitir otra forma de gobierno en contacto con el Orden, pues éste perdería su estabilidad. No se les podía exterminar, pues son seres humanos con unos derechos inalienables. Ante la amenaza del ocaso del Orden, el Congreso tomó la peor decisión desde el exterminio de los tidar: creó los centros de reeducación. En ellos, se encerraría a los insurgentes y a los criminales, y se les intentaría reintroducir en la sociedad. Todo el mundo clamó por una solución fácil, por una respuesta correcta, pero esta no llegó, así que se tomó una decisión a sabiendas de que era errónea, pero con la seguridad de que era lo mejor que podían idear. Y así, se inició el contraataque del Orden en esta guerra de sombras.

Y así, queridos lectores, es como se eternizó un conflicto fratricida en el que nadie puede ganar. No existen soluciones fáciles, ni respuestas correctas. Así pues ¿Sabiendo que hicieras lo que hicieras errarías, favorecerías a la mayoría a costa del privilegio de unos pocos o lucharías hasta las últimas consecuencias por la libertad? Ambos caminos son nobles, y ambos son erróneos.
Yo, por mi parte, tengo claro que lucharé por la justicia, pues los derechos del individuo están supeditados a los del conjunto.