Hace no muchos días me llegó de varias fuentes un vídeo promocional navideño que podía hacer que a más de una (persona) se le salieran las lágrimas. Supongo que me afecta de una forma muy directa por mi condición de persona (¿parcialmente?) transexual. En fin, sin más preámbulos,
aquí está el vídeo. Si no lo ven, el resto del artículo no tiene mucho sentido.
Como digo, queda como una historia realmente bonita y navideña, pero pasado el efecto inicial, a mí se me reenciende el sentido crítico y da lugar a los pensamientos que pienso verter en este artículo.
En primer lugar, y realmente importante, creo que no debemos dejar de ser conscientes de que esto es un spot comercial de una empresa que se dedica a vender un veneno tóxico de uso habitual recreativo que tiene un efecto conocido en conductas violentas, desinhibición, incapacidad de reconocer los riesgos... y a largo plazo no es mucho mejor: enfermedades hepáticas, diversos tipos de cáncer, problemas mentales… toda una misión social.
Así que cuando yo pienso que una empresa que se dedica a vender bebidas alcohólicas ha realizado un vídeo promocional tratando de una forma frontal un asunto de identidad de género, no tiendo a imaginarme que se haya producido el siguiente debate en el seno de su directiva:
Directivo:
“Sé que el único punto del orden del día es la campaña navideña, pero es que he tenido una gran idea de la que quiero convenceros. Creo que debemos dar visibilidad a las cuestiones de identidad de género desde una perspectiva totalmente positiva y acorde no a los tiempos que corren, sino a los que están por llegar”.
Responsable de la agencia de publicidad:
“Pero señor, esta decisión podría posicionar a su empresa en esas cuestiones y hacer que sectores fuertemente reaccionarios tomen partido en contra de sus productos”.
Directivo:
“Soy consciente, pero por encima de los hipotéticos beneficios de esta entidad comercial está la moral, y debemos sentar las bases, ser un ejemplo para la sociedad”.
Yo me imagino que la situación se parecería más a lo que sigue.
Directivo:
“Pues la verdad es que todas las ideas que me habéis presentado me parecen una puta mierda. Son indistinguibles a las de la competencia, y se parecen a las de los últimos diez años”
Responsable de la agencia de publicidad:
“¿Y qué tal la historia de la chica trans?”
Directivo:
“¿Es así como hay que decirlo ahora?”
Responsable de la agencia de publicidad: “Es un mensaje bastante osado, comparado con las alternativas.”
Directivo:
“Sí, pero no tenemos que perder de vista nuestro público objetivo, que si no me equivoco sigue siendo…”
Responsable de la agencia de publicidad:
“Nadie va a cambiar sus hábitos de consumo por un anuncio, y sin embargo sí que podemos atraer a un público nuevo. Además los estudios al respecto sostienen que es un tema que causa simpatía entre algunos sectores de izquierda y que podríamos hablar de un ascenso de ventas del ocho por ciento”
Directivo:
“… ocho por ciento… haber empezado por ahí.”
Pero el asunto en sí no es si las empresas tienen o no un criterio moral más allá de su objetivo económico. Para mí el asunto está más bien en la historia en sí, en ese positivismo navideño más allá de toda duda, de esa familia idílica que acepta la transición de género de una de sus jóvenes integrantes. Porque ya se ha visto cómo es en la imaginación de los creativos de las agencias de publicidad, ahora veamos cómo es más bien en la vida de una persona trans. De Valeria, aquí presente escribiendo.
Al principio todo transcurre con relativa normalidad. Yo me siento incómoda porque todo el mundo está mirando y mi padre no me había abrazado en años, pero bueno, es mejor eso que un drama.Mi primo suelta un chascarrillo. Él no es facha, es de extremo centro, y nadie le engaña (los chicos tienen pene y las chicas vagina).Mi tía se lleva a sus dos jóvenes hijos al baño. No sé que les ha explicado pero cuando vuelven, no miran hacia mí.Mi prima (no hermana del de extremo centro) reconocida feminista, es la primera que me habla frontalmente del tema. Me dice que apoya mucho a los trans pero en tanto que quede claro que NO somos mujeres… Ella no es terfa, es solo es de extremo feminismo.El alcohol (inserte aquí marca del patrocinador) empieza a volar y la gente se desinhibe. Uno de mis tíos, reconocido falangista ya no se corta un pelo y me dedica un epíteto que me hace sentir mucha incomodidad.Mi otra prima, reconocida y orgullosa TERF, que también le ha dado al alcohol, afirma que el lobby homosexual quiere que haya embarazos subrogados, y que los machirulos no deberíamos invadir el espacio femenino con nuestra polla.Uno de los niños más jóvenes dice que no es para tanto, que en su cole hay maricones y que el cura les da terapia y ya está.Yo me voy al servicio a llorar. Probablemente se me corra el maquillaje.En el viaje de vuelta, mi padre dice que ya tiene bastante con tener que aguantar mis gilipolleces de adolescente en casa, que si no podría haberme comportado de forma normal al menos en la maldita cena de navidad. Mi madre discute con él, y yo solo me quedo callada esperando que esta no sea la pelea que los lleve al divorcio.Aún así, cuando llegamos a casa y mi padre se ha dormido, mi madre me hace saber que tengo derecho a ser lo que quiera, pero que en nuestra familia son muy especiales, y que si no podría comedirme en esos entornos para evitar problemas.Nos llaman por teléfono. Un personaje random de es esta historia ha tenido un accidente de coche al volver a casa por conducir bajo los efectos del alcohol.Años después, otro personaje desarrolló cirrosis. El alcohol consumido con moderación TAMBIÉN es una mierda.
Y ya está. Bueno, yo nunca me atreví a demostrar mi identidad de género ante mi familia siendo adolescente, y la verdad es que no creo que lo hiciera ahora. Y bueno, supongo que este tipo de historias navideñas pueden ser algo así como un camino hacia la normalización de nuestra situación, y de verdad que yo espero que esa sea la realidad de todas las personas trans, hoy y en el futuro, pero yo creo que más bien lo que nos va a esperar durante mucho tiempo es comernos una m*****.
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