La muerte siempre está ahí. Uno puede pensar en ella o no hacerlo. Puede atraerla con gran facilidad o alejarla un poco con gran dificultad, pero en algún momento de su vida se habrá de encontrar con ella o con sus efectos, y habitualmente no estará preparado.
La realidad es que siempre estamos muy cerca de ella, mucho más de lo que nos gusta pensar. Nos gusta sentirnos en una burbuja de seguridad en la que no solo nosotros somos permanentes en el tiempo, sino que las demás personas con las que tratamos son también pilares con los que podemos definirnos y en los que podemos apoyarnos, pero la realidad es que todos somos extremadamente frágiles y susceptibles de perder lo poco que tenemos.
Durante los últimos seis meses he sido consciente de la muerte de dos roleros con los que he tenido trato. Uno célebre, Humuusa, y uno mucho más anónimo, Jaso, quien pese a su juventud sufrió una grave complicación de una enfermedad común.
Hace unos pocos días escribía un artículo sobre
la muerte silenciosa en internet. En el caso de Humuusa nos enteramos por una casualidad que no quiero comentar, y se trataba de un sujeto que realizaba grandes aportes en la comunidad y tenía un peso más que apreciable en los crowdfunding, así que en el caso de jugadores que realizan aportaciones menos globales, creo que los fallecimientos pueden ser muchísimo más silenciosos.
Y a donde quiero ir a parar es que los roleros somos, más que nadie, dos personas. Habitualmente no compartimos nuestra afición con nuestra familia, ni compartimos a nuestra familia con nuestra afición. Este tipo de roleros, por lo tanto, tiene dos identidades separadas que incluso cuentan con nombres diferentes.
Esto me lleva a pensar que nosotros nos estamos despidiendo de una persona completamente diferente. Donde la familia se despide de una persona que estudiaba o trabajaba con la que hacían los quehaceres más habituales, nosotros nos despedimos de alguien que mataba orcos, hackaba corporaciones, o quizá escribía artículos, traducía aventuras o programaba crowdfunding.
En este sentido nosotros somos también una especie de familia de los caídos. Sin ponernos románticos, ni nada así, no digo que de repente seamos la megacomunidad de rol ni nada así, pero si los roleros no recordamos a los roleros caídos, nadie lo hará. De acuerdo que su familia los honrará como padres, maridos, hijos, trabajadores, pero seguramente no sabrían cómo despedir a esa segunda personalidad que nosotros conocemos bien.
Es posible (no lo sé) que la familia de la persona que nosotros conocíamos como Humuusa nunca lea este artículo. Quizá ni siquiera sepan que
tenía un importante blog en que dirigía traducciones que le ocasionaron incluso conflictos con una editorial.
Ahora sus blog ya no tendrán más post. Con el tiempo, quizá se cierren de forma automática. ¿Qué sentimos por ello?
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