Este es el relato de mi personaje; su origen, y la historia de cómo llegó un guerrero gunear a viajar hasta la lejana tierra de Harrasia.
Prólogo
El guerrero abrió los ojos.
Supo dónde estaba nada más hacerlo. Sentía que en su mente había una claridad que nunca jamás había conocido antes en toda su vida. Como si, al dejar atrás todo, la pesada carga que le había envuelto desde su nacimiento se hubiese desprendido, y ahora solo quedase pensamiento, puro y cristalino.
Miró hacia arriba. No había un sol en el cielo, ni tampoco una luna, ni estrellas. Y pese a todo, podía ver el paisaje que se extendía a su alrededor, como si no existiera la oscuridad. Un desierto infinito, lleno de arena rugosa y basta, muy distinta a la fina arena del lugar donde había estado por última vez antes de abrir los ojos.
Y delante de él había una figura humana.
También le identificó al instante. De niño había oído su descripción innumerables veces de boca de los más exaltados miembros de su pueblo, había historias y epopeyas en torno a él. Su aspecto imponía admiración, respeto y temor; todo a la vez. Era como si la mirada que se adivinaba a través del único ojo que tenía oculto por su casco hecho de raíces se clavase con la fuerza de una jabalina en su ser, y lo atravesase de parte a parte para desgarrar su alma. Una capa de piel le cubría casi por completo, dejando entrever tan solo en su mano diestra una enorme hacha que parecía contener en su interior todos los glaciares del mundo, y en su siniestra un ignoto cáliz cuyo líquido era de un rojo más oscuro que cualquier icor creado por los hombres.
El guerrero dejó que el silencio del desierto persistiese unos instantes más, antes de romperlo.
-Así que por fin ha pasado. He muerto.
-SÍ.
La voz con la que la figura había hablado no se parecía en nada a ningún sonido que hubiera oído sobre la faz de la tierra. Era como si no fuese siquiera sonido, sino la pura idea de la palabra, desnuda de forma, el puro concepto y espíritu de todo lo que significaba la palabra, en este caso, "sí".
-El último golpe era mortal de necesidad. Cuando esa montaña de músculos me golpeó en el torso pude notar cómo las costillas se me quebraban y clavaban en los órganos. No tenía fuerzas ni para levantar mi arma.
Como si aquellas palabras encerrasen alguna clase de poder, se percató de que llevaba en sus manos una alabarda. No una cualquiera, sino la suya propia, a la que tanto aprecio tenía y que tantísimos problemas le había causado en su vida. Y también tenía su armadura al completo. Era curioso, a pesar de su claridad de pensamiento no se había dado cuenta de ellas hasta ahora.
-Me enterraron con mis armas- en su voz se percibía un poco de asombro.
-ASÍ ES.
-Tuvo que ser Beower. Él siempre ha estado ahí, a mi lado, en los momentos más difíciles, dispuesto a darlo todo por mí. Incluso cuando me marché de las montañas nevadas él me acompañó, a pesar de que sobre él no pendía ningún crimen. Fue mi seguidor hasta el final. Y se lanzó conmigo en aquel ataque al interior de las minas donde morí. Imagino que eso supone que él salió con vida. Me alegro mucho de ello.
Miró a su interlocutor, que parecía escucharle serenamente con la paciencia de las montañas.
-Quisiera saberlo. ¿Qué ocurrió al final con mis otros compañeros en Nased? ¿Qué le pasó a la familia de Khalik al final?
-SOBREVIVIERON. KHALIK Y SU FAMILIA VIVEN CON LAS TRIBUS DEL DESIERTO AHORA. FARUQ HA VUELTO A SER ACEPTADO POR LOS SUYOS.
Se sintió tentado a preguntar también por el destino de Laila, Absí o Dhaida, pero de alguna manera, sintió que no era necesario. Eran chicas listas, pensó mientras sonreía para sí, estaba seguro de que pasase lo que pasase, habían salido airosas.
-Necesito saber... todo lo que hice... ¿estuvo bien? He hecho muchas cosas malas, o como mínimo dudosas a lo largo de mi vida. ¿Hice lo correcto al ayudarles, al matar a todos aquellos hombres de las bandas, al vengar a mi hermano?
-ESTÁS ERRADO. NO ME IMPORTA SI CREES QUE LO QUE HACES ESTÁ BIEN O MAL, Y NO ME PREOCUPA SI TUS ACCIONES SON CORRECTAS O NO. LO ÚNICO QUE ME AGRADA ES EL CORAJE. Y TÚ, ARRIK, HIJO DE SIALTEINN, HAS MOSTRADO UN GRAN VALOR AL LUCHAR Y MANTENERTE FIRME HASTA EL FINAL CONTRA UN OPONENTE MÁS PODEROSO QUE TÚ MISMO. POR ESO HE VENIDO PERSONALMENTE AQUÍ.
-Comprendo- Arrik en verdad no podía esperar algo diferente de Thargron, el dios patrón de la guerra, homenajeado por todos los hombres de los clanes guneares. Una nueva pregunta surgió como una burbuja en su mente- Mi hermano Faregar... también está por aquí, ¿verdad?
-SÍ.
-¿Puedo... verle?
-SI ESTÁS PREPARADO, SÍ.
Arrik casi estuvo a punto de afirmarlo de inmediato, pero había una última cosa pendiente antes de dejar definitivamente atrás su existencia mortal, algo que hasta el momento no había sido posible, pero cuya oportunidad era inmejorable. Tenía que hacerlo ahora o nunca.
-Marloc- el nombre de aquel hombre que tanto había odiado, y al que a la vez tanto había llegado a respetar, dio paso a su vez a otro- Niamad. Faruq me dijo que le habían matado, y que había vuelto a levantarse una vez más. Sólo los dioses saben cómo fue eso posible.
-NADA TUVE QUE VER EN EL ASUNTO AL QUE REFIERES- dijo el dios, adelantándose a lo que quería preguntar.
-¿Y quién puede saberlo?
-PREGUNTA A TAHARDA, LA DIOSA DE LA MUERTE. Y SI ELLA NO TE DA LA RESPUESTA QUE BUSCAS, NO LA TENDRÁS.
-A menos...- empezó a decir el guerrero gunear. Una idea empezaba a tomar forma en sus pensamientos, al tiempo que las emociones que había guardado siempre en su corazón comenzaban a llenarle por completo- que pregunte a todos los dioses, hasta que pueda encontrar a aquel que intervino en el alzamiento de Marloc- semejante propuesta al morir era una idea inverosímil, inconcebible, pero Arrik sabía que estaba siendo concebida- O por lo menos, que pueda ofrecerme la respuesta sobre qué ocurrió realmente- estaba hablando más consigo mismo que con su dios.
-TÚ QUERÍAS VER A TU HERMANO.
-Y lo quiero, sí, sigo queriéndolo... Pero antes de reunirme de nuevo con Faregar necesito saber qué le ocurrió de verdad a Marloc. Antes de dejarlo todo atrás, debo resolver este asunto. Faregar me esperará: tenemos mucho, mucho tiempo para reencontrarnos. Además- dijo mientras con una oscilación de su mano se puso con detallado movimiento la alabarda al hombro- siempre he sido de espíritu aventurero. Tengo mi arma. Y tengo mi armadura para afrontar a los peligros del más allá. Sí, una última hazaña, una última aventura antes de aceptar mi lugar en la otra vida. ¡Por Thargron!
El dios le miró a través de su casco de raíces, sin alentarle o reprobarle por su decisión. Una vez quedó patente la determinación del guerrero Arrik, hijo de Sialteinn, y hermano de Faregar, el dios no dijo nada.
Simplemente se dio media vuelta y marchó, hasta perderse de vista, más allá de las dunas del desierto de las almas.
Arrik decidió empezar también a caminar. Sabía que sería duro, pero tenía todo el tiempo del mundo. Se encontraría de nuevo con Faregar, pues tenía que decirle que se había encargado de vengar su muerte en la tierra. Pero mientras tanto tenía mucho camino por recorrer, y mucho tiempo para pensar.
Empezó a repasar su propia vida y sus actos durante su existencia, mientras se perdía en la lejanía...