Arrik
19-11-2017 14:04
El guerrero gunear, que tantas tribulaciones y amarguras había sufrido desde su llegada a la ciudad maldita de Nased, tantos combates y tanta muerte, contempló las famosas minas, fuera de los muros de la ciudad.
Había llegado a Nased exiliado de sus montañas natales, con la idea de buscar a su hermano en su vida viajera. Encontrarle muerto, por culpa de la absurda guerra entre las bandas de criminales le había ocasionado tal tristeza, tal ira, que había jurado vengarle destrozando a todas aquellas bandas que infectaban la ciudad. Durante mucho tiempo no había podido hacer mucho: había encontrado algunos aliados, e incluso amigos; se había erigido como líder de sus propios hombres, pero no había podido asestar un verdadero golpe mortal a las organizaciones criminales: ni al Sindicato de minería, ni a la banda de Marloc.
Hasta esa noche.
Decidido a cobrarse por fin su venganza, a poner toda la carne en el asador para destruir al Sindicato en su propio cuartel, había reunido a todas sus tropas, y también hombres de la banda de Marloc, con la esperanza de destruir las fuerzas de ambas bandas en la lucha. Él había sido el primero de todos en cargar dentro de los laberínticos túneles de las minas con una sola misión en la mente: matar a todos. Gracias a la información proporcionada por Laila, el guerrero pudo abrirse paso en las galerías e hizo lo que mejor se le daba: su alabarda probó aquella noche más carne y vísceras que en muchos años. Sabía que aquella noche, se vengaba del Sindicato.
Su final fue el digno de un guerrero. Aquella noche, en aquellos oscuros y tenebrosos túneles, se enfrentó al oponente más duro que jamás había encontrado: un verdadero guerrero en las filas del Sindicato. Incluso con toda su habilidad, no pudo llevárselo personalmente por delante. Cuando un mangual le destrozó las costillas, supo que no sobreviviría a aquel ataque.
Pero estaba preparado. Sabía a lo que se atenía, se había preparado mentalmente para terminar con su odio, dispuesto a luchar con todo su corazón, y estaba listo para abrazar su propia muerte en combate. Cuando un último golpe en aquella lucha le arrebató su último aliento, lo hizo con la seguridad de que, por fin, su misión había terminado.
Re: Arrik
19-11-2017 15:42
Que lo acojan sus dioses.
Re: Arrik
19-11-2017 23:29
Quie dioses tuios ti amparen, amigo mío. Nunca olvidarte como gran guerero y amigo.