Hermanos Juramentados de la Espada Negra
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Volver
7-12-2016 00:08
Por Minea
Camino con la cabeza baja, noto mi pulso acelerado y me doy cuenta de cómo palpitan todas mis cicatrices …. ¡Sigo viva!... pero muerta en vida. Cuando pensaba que esta lucha me daría la libertad, ha dado con mis huesos nuevamente en este sitio repugnante, ¡cómo lo odio!
Estamos llegando, los puñeteros guardias de este tipo asqueroso que me sigue poseyendo ya están abriendo las rejas. Las franqueo. Otra vez aquí, sigo teniendo el mismo cielo sobre mí, pero no es el mismo. No soy la misma.
Me dirijo sin dilación hacia la que era, es, mi chabola, con suerte seguiré teniendo mi jergón, pero quizás eso sea pedir demasiado y está visto que hoy no es mi día. Efectivamente, ya se han repartido mis cosas, no me importa, estoy demasiado cansada para luchar por unas ropas malolientes. Me voy hacia un rincón no tan sucio, aparto cuatro piedrecitas con el pie y me dejo caer laxamente. Sujeto mi espada con firmeza, es lo único que tengo ahora mismo y quiero seguir con ello, cuando estas perras se percaten la van a querer y no la van a conseguir.
Sale el sol y sus primeros rayos inciden en mis ojos. Empiezo a mover mi cuerpo agarrotado, consigo poner mi cabeza orientada hacia el lado contrario y puedo descansar un rato más. Pero poco después se escucha el frufrú del resto de mujeres que estamos por allí. Ya una se incorpora y bosteza sonoramente, otra se tira un pedo sin vergüenza ninguna y la de más allá se ríe a carcajadas. Los sonidos de siempre.
Me levanto y me acerco al abrevadero, veo mi reflejo y es verdad, no soy la misma. Mis ojos hasta han perdido su color, son casi marrones ahora mismo. Y las cicatrices de mi cara están más duras, más oscuras, parezco más vieja y sólo ha pasado una semana. Este sitio acabará conmigo y he tenido que volver.
Estamos llegando, los puñeteros guardias de este tipo asqueroso que me sigue poseyendo ya están abriendo las rejas. Las franqueo. Otra vez aquí, sigo teniendo el mismo cielo sobre mí, pero no es el mismo. No soy la misma.
Me dirijo sin dilación hacia la que era, es, mi chabola, con suerte seguiré teniendo mi jergón, pero quizás eso sea pedir demasiado y está visto que hoy no es mi día. Efectivamente, ya se han repartido mis cosas, no me importa, estoy demasiado cansada para luchar por unas ropas malolientes. Me voy hacia un rincón no tan sucio, aparto cuatro piedrecitas con el pie y me dejo caer laxamente. Sujeto mi espada con firmeza, es lo único que tengo ahora mismo y quiero seguir con ello, cuando estas perras se percaten la van a querer y no la van a conseguir.
Sale el sol y sus primeros rayos inciden en mis ojos. Empiezo a mover mi cuerpo agarrotado, consigo poner mi cabeza orientada hacia el lado contrario y puedo descansar un rato más. Pero poco después se escucha el frufrú del resto de mujeres que estamos por allí. Ya una se incorpora y bosteza sonoramente, otra se tira un pedo sin vergüenza ninguna y la de más allá se ríe a carcajadas. Los sonidos de siempre.
Me levanto y me acerco al abrevadero, veo mi reflejo y es verdad, no soy la misma. Mis ojos hasta han perdido su color, son casi marrones ahora mismo. Y las cicatrices de mi cara están más duras, más oscuras, parezco más vieja y sólo ha pasado una semana. Este sitio acabará conmigo y he tenido que volver.
