Algunas personas me dijeron, al acabar este mes, que no considerara el
resultado del juégame como un fracaso. Yo respondí a todos igual, diciendo que no había pensado en el asunto, y que ya pensaría en ello llegado el momento. Finalmente escuché tanto la palabra “fracaso” que el pensamiento me llegó de forma natural. ¿Ha sido un fracaso?
En primer lugar nunca me pregunté si el asunto estaba bien planteado. El mes pasado tuvimos la friolera de cuarenta partidas, lo cual me pareció increíble (y me condenó a trabajar mucho). Pensé que repetirlo sería también algo sorprendente, pero no repetirlo no tenía por qué serlo (sorprendente).
Tampoco tenía muy claro si estábamos preparados para hacer un crowdfunding inmediatamente, pero pensé que si recibíamos tanto apoyo inmediatamente, entonces de alguna forma había que retribuirlo con una expresión tan clara e innegable.
Sí quería que el relato se publicara junto al libro cuando saliera, pero eso no se logró, y eso sí que me puede oler un poco a fracaso… pero tampoco mucho, por tres motivos.
- Yo me conformo con su publicación digital y que lo lea quien le apetezca. Esta será muy pronto, tan pronto como “mañana”.
- Quizá algún día saquemos un compendio “un año de juégame” o algo así. Encajaría muy bien ahí.
- En verdad llegamos a las treinta partidas, gracias a las jugadas en las jornadas de la logia de los aventureros de Motril… pero no las subieron. O no las subieron a tiempo. Qué se yo.
Ahora bien, supongo que a fin de cuentas no conseguir lo que uno se propone es un fracaso. No pasa nada, simplemente no hay que tomárselo de forma destructiva, sino vivir con ello tranquilamente. Querría ampliar un poco este asunto de los fracasos tal y como yo lo veo.
Cuando este que escribe era joven e ingenuo pensaba que todo en la vida se podía acometer. No me entiendan mal, no quiero decir que creyera que fuera a conseguir todo cuanto me propusiera, solamente las cosas importantes, y con esto quiero decir las emocionales. Lo que quiero decir es que mientras hubiera voluntad se arreglarían siempre las cosas.
Supongo que llega el momento en la vida de toda persona en el que uno se da cuenta de que las cosas no siempre son así. Cuando alguien le dice a uno: “eh, hasta aquí hemos llegado porque yo lo digo”. Y no me refiero a una negativa superficial, sino de alguien con quien se ha alcanzado algo importante, y con quien no se va a legar a más porque lo dice la otra persona. Y uno se lo tiene que tragar porque es así; el burro es de esa persona, y en su burro manda ella.
Cuando esto ocurre, uno suele sentir muchas cosas, y ninguna de ellas es agradable. Puede sentir pena, tristeza, vergüenza, arrepentimiento, rencor, ira, frustración… supongo que dependerá de cada uno y de cómo es la situación. Pero tiendo a pensar que si uno puso todo de su parte, entonces será más bien una (o varias) de las primeras.
A veces a uno le explican que esa relación no da a más. Que es todo lo que hay porque todas las partes se estaban haciendo daño, y aunque eso puede tener sentido, aún así uno puede estar aún haciendo algo por solucionarlo. Me pregunto si en estas situaciones no se podría dar quizá una cierta holgura de juicio, un acuerdo entre personas de ser más tolerantes para poder mantener algo que en algún momento sí tuvo sentido.
Creo que para mí esto es el auténtico fracaso. El que realmente duele y le hace a uno preguntarse qué merece la pena. Porque si no lidia con esto muchas veces deja incluso de perseguir de una forma voluntariosa el éxito, pensando, al menos subconscientemente, que está avocado al fracaso. Y quizá sea el camino a llevar. Quizá es no teniendo nada como uno debe recibir los éxitos que sí alcance.
Curiosamente en las cuestiones creativas me ocurre exactamente lo mismo. No es que sea un proceso similar, es que son la misma cosa. De acuerdo que una relación personal es algo más evidente, pero en realidad si uno tiene un impulso creativo… se crea una relación muy directa entre creador y lector-oyente-jugador-usuario. Y por eso todas “las veces que te dicen que no” tienen su parte de fracaso, y duelen.
Quizá debería hacer las cosas de otra forma. Entender que los asuntos personales van por otro lado, o pensar mucho más en “las veces que me dijeron que sí”. ¿Qué se yo? Al final lo que aprende uno es a no esperar, y simplemente a aceptar lo que llegue. Lo malo es que es deprimente. En muchos sentidos.
Y por todo esto esta es una entrada dedicada a todas las personas que me dijeron que no, en un sentido o en otro.
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