El muy estimado Funs Athal ha escrito un texto sobre
cuando asistir a unas jornadas se convierte en un trabajo, y creo que lo cierto es que tiene toda la razón sobre este concepto. No obstante como cita a la hermandad como una de las entidades que asiste a más jornadas me ha parecido interesante hablar de mi experiencia, porque soy uno de los hermanos que más se desplaza.
Acudir a unas jornadas como un colaborador es algo muy diferente a hacerlo como un asistente, y estoy seguro de que también es muy diferente a obrar como organizador. Hay todo un equilibrio entre todas estas entidades que debe conservarse: los asistentes deben estar a gusto, los colaboradores también, y los organizadores obviamente también, o el asunto se acabará. También tienen que salir contentas las tiendas, y en muchos casos otras entidades como los políticos.
Yo asisto a las jornadas como un colaborador interesado, con lo que aporto actividades, y recibo beneficio en el sentido de que aquello en lo que participo consigue visibilidad. Pero claro, parte del problema es que no voy como asistente, y por lo tanto la función principal (divertirse) para mí está en entredicho.
Dicho esto, allá voy con las cosas que me gustan y las cosas que no me gustan de las jornadas, desde un punto de vista personal similar al que cita Funs Athal en su artículo.
LO QUE ME GUSTA
Jugar
Para eso vamos, a fin de cuentas. Creo que odiaría mi vida si no disfrutara de jugar al rol incluso en jornadas. No todas las partidas del juego de rol son satisfactorias, y no todas las veces que le enseño el juego de mesa me lo paso bien.
Hay ocasiones en las que me han planteado formas más mecánicas de hacer las demostraciones con el fin de conseguir mejor aprovechamiento del tiempo, y mejor aprovechamiento de los recursos, por lo tanto. Yo siempre me he negado incluso a las fichas pregeneradas. Estoy ahí para jugar, y si pervierto eso, lo voy a pasar como el culo.
Conozco a otros colaboradores que acaban hartos de demostrar sus juegos. Yo no, a mí me gusta de verdad.
Las relaciones
Quizá suene a una chorrada, pero en las jornadas hablo con un montón de gente y en su mayoría me resultan agradables. Ahí sentado en el stand tengo muchas conversaciones, y también veo a mucha peña disfrutando en su ámbito natural, y aunque yo no puedo participar en las actividades, me hace ilusión ver que el evento divierte.
Esto supone un contraste muy notable con mi día a día, en el que rehuyo de toda compañía y conversación como terrible ser antisocial. Además no necesito excusa para entablar relación con la gente. ¿Que miran al stand? Pues ya solo le digo “¿conoces Espada Negra?”, y aunque no le interese siempre aprendo algo. Mi mente de escritor agradece mucho estos momentos.
Firmar libros
Con esto del “paga lo que quieras” debemos haber vendido entre dos y tres centenares de novelas en jornadas, ¡así que también he firmado un montón! Y en realidad no es asunto de ego, es un asunto de conocer a la gente. ¿Por qué? Pues porque yo no firmo de forma mecánica. Me gusta saber algo de la persona y encontrar algo personal que poner, y esto lleva algo de tiempo y un poco de conversación, y aunque al cabo del día llega a agotar, yo creo que es algo que no debo perder. Y me gusta mucho sentir esa relación, y no por ego.
El cosplay
Hay muchas personas que abominan de esta costumbre, pero yo no soy una de ellas, a mí me gusta el cosplay. En esta curiosa actividad los asistentes añaden color y variedad a la convención, y lo hacen con su propio esfuerzo. Con su expresividad física dan un mensaje que a mí me gusta: estamos aquí para divertirnos, para hacer algo diferente a lo habitual. Me gustan hasta los cosplays de mala calidad. Quizá sean los que más me gustan.
Ojalá yo me pudiera cosplay-ear fácilmente de eridio o de tírtico o algo así.
Esa charla con los organizadores
En algún momento del evento unos atareados organizadores se paran junto a mí y me preguntan cómo van las cosas, y empiezo a tener una conversación de “esto y de lo otro”, y me doy cuenta de que son los organizadores principales (si no lo sabía ya), y muchas veces la conversación mola.
Es especialmente positivo cuando se produce el último día, con todo el mundo recogiendo. Se hace una valoración rápida, se señalan los momentos fuertes y se manifiestan buenos deseos. Muchas veces pienso en quedarme a ayudar, y aunque a veces lo hemos hecho, por lo general tenemos muchos kilómetros por delante, y en realidad vamos a ser los ultimos en meternos en la cama, así que nos vamos a quemar ruedas cuanto antes, lo que me lleva a...
Ese viaje con algunos colegas
En algunas jornadas se apuntan miembros de la hermandad y otros voluntarios para echarnos una mano. Creo que para estas personas que viajan ocasionalmente con nosotros es mucho más divertido porque es excepcional, y muchas veces flipan con la experiencia, y vuelven muy animados.
Mi experiencia habitual en este sentido es conducir una burrada de kilómetros de noche bastante cansado y por lo tanto bastante tranquilito y muy despacito. Y en ese estado natural de cansancio, una persona que está levemente extasiada por la experiencia de un fin de semana divertido es una compañía deliciosa, y recuerdo viajes de cinco horas que se me han pasado volando y que creo que voy a recordar toda la vida.
Sentir que ha servido
Supongo que la cosa que más me gusta es sentir que la inversión ha merecido la pena en algún sentido relacionado con mis anhelos, que en este caso están relacionados con expandir Espada Negra. Me mola sentir que la peña ha estado contenta jugando, que están interesados en mirar la web, o que las cajas de material vuelven más vacías. A eso vamos, a fin de cuentas.
LO QUE NO ME GUSTA
Esa incertidumbre viajando
Muchas veces vamos en el coche y no sabemos lo que nos espera. No sabemos si vamos a tener un buen sitio, si vamos a contar con espacio para partidas, si nos van a tratar bien, o si nos van a dejar poner una lona. Todas estas cosas son muchas veces una incógnita, y afrontar un viaje con esa sensación es bastante asqueroso. Y como nos hemos encontrado de todo, pues no sentimos mucha seguridad, y siempre vamos con reservas, a no ser que conozcamos ya bien a los organizadores, lo que me lleva...
Los organizadores que me tratan como a una mierda
Yo tengo clarísimo que los organizadores de todas las jornadas se pegan un curro enorme para conseguir que su evento salga bien, pero los colaboradores también nos damos nuestro curro, y también invertimos nuestros recursos. De acuerdo que tenemos un interés y algo que sacar, pero yo creo que en esa relación no se nos debe tratar como a basura.
Y vaya, que ni siquiera es por una cuestión personal o de ego. En ese sentido hasta me divierte que me traten como a basura. El problema es que a veces hemos invertido recursos en llegar al sitio, y nos tratan como a mierda.
Al principio me lo tomaba fatal, y me quedaba con ganas incluso de marcharme inmediatamente. Con el tiempo he aprendido a tomármelo con calma, aprovechar las jornadas en lo que puedo, y luego poner una reseña negativa, y a otra cosa.
Los agravios comparativos
Esta es una variedad de lo anterior no tan evidente y desagradable, pero aún así fastidiosa. Por ejemplo, que el lugar que le han asignado a uno está en el pasillo de salida tras una columna, o que las partidas de tal editorial se anuncian por megafonía, o saber que a algunos invitados se les paga el alojamiento.
Y ojo, que yo no pido un trato favorable. Pero los agravios comparativos hacen daño a la competencia.
La ineficiencia que me hace cómplice o me perjudica
Me llegan jugadores y me dicen que no se han apuntado a mi actividad porque no quieren aguantar una cola de dos horas. O me llegan jugadores que no tienen interés en la actividad, pero que han acabado en ella por un error de la organización, y así unas cuantas cosas.
Recuerdo que en una ocasión estábamos con nuestras demos de juegos de rol y juegos de mesa, cuando me acerqué a la organización a pedir que me confirmaran un horario. Entonces llegó un grupo y preguntó si tenían alguna actividad de juego de mesa competitivo para dos o más jugadores. ¿Y qué les dijeron los organizadores? Que no. Y teníamos incluso torneo puesto en sus putas actividades, aún me escuece el culo de aquello.
El agotamiento y la obligación
Mi vida no es siempre una continuidad de estabilidad emocional, por lo que no siempre me apetece echar el fin de semana en unas jornadas. Hay ocasiones en las que se me hacen completamente cuesta arriba y que estoy deseando que llegue el lunes y… volver al trabajo. Puede resultar totalmente destructivo para el ánimo. Así que ya sabéis, si veis a un colaborador cabizbajo en su stand, acercaos a darle la mano y saludarle, que anima un tanto.
Incluso yendo con ganas, el agotamiento se nota una barbaridad. Y eso que nosotros, los hermanos, ni llegamos los primeros ni nos vamos los últimos, pero muchas veces sí somos los que más van a viajar.
No poder participar en las actividades
Es muy obvio, pero es verdad. Cuando uno está en un stand no le sobra ni un minuto, así que el resto de actividades las ve como algo lejano. Yo lo más que saco es un rato de “me voy a ver qué hay”, pero de apuntarme a jugar a algo, nada de nada.
El balance negativo y la incertidumbre de resultados
Hay una cosa que escuece, y es que después de costear el kilometraje y el pernoctar (que no son cosas baratas) salga que hemos palmado pasta. Es algo que los dos primeros años aceptábamos, pero que no podemos afrontar indefinidamente. Curiosamente que esto salga mejor o peor depende principalmente de los organizadores, y siempre intento decirles cuales son las condiciones que ayudan. No es que quiera ser un convenido, es que quiero seguir pudiendo ir.
Se puede decir que se obtiene un beneficio positivo que no es el económico inmediato, sino de visibilidad. Creo que es cierto, pero la verdad es que nunca he sido capaz de valorarlo con los medios a mi disposición.
Los sorteos de material mal hechos
Muchas jornadas hacen sorteos de material, y la mayoría lo hacen el último día, cuando no quedan ya tantos asistentes. Muchos le han dado a los organizadores sus papeletas para que recojan por ellos, de hecho… y empieza el sorteo… y no paro de ver a gente con camiseta de organizador recoger material.
Yo entiendo que organizar jornadas es un esfuerzo de la hostia, y que un pequeño dulce al final de la jornada no es ni siquiera compensación suficiente… pero hay algunos casos que son un poco feos. Y ojo, que yo suelo tirar mis papeletas para no llevarme nada.
EN CONCLUSIÓN
A mí me gusta acudir a jornadas, y encuentro un montón de cosas positivas en hacerlo, pero hay muchos aspectos negativos que agrían mucho la experiencia.
Es curioso que en algunas jornadas los organizadores me agradecen absolutamente nuestra presencia y se ponen totalmente por debajo (que no es eso), mientras que en otros casos nos tratan como a ratas interesadas y están totalmente por encima (que tampoco creo que sea eso).
Como resultado de todo esto, “que las jornadas se vuelvan como un trabajo” tal y como señala Funs Athal, está lleno de caras. Tras tres años yendo mes tras mes, y a veces semana tras semana yo ya creo tener un criterio bastante formado.
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