Hace un par de días anunciaba un cambio de rumbo en mi intención de escritura de artículos en relación con la periodicidad y temática. Hoy no voy a traer ningún artículo técnico ni un asunto de actualidad, sino que voy a hablar de las necesidades personales que tengo a la hora de escribir.
Es importante para mí señalar que esto no es en absoluto un tutorial, que para eso ya está internet lleno. No me gusta escribir tutoriales porque no creo tener razón sobre cómo deben hacerse las cosas, y porque supongo que descubrirlo ya es una parte importante del proceso creativo. En cualquier caso si alguien tiene un interés particular, creo que para eso está la vía de los mensajes privados.
Esto es, pues, un texto en el que intento expresarme. Esto sí me parece un acto que puedo hacer sin más consecuencias: el que quiera lo leerá, y el que no quiera, pues se pondrá a otra cosa, y en ningún momento estaré dando nada por supuesto, ni condicionando a nadie.
Entonces, ¿qué es esto del espacio negativo? Mi vida está llena de distracciones habituales que me impiden centrarme en las tareas creativas. Las empresas a las que tengo que dar servicios, el viaje que tengo que hacer dentro de poco, el ordenador de mi tío que no he arreglado en tres meses, la lavadora, el precio del petróleo, las imprentas, las tiendas, el dinero, la irrefrenable manía de la sociedad occidental de auto destruirse… grandes cantidades de información que siempre están ocupando un espacio en mi cabeza. No siempre preocupaciones, pero siempre absorbentes, cada cual en su medida. El espacio negativo consiste en una serie de acciones y costumbres que niegan estas distracciones o influencias y me permiten crear un ambiente adecuado para la creación (adecuado para mí, entiéndase).
No solamente se trata de encontrar un entorno en el que las preocupaciones habituales desaparezcan, sino de que no haya influencias no elegidas voluntariamente para la obra que se va a escribir. Las influencias están por todas partes, así que el espacio negativo difícilmente va a anularlas todas, pero para mí es suficiente con que anule las más grandes.
Despego, pues, con las acciones concretas que permiten crear el espacio negativo.
La trama.
Siempre que me siento a escribir, la trama de lo que voy a escribir está ya muy pensada. Es algo que he ido cristalizando a lo largo de días y días, semanas y semanas, meses y meses (quizá años y años) de pensar en ello, tomar pequeñas notas, y normalmente redactar un pequeño documento en el que se detalla normalmente la psicología de los personajes. Nunca me siento a escribir sin tener estas ideas previas muy claras. Esto es muy importante dentro de esta creación del espacio negativo porque va a ser la fuerza central que va a servir de foco para expulsar las influencias indeseadas.
Por poner el ejemplo que me ocupa, ahora estoy escribiendo la cuarta parte de “La última luz”, sin título aún. Empecé a pensar esta obra hacia dos mil trece, y tenía la psicología de los personajes muy detallada no mucho más tarde. Quizá la parte más sensible sea el progreso de los mismos, ya que surgen de historias anteriores.
Sobre cómo creo esta construcción (que no es el espacio negativo en sí) escribiré en el futuro.
El condicionamiento.
Si bien el acto de escribir puede ser bastante técnico, el arte de contar está lleno de recovecos en los que entran un montón de elementos subconscientes que pueden cambiar la percepción de una obra. En este sentido yo soy muy concreto a la hora de elegir qué influencias voy a tener en mi forma de escritura.
Para mí es muy importante no leer nada nuevo, que no conozca, o simplemente que me pueda sorprender en este periodo, pues eso introduce un elemento nuevo que afecta de forma que no se prever. De hecho es especialmente peligroso si uno lo hace cuando tiene una obra a medio escribir.
Así que en un periodo de escritura no leo libros que no haya leído previamente, y elijo muy bien los que repito. No veo películas (ni nuevas ni conocidas, a poder ser) ni series, ni nada que pueda alterar mi percepción de la realidad. Es muy importante tener cuidado con las obras que puedan ser muy buenas y alterar la percepción propia. Estas joyas las intento apartar para después del proceso.
La energía física.
Quién me conozca sabrá que puedo ser un poco nervioso. No me gusta escribir al ciento por ciento de energías, porque en ese caso puedo ser un poco ansioso y perder la paciencia, por lo que siempre hago algo de ejercicio todos los días que voy a escribir. Es complejo elegir el ritmo y el momento: si el ejercicio es muy superficial, no se notará su efecto, y si es muy muy duro, el cansancio será excesivo.
También es importante que haya una diferencia temporal con el ejercicio bien elegida. Si salgo a correr justo antes de escribir, estaré cansando, o quizá demasiado relajado, pero si dejo que pasen diez horas igual es como si no hubiese hecho nada.
El propio ejercicio realizado es adecuado para unas obras y escenas, y no para otras. El eco de la actividad sigue resonando en la mente y creando su propia tendencia. No es lo mismo salir a correr que levantar pesas, golpear al saco o escalar, aunque en general he de reconocer que prefiero las actividades que puedo realizar en solitario y que no me condicionen a tener compañía.
El sexo tiene su propia influencia en este sentido, y como también hay muchas formas de practicarlo que tienen su propio eco muchas horas después, se puede crear una sinergia interesante. No obstante, como muchas veces no puedo elegir, quizá lo que acompañe a estos periodos sea cierta abstinencia que se descontrola a sí misma por el ritmo de la narración.
La soledad.
Como he dicho, durante un proceso de escritura todo puede llegar a afectarme incluso de formas que no sé anticipar. En este sentido me parece importante definir un momento espacial y temporal en el que no se van a producir interrupciones emocionales. Las llamadas las destierro, los mensajes más bien si son pocos y de texto, y en cualquier caso los asuntos de trabajo deben estar fuera. Por ello para mí el mejor horario es por la noche, pasadas las diez.
Otro aspecto que puede alterar la percepción de lo que se va a escribir es recibir críticas de obras anteriores. En mi caso esto no ha supuesto un problema por el momento, pero supongo que puede llegar a serlo si tienen un carácter profundo y personal. Los datos de ventas igual tampoco son los mejores amigos en esto.
A mí el espacio negativo me exige cierta soledad, o por lo menos mantener lejos a las personas problemáticas, o con una opinión demasiado fuerte de las cosas.
La música.
Con la música ocurre un poco como con el condicionamiento de obras escritas, solo que su efecto es aún más subconsciente. No soy tan cuidadoso en este caso, y si descubro un nuevo disco lo escucho mientras salgo a hacer deporte o mientras practico otra actividad. Eso sí, mientras escribo, en el propio espacio negativo, elijo muy bien la música que escucho, y de hecho la planifico de forma explícita, a veces incluso escena por escena. No sé si eso luego tiene un efecto claro en la obra, pero desde luego para mí es mucho más evocador y me permite adentrarme mucho más en los sucesos en curso.
Normalmente elijo música ambiental, particularmente sin letra, aunque hay excepciones ocasionales. Tengo un buen montón de bandas sonoras de videojuegos, por ejemplo, que pueden ser muy inmersivas si se eligen bien.
El entorno.
Si bien el proceso previo (de preparación de trama) puede ocurrir en cualquier lugar, he encontrado que para escribir prefiero tener el entorno bien controlado. Seguramente pueda adaptarme a nuevos lugares, pero tiene que ser con algo de calma, conociéndolos previamente. La silla, el monitor, la iluminación… ese tipo de cosas son importantes, aunque ninguna tanto como el teclado. Cuando escribo me fastidia que esta herramienta no responda como deseo, porque es el intermediario entre mis pensamientos y la obra. Y no es que sea particularmente quisquilloso, pero tengo que conocerlo bien.
Las copias de seguridad automáticas.
Es bastante duro perder material creativo ya escrito, pues nunca vuelve a salir exactamente igual. Por ello me gusta sentir que estoy respaldado por un proceso automático que copia lo que escribo a dos discos duros distintos, y a algún espacio en un ordenador lejano.
Y mucho más.
El espacio negativo pretende negar aquellas influencias que van a afectar a la obra de una forma indeseada, por lo que es difícil actuar de una forma general. Hay medidas que siempre van a ser útiles, pero otras que son específicas contra influencias concretas. En este sentido creo que es primordial ser consciente de las amenazas para poder encontrar un hábito que las neutralice. Para mí es importante, por lo tanto, estar atento a los cambios vitales que pueda sufrir, incluso aunque sean sutiles, y especialmente si son de un principio global.
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