Un día te levantas y estás un día más cerca de morirte. Bueno, esto te ocurre todos los días de tu vida y es algo de lo que somos más o menos conscientes de forma continuada. Nadie ha venido aquí para quedarse eternamente… ¡y menos mal! ¿Qué harías cuando se acabara el hidrógeno del sol?
Pero esta realidad no suele estar en la percepción habitual de algunas personas. Yo personalmente tenía que hacer un esfuerzo consciente (y lo hacía) por seguir esa vieja doctrina samurai, “lo primero y lo último que te dices cada día es que ese podría ser o haber sido el último”. Diría que esta forma de pensar me ha ayudado en el pasado a vivir centrado y lograr evitar que las preocupaciones estúpidas ocuparan mi espacio mental.
Cuando se muere alguien que era importante en tu vida, no hay que hacer un gran esfuerzo para tener este tipo de mentalidad, sino que más bien te viene impuesta como un hecho evidente. Personalmente a mí me cuesta mucho ver algo importante, y particularmente fingir que algunos problemas en mi trabajo (¿todos?) tienen alguna importancia.
Y no es que diga que nada tiene importancia, pero asumiendo la realidad, yo no trabajo en curar el cáncer o en una solución milagrosa de la cuestión energética que acabe para siempre con los problemas climáticos.
En realidad nada de esto me ha importado demasiado en el pasado, porque yo siempre he visto el trabajo como un medio para poder hacer ciertas cosas que sí me gustan y que sí recorren un camino que considero algo más trascendente en la dirección que entiendo como tal, y que en cualquier caso llevo un tiempo sin afrontar debidamente porque he tenido la cabeza centrada en otras cosas. Pero de eso ya hablaré otro día.
Al estimado lector no le sorprenderá saber que cuando una persona va a morir a un centro paliativo recibe muchos tipos de ayuda, incluyendo la psicológica, y esta se extiende a los familiares. Yo no quise recurrir a estos servicios psicológicos porque tenía que centrarme en un punto de vista que no era necesariamente compatible con los estándares morales actuales, así que este aspecto pasó desapercibido para mí
Lo que sí me garantizaron es que si quería recurrir a ello después, tendría formas en las que hacerlo. Pues bien, tampoco he podido porque he estado muy ocupado, pero otros familiares míos sí que han querido hacerlo, y se han encontrado con el vacío más absoluto como respuesta. Así que al final parece que solo nos queda la iglesia, que es como decir que no nos queda nada.
Supongo que al final muchas personas tienen familiares muertos, demasiadas para ponerles un psicólogo a todos, así que al que pueda, que se lo pague él mismo, y el que no, que se joda. Supongo que es lógico.
La verdad es que yo no creo que un psicólogo pueda cambiar lo que pienso del mundo y la escasa afinidad que siento por lo que ocurre en él. Eso me recuerda a lo más cercano que he estado de estar en un psicólogo, que fue cuando nos comunicaron oficialmente la muerte de mi madre. Me preguntaron cómo me encontraba yo, y contesté que me sentía deprimido, que muchas mañanas me despertaba y no encontraba un motivo para levantarme de la cama, y que si no pensaba en el suicidio era por no abandonar a las personas que me querían, pero que eso había sido así mucho antes de que mi madre enfermara, de manera que no tenía muy claro cuantas de esas cuestiones eran por mi naturaleza y cuantas por la situación.
Y como quien no quiere la cosa, un día te ves al espejo y te das cuenta de que el que te devuelve la mirada es un tipo feo de mirada gacha y aspecto derrotado que seguramente no vaya a hacer nada bueno con su día.
Así que muchas veces pienso, ¿y si hoy fuese el último día de mi vida? Y me respondo a mí mismo… ¡Aleluya, hermano!
Pero no ocurre en la cama, así que me levanto, hago un fuego, salgo a entrenar, gano algo de dinero con mi trabajo e intento hacer algo que se parezca al placer. La vida es una mierda, pero la verdad es que la mía es mejor que la de muchos, así que supongo que es mejor pasarla entretenido.
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