Como sabrán algunos de los estimados lectores, este que comparte aquí sus reflexiones es autor de algunas obras, pero también asume tareas de editor y promotor de las mismas, y debido a ello comprendo bien todos los asuntos que intervienen en estas tareas. Esto no solo se aplica a las cuestiones relativas a los juegos de rol, o novelas, o incluso videojuegos, sino también a los juegos de mesa. De hecho fue el primer juego que lanzamos al mercado, antes que nuestro juego de rol.
Este fin de semana fui testigo de un par de reflexiones que me han inducido a escribir este artículo. La primera (y más simple de ellas) era de un editor que me manifestó que estas navidades se publicaron más juegos de mesa de los que se publicaban en un año cuando lanzamos el juego de mesa de Espada Negra.
La segunda reflexión era de un viejo amigo que expresó con hastío que cada vez que quedaba con sus amigos llevaban un juego nuevo, de forma que nunca llegaban a jugar dos días al mismo juego. Yo conozco a este sujeto como un interesado estratega al que le gusta profundizar en las mecánicas fundamentales hasta poder participar en enfrentamientos ajustados contra oponentes con los mismos intereses.
En verdad nada de esto es muy nuevo para mí. Cada vez que voy a jornadas veo a una gran cantidad de personas que se dirigen a las ludotecas y prueban juego tras juego hasta que se les acaba la tarde. Claro que yo creía que este fenómeno se producía más para probar los juegos de cara a establecer un criterio de compra, y que el interés no era simplemente echar la primera y última partida a dicho juego sin tener que adquirirlo y poblar su también considerable colección particular.
A mí me parece que este modelo de consumo casa mucho con el que estamos acostumbrados tanto por la televisión, las redes sociales, y demás, y que no es ninguna novedad para nadie. Consiste en un bombardeo de información constante en el que nada tiene una duración sino que más bien es olvidado para dar lugar a la siguiente novedad, y así indefinidamente.
Esto tiene algunas consecuencias importantes. La primera es que el desarrollo de una comunidad poderosa de juego alrededor de publicaciones concretas es cada vez más difícil, si no prácticamente una utopía. Aquellos juegos que logran mantener una estructura de torneos son ciertos clásicos de carácter imperecedero, si bien a algunos de ellos ya apenas se los ve.
La segunda es que cierto control de calidad se vuelve innecesario, pues hay algunos fallos de juegos que no se suelen ver hasta que se ha jugado algunas partidas y se empieza a profundizar en la estrategia. Esta forma de consumo de probar un montón de cosas diferentes nos aleja, en mi opinión, del ideal de una forma de juego meditada, sesuda e implicada.
Es evidente que cada mesa de juego y cada colectivo tendrá su agenda, y que quizá esta forma de obrar no sea representativa del todo, pero yo diría que sí tiene cierta prevalencia. Y esto me lleva, por lo tanto, a cuestionarme sobre la naturaleza del mercado editorial sustentado por esta forma de consumir. A mi no me gusta pensar que los títulos estén condenados a un periodo de vida corto, pero sin duda, poco puedo hacer por evitarlo.
En verdad yo no soy un gran apasionado de los juegos de mesa, y mi afición en este sentido se orientó principalmente a los comparativamente complejos juegos de cartas coleccionables en los que sí que había que profundizar mucho, semana tras semana y mes tras mes para conseguir encontrar no solo la mejor estrategia, sino la mayor expresión de la personalidad que se quería manifestar en las partidas.
Soy consciente de que este modelo de juego tiene (o tenía) sus propios problemas, y que la publicación constante de cartas nuevas es en sí misma otra forma de consumo inmediato propio de casi cualquier era de capitalismo. Yo diría incluso que para encontrar los entornos que a mí me gustan hay que retroceder a la época en la que todas las cartas de estos juegos eran válidas, a despecho de la ampliación en la que se publicaran.
Dentro del panorama de publicaciones constantes, conseguir que una o varias personas centren su atención en un juego concreto es dificilísimo. Evidentemente no me refiero a conseguir su atención duradera (que va a ser imposible), sino a lograr que un juego concreto llame la atención frente a las docenas o cientos que se han publicado a la vez.
No es algo que termine de preocuparme. Dentro de Espada Negra publicamos nuestras creaciones de una forma muy ajena a las corrientes actuales del capitalismo, y si bien me gustaría encontrar una forma de propiciar una comunidad de juego más lenta y reflexiva, tampoco me va la vida en ello.
Por fortuna me gusta implicarme en entornos que no funcionan así, sino que exigen una implicación tal que se tiende a jugar muchas partidas para aprovechar la energía invertida. No obstante quizá también llegue el día en el que nos veamos completamente conquistados por esta forma de consumir...
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