Ruego a los lectores de este espacio que me permitan compartir una anécdota que ocurrió cuando este que escribe se asomaba a la mayoría de edad legal en la mayor parte de Europa. Me va a costar mucho retroteaerlos a esos tiempos mucho más sencillos en los que el concepto de “juego” se exploraba de una forma bien distinta.
En esta ocasión no traigo un asunto relativo a los juegos de rol, sino más bien a los videojuegos. Para el que no lo sepa, también soy un apasionado de este sector en el que más que destacar por mi habilidad (tampoco es que sea del todo manco) más bien he tenido una razonable insistencia.
Debo aclarar que estamos hablando de tiempos muy diferentes a los actuales, en los que no se contemplaba que una persona pudiera pasarse ocho horas seguidas frente a la pantalla, y en los que un videojuego de veinte horas era muy muy largo.
Ya habían pasado cuatro años desde que Diablo había despuntado mezclando acción y “juego de rol” de una forma muy elegante que nos había ilusionado a muchas personas, y nos habíamos pasado muchísimas horas jugando online, porque, recordemos, no había muchos juegos que compartir con los amigos de esta forma, y mucho menos de este cariz.
Como es lógico, pasamos los años esperando la segunda parte con muchísima expectación, y aunque esta sufrió muchísimos retrasos, en verano del año dos mil finalmente pudimos tenerlo en nuestros equipos.
Yo sabía perfectamente que mi equipo de aquel entonces no tendría la potencia suficiente para hacer correr ese juego que hoy parece tan “vintage” pero que entonces era una maravilla, así que pasé bastante tiempo ahorrando. El verano del año anterior trabajé mucho, y seguí guardándo el dinero con tesón tras pagar mis facturas telefónicas (una historia aparte, la conexión a internet se pagaba por minuto). Así que tras cortar mucho césped y limpiar muchos coches, ahorré unas doscientas mil pesetas y me hice con un equipo estelar que cumplía con todas las exigencias. Creo recordar que era un pentium II con 64 megas de RAM.
Sabía que iba a hacer algo bueno con Diablo II, pero lo que no sabía era cómo conseguiría pagar las facturas del teléfono. Pero un guiño del destino salvó mi culo jugador: eresmas ofertó la primera tarifa plana del país: de 22 de la noche a 8 de la mañana por algo así como 1.000 pesetas mensuales.
Ya estaba todo listo. Ese año en el que cumplí los 18 la peña se sacaba el carnet de conducir, era el último verano libre antes de la universidad… pero yo no iba a hacer ninguna de esas mierdas, yo iba a ser el puto número uno del diablo. Estaba decidido.
Como digo, esos tiempos no eran los que son ahora. Mi plan no fue nada bien visto por familiares y amigos, pero me dio igual: jugaba de 22 a 8, me iba a dormir, me levantaba sobre las 15 o 16, me iba al gimnasio con mi bicicleta, entrenaba y volvía sobre las 19, hacía dos o tres cosas, y empezaba una nueva noche.
Fui disciplinado y fui efectivo. No fui el mejor del mundo, pero sí fui el mejor del país. Supongo que entre otras cosas me faltó un grupo con el que poder desarrollar el potencial. En cualquier caso me lo pasé como un enano.
Hoy en día mi forma de plantearlo no es nada del otro mundo, pero en aquel entonces era algo muy chocante, y me ocasionó muchos problemas. Quizá lastró mi vida social y retrasó mucho el momento en el que, por ejemplo, me sacara el carnet de conducir. Creo que de alguna manera fui un poco pionero. Y no lo dejé por los problemas personales ni nada así. Lo dejé porque surgió el preámbulo del juego profesional.
Yo siempre vi a mi personaje como una extensión de mi personalidad. Buscaba encontrar en esta expresividad una impronta de mi propio estilo, y lo planté con mayor o menor fortuna, como luego pasó en otros sectores. Como digo, esta visión tenía que acabarse.
Los personajes que se plantaron en la parte superior de la clasificación no eran una expresión de personalidad, sino que eran manejados por un equipo de personas que se alternaban y cubrían la práctica totalidad del horario. Se compartieron las técnicas más efectivas para hacer esto, y comprendí que la exploración inocente de un entorno había acabado. Entendí que los juegos serían deportes en el futuro, y perdí el interés*.
No tengo muy claro si yo podría haber sido profesional de ese u otros juegos. La verdad es que, como ya he dicho, no era ni soy la persona más hábil “a los mandos”, así que más bien tiendo a pensar que no. Pero no fue eso lo que me disuadió de hacerlo, sino el hecho de que para acercarme a la victoria, tendría que utilizar técnicas que no me parecían honorables, así que cerré el juego y me centré en otros aspectos de la vida.
Esto no quiere decir, evidentemente, que dejara de jugar a videojuegos. Siempre he sido un apasionado de esta forma de ocio, así que seguí explorando este universo, aunque desde una perspectiva mucho menos inocente. La verdad es que creo que pocas veces* me he implicado tanto en algo que no participara directamente como creador.
Y el tiempo pasó. Las cosas cambiaron una barbaridad. Internet dejó de ser el que era, apareció google, apareció youtube, lo compró google, apareció facebook, internet de volvió masivo, y de repente podías ver a personas que hacían speedrun y cosas espectaculares.
Y por supuesto, surgieron los e-sport y el juego profesional.
En verdad, ya bastante antes del LoL ya había algo de esto con counterstrike, y algunos españoles eran bastante famosos, si bien no lo eran dentro de su propio país, pero desde luego no fue para nada lo que ahora estamos viviendo, ni mucho menos lo que pronto llegará a ser.
Déjenme señalar que el deporte profesional me parece una mierda como un piano de voluminosa. Es decir, algo que debería ser hermoso y personal se convierte en una mezcla de ambiciones desmedidas mezcladas con cantidades impresionantes de dinero, culto a la imagen, drogas, y una ingente variedad de tantas cosas perniciosas que obviamente motivan artículos mucho más largos que esto.
Pues bien, yo creo que los e-sport son aún peores porque tienen el potencial de ser relativamente accesibles para todas las personas jóvenes que probablemente quieran ser los famosos de la siguiente generación. A fin de cuentas todo el mundo puede coger un juego y empezar a probarlo, ¿no?
Parte de la problemática viene heredada del hecho de que en realidad la competencia va a ser muy extrema de manera que muy pocos van a poder estar en ese nivel. ¿Saben lo que viene? Centros de alto rendimiento, cursos, entrenamiento… ¿quizá drogas? Y bueno, tener a un atleta entrenando 12 horas al día suena a una puta locura… pero un videojuego se practica desde una silla.
Pero no muchos van a poder tomar este camino, solamente los hijos de papá que antaño destacaban en el tenis, porque el resto de nosotros tenemos que estudiar o trabajar, porque nadie nos va a financiar el tiempo que tendremos que estar entrenando. Y más les vale que la cartera de papá sea muy muy potente, porque si no se van a encontrar a medio plazo con que no solo no son los mejores del mundo, sino que además tiene 2X años y no tienen un puto conocimiento más allá de comprender muy bien ciertas creaciones digitales.
Pero claro, algunos sí que conseguirán lo que se proponen: destacarán mucho y serán auténticos campeones, ídolos de masas que permanecen en un pedestal… ¿cuánto tiempo? ¿Eso será un camino suficiente para sus vidas? Creo que más les valdrá guardar dinero durante ese periodo, aunque no creo que lo hagan mucho, y no porque no hayan aprendido las virtudes del ahorro, sino porque los gestores de los centros de alto rendimiento probablemente les sorberán hasta la sangre, que esto es un negocio.
Yo estoy muy lejos de todo esto. Como creador estoy en las antípodas ideológicas del deporte profesional, así que no tiendo a dar demasiadas vueltas al tema, pero por una casualidad (ya saben que soy desarrollador) he acabado haciendo una visita a un centro de alto rendimiento pionero en este país, y he tenido unas esclarecedoras conversaciones que me han impresionado, no tanto porque me mostraran algo que no conociera, sino porque me lo vendían como si fuera la puta virtud social.
¿Y en qué me hace pensar eso? En que
somos una especie condenada. Capaces de crear un constructo absolutamente digital y alrededor de él fomentar la competencia malsana y la máxima desgracia de cada individuo en particular. Me hace desear que nuestros propios defectos nos engullan a todos. Cuando esto ocurra yo estaré esperando con mi cuchillo, no por pensar que vaya a sobrevivir al apocalipsis, sino para señalar a algunos de estos miserables y reírme a carcajadas porque no se van a poder llevar su puto dinero de mierda a ningún lado.
Pero en fin. Es la visión particular de un sujeto cualquiera sin trascendencia. Así que ruego a los lectores que acepten mi despedida en… bueno, no, este artículo se merece un par de anexos.
Anexo I: el dinero lo mancha todo.
Realmente odio la profesionalización del ocio. Es por esto que personalmente me inquieta la idea de que exista “rol profesional” o competiciones de tipo alguno. Por fortuna los juegos de rol tienen un algo que tiende a alejar este tipo de mentalidad. Y aunque es verdad que mucha inocencia del rol de los ochenta y noventa está muerta y enterrada, es un sector totalmente distinto.
A muchos les fastidia que el rol no sea popular. Yo me alegro.
Anexo II: en realidad he mentido un poco.
Durante el artículo he señalado que dejé Diablo II principalmente por la irrupción del preámbulo del juego profesional. Esto no es del todo cierto, porque si bien es prácticamente verdad, no es el único motivo que despertó mi desencanto. Otro igual de importante es la siguiente maldita fórmula:
Chance to Hit: 100 * AR / (AR + DR) * 2 * alvl / (alvl + dlvl)
where AR = Attack Rating of Attacker; DR = Defense Rating of Defender; alvl = Level of Attacker; dlvl = Level of Defender.
|
Diablo II marcó un antes y un después en la forma de entender este tipo de cosas (y otras), y a mí me pareció una innoble chapuza. Por desgracia los cálculos explícitos que incluyen el nivel como una variable directamente implicada se han convertido en en una tendencia. Es uno de los motivos por los que me decidí a desarrollar juegos en lugar de jugar los desarrollados por otros.
Anexo III: dicho eso, para mí el buen Diablo es el primero.
Tardé cierto tiempo en ser del todo consciente, pero sin duda ahora lo tengo bastante claro. Del tercero ni hablo, claro. Así que cuando ahora se dice que "tal juego" es el heredero espiritual de Diablo II... no espero demasiado de él.
Anexo IV: ¿y qué hice tras dejar Diablo?
Tengo una personalidad compulsiva y una extrema afición por los juegos de ocio, especialmente los que implican estrategia. No fui profesional de los juegos de cartas, pero porque me dedicaba a los que me molaban que no tenían tanto seguimiento. No obstante durante unos años me gané la vida con la importación de las cartas, y llegué a viajar fuera de España para participar en competiciones.
Después de aquello creí reparar en errores que tienen todos estos juegos, y me dije a mí mismo que lucharía por publicar obras de ocio con un fundamento matemático robusto.
Es evidente que a la mayor parte de gente no le importa una mierda.
Anexo V: ahora sí.
He dicho lo que tenía que decir sobre este asunto por el momento, así que sí, ruego a los lectores que acepten mi despedida, y los enlazo a comentar algo.
¯_(&12484;)_/¯
Entradas similares: