Durante las últimas horas he leído algunas menciones sobre el régimen citado en el título del artículo. Estas me inducen a escasa reflexión porque se ejecutan con tan poca gracia como profundidad.
Más desilusionantes me parecen los comentarios que dicen que “es una herramienta de marketing”, o que “es imposible ganar dinero con ello”, que sin duda eligen omitir experiencias que no refuerzan sus conclusiones. Ya hubo otro hilo similar en el pasado, así que supongo que simplemente debo unirme a la corriente principal de pensamiento, pues es bien sabido que es peor tener razón en solitario que errado en compañía.
Para seguir con el asunto, me remonto al manual del nómada de Dark Sun, uno de mis volúmenes ambientales favoritos. En ellos se especificaba que la sociedad halfling, lejos de ser los clásicos habitantes rurales de las colinas, viven como salvajes caníbales de costumbres completamente alejadas a las nuestras.
A mí estos halfling me encantaron, y encontré en ellos un cierto mensaje de libertad de las cadenas de la sociedad. Recuerdo que me sentí sorprendido cuando leí que ni los renegados que eran expulsados de sus comunidades aceptaban trabajar por un salario, puesto que lo consideraban una forma de esclavitud. Fue algo que me hizo pensar, y no porque me descubriera principios que no conociera, sino porque creí entrever en el redactor de aquellos halfling una mano algo rebelde y bastante gamberra que hablaba de, entre otras cosas, del peso del condicionamiento social.
Normalmente yo no soy tan extremo como estos halflings salvajes caníbales, aunque me gustaría. A lo largo de mi experiencia vital he aceptado dinero por hacer algunos trabajos, si bien he esquivado de una forma consciente el trabajar por cuenta ajena porque, en mi experiencia, muchos jefes (no todos, claro) sí se comportan como amos, y maltratan a sus trabajadores con impunidad. En este sentido, cuando una persona no tiene más remedio que ganar dinero y tiene miedo de perder su trabajo, se ha convertido, desde mi punto de vista, parcialmente en un esclavo, puesto que no conserva la libertad práctica de decir lo que piensa o de marcharse a otro lugar.
Pero aún más, creo que existe cierta esclavitud consumista que no está asociada al hecho de tener un jefe, sino al hecho de tener posesiones. En este sentido diría que la posición social derivada de estas posesiones, o la necesidad de estar a la última (aunque sea introspectiva) lleva a las personas a necesitar de los ingresos de su trabajo, de manera que más que esclavos de un patrón lo son del sistema en sí mismo.
Yo personalmente no obro así, sino que más bien pretendo acercarme al conocido dicho que dice que “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”. Siguiendo esta mentalidad, he intentado identificar los bienes que no son necesarios para mi realización personal, y he obviado su consumo hasta el grado extremo de que mi sustento normalmente está muy por debajo de la media.
Supongo que en este punto cualquiera podría decirme que eso es una elección personal, que yo no soy nadie para decirle a otro como tiene que vivir su vida, y que igual que yo elijo no necesitar un buen móvil ni un gran coche, la opción contraria es igual de moral.
En el pasado creo haber escrito sobre la
contradicción que implica la libertad total de consumo, así que no me voy a meter en ello, pero sí señalaré que resulta muy curioso que la supuesta elección sea el camino que beneficia directamente a las élites económicas y que se nos vende como el camino del triunfo y de la elevación social, y todo esto mientras los científicos alertan de los peligros de dicho consumo exacerbado.
Y con esto voy llegando al meollo de la cuestión. Considero que la cultura es un aspecto de la vida a la que ninguna persona debería renunciar, especialmente los juegos de rol, que en mi opinión son tremendamente divertidos y no están sujetos al condicionamiento social habitual, sino simplemente a las acciones de cada grupo de jugadores.
Desde mi punto de vista, yo no podría negar el acceso de las obras en las que participo a una sola persona del mundo, incluyendo en esto a las que no pueden pagar, a las que quieren vivir humildemente, o a las que tienen condiciones y decisiones que yo no he previsto. Encuentro que esto del “Paga lo que quieras” no solo es una perspectiva interesante, sino también una necesidad ética coherente con mi mentalidad.
Dicho esto, entiendo que cualquiera que manifieste, por ejemplo, que el PWYW debería desaparecer opina que la mentalidad que sugiero es malvada, y como me parece un principio muy básico, entiendo que se oponen a mi forma de vivir.
Creo que a este tipo de personas deberían comérselas los halflings de Dark Sun.
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