Me cuesta creer que lleve cuatro años escribiendo en el blog y nunca haya traído este tema que es uno de los que peor creo que se trata en la ficción. Aprovecho además para enviar mi respetuosa salutación a todos los que siguen por estos espacios en el periodo estival, como no podía ser de otra forma.
Los seres humanos tendemos a usar (y abusar) cuantas herramientas logramos desarrollar, y aunque en la actualidad este proceso al que llamamos tecnología nos aleja mucho de los medios más naturales, hace no demasiado tiempo que nuestros predecesores recurrían a bueyes, perros y aves para algo más que para nutrirse.
Eso sí, el uso de estos medios siempre ha estado asociado a usos muy limitados y normalmente con especies muy afines al uso en cuestión. En este sentido la capacidad del humano para lograr razas muy especializadas es bastante limitada, y por eso esta forma de obrar tiene unos límites que si bien estaban muy claros para sus usuarios, parecen bastante difusos en la imaginación de algunos creadores.
Particularmente en el asunto de las comunicaciones mediante aves, las limitaciones son tan grandes que en la práctica no es algo práctico más que para unos casos muy concretos, así que a no ser que nuestros amigos pájaros estén encantados por poderosos hechizos, tendremos que seguir la inevitable lógica. Acceder a este conocimiento está al alcance de cualquiera a través del actual milagro de internet.
En primer lugar, y quizá uno de los más notorios,
únicamente se puede utilizar palomas, y ni siquiera todas las palomas, sino únicamente unas pocas variedades que reúnen unas condiciones concretas. Nada de lechuzas, ni cuervos, ni mucho menos águilas ni nada así. Por mucho que uno quiera entrenar a uno de estos seres, la realidad es que si lo soltamos se irán a vivir la vida y a disfrutar de la libertad.
El motivo por el cual las palomas sí se puede entrenar a ciertas palomas para que entreguen mensajes, es que por una parte tienen un sentido de la orientación casi prodigioso (y aún parcialmente inexplicado), y por otro que son tremendamente cobardes y comodonas. Dicho de otra forma, que si a una paloma le damos comida muy rica que le gusta mucho, un lugar a salvo de las inclemencias y los depredadores, y razonable sexo con alguien de su preferencia, querrá volver a dicho lugar.
De hecho no solo querrá volver, es que sentirá un terrible pánico cuando no esté en ese lugar, así que nuestro esforzado animalito se estresará increíblemente y volará a su máxima velocidad (cercana a los noventa kilómetros por hora) y con el mínimo de descanso posible hasta ponerse a salvo en su amado hogar. Y ya está, esto es todo lo que hará.
Claro que si le ponemos un mensaje en la pata lo llevará de vuelta al, pero solo porque no puede quitárselo y porque coincide con sus instintos de conservación. Vamos, que si le atamos un dado y no le impide volar, pues lo llevará también.
Y aquí es donde viene la segunda clave de todo este asunto, las palomas solamente
llevan los mensajes de forma unidireccional. O sea, lo llevan a su hogar y a ningún otro sitio. Ninguno más, de verdad. No podemos hablar a la paloma y decirle “oye, amor, ¿me haces el favor de llevar este mensaje a Puerto Armurésevor donde darán buen uso de su contenido?”, porque al animalito lo único que le interesa es volver a su puta casa. Y vamos, que si particularmente lo soltamos desde su jaula, lo que hará es volver a ella. ¡Qué seres tan entrañables!
Supongo que se empieza a intuir la delicada logística que requiere un sistema de mensajes basados en palomas. Por ejemplo, si quisiéramos establecer una forma de comunicación bidireccional entre los puntos A y B tendríamos que entrenar palomas en ambos puntos (ya sabéis, darles buena comidita, seguridad y sexo)… y tras probarlas unas cuantas veces con distancias crecientes… las llevaríamos al otro lugar en jaulas, teniéndolas a las pobrecitas estresadas porque no están en su hogar.
Esto dibuja otro inconveniente obvio, y es que hay un número finito de mensajes (tantos como palomas) que podemos mandar antes de reenviar las palomas en jaulas, lo que en sí mismo es una molestia lenta y cara.
Pero evidentemente hay un problema adicional, y es que el hecho de mandar un mensaje
no implica que este llegue a su destino, y no pretendo enfatizar en los depredadores de las palomas, o la posibilidad de que se pierdan porque su orientación no es en absoluto perfecta, sino al problema adicional de que nuestra paloma, desplazada a otro lugar, quizá acabe por perder su entrenamiento.
Así que en cualquier caso, enviemos mensajes o no, tendremos que ir alternando nuestra palomas destinadas en los posibles orígenes de mensajes y las que tenemos en su cómodo hogar. ¿Y esto qué implica? Pues más viajes con jaulas de palomas.
En este punto quizá algunas personas se sientan convencidas de que… ¿tanto lío para qué? Si al final va a tocar enviar viajes por tierra, pues ya mandamos el correo por ahí y listo. Y sí, la realidad es que los mensajes que se mandan con las palomas no van a ser cartas a nuestra amada ni actas sobre el estado de la nación, sino
textos breves siempre relacionados con emergencias. Y para esto el sistema sí que está bien porque las palomas mensajeras van a hacer su viaje a una velocidad inalcanzable por un humano y evitando todos los peligros terrestres como por ejemplo un asedio militar.
En cualquier caso un servicio de este tipo está sometido a un cierto esfuerzo y por lo tanto a un razonable gasto, especialmente si el número de nodos es elevado… pero hay que tener en cuenta que puede dotar de una ventaja completamente vital en algunas circunstancias, así que es normal que, pese a ser complejo y potencialmente caro, todos los estados que lo comprendan quieran utilizarlo.
Todos estos sistemas han quedado completamente obsoletos en la actualidad en la mayoría de circunstancias, y nuestros servicios de mensajería no solo logran enviar mensajes arbitrariamente grandes con un tiempo de entrega casi instantáneo, sino que además están disponibles para una buena parte de la población. Creo que esta forma tan rápida de entender el mundo lleva a los escritores a crear una ficción en la que las comunicaciones son mucho más rápidas y efectivas de lo que podían ser, y de alguna forma creo que más bien hay que pensar en una forma de vida en la que las noticias viajan más bien despacio y sin demasiada seguridad.
Ni quiero despedirme sin señalar que no soy en absoluto especialista en colombofilia, sino que más bien me he informado en el pasado, y que por lo tanto puedo ser corregido por aquellos con un conocimiento superior que quieran contestar en los comentarios.
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