He aquí un artículo invitado sobre un tema que nunca he traído por el blog, pero que me parece de una importancia clave, y que tiene su máximo exponente en el conflicto que pueda existir entre estas dos aplicaciones que en cierta forma vienen a cumplir funciones parecidas.
Partamos de un hecho: no me gusta ninguna de las dos. Me parece sorprendente que aceptemos que una cuestión tan capital como la transmisión de la información escrita pueda estar sujeta a oscuros estándares privados gobernados por servicios centralizados no accesibles. Esto sería como decir que porque tienes un teléfono de vomistar no puedes llamar a los de cacafone, o que por tener el correo en jemail no puedes escribir a yuju. De verdad, que me parece un sinsentido, y no es que no sepa de lo que hablo, porque existe un estándar de comunicaciones abierto llamado XMPP sobre el cual se implementa JABBER. Y funciona, tanto como para que de hecho fuera el que empleara el chat de Facebook. Para una vez que Facebook hace algo de mi gusto...
La realidad operativa es que meter a las personas en Jabber es impensable por varios motivos. El primero es que simplemente sus amigos no están en él, y el segundo, que no es una aplicación cómoda y bonita. Quizá estas empresas podrían haber hecho una versión de Jabber que sí lo fuera, e incluso mejorar el protocolo con sus intervenciones, pero nunca lo han querido hacer.
Whatsapp tuvo el ojo de ser la primera aplicación que combinara el uso de internet con el del número del móvil para enviar mensajes. Las primeras versiones no son para nada como las actuales, pero sin duda sembraron una potente semilla con la que acaparó usuarios. Después empezó a surgir la competencia con otras aplicaciones, y en la actualidad se diría que estas dos son las que tienen la competencia más directa, pues Telegram prácticamente existe como una copia mejorada de Whatsapp. Y aquí está la clave: Telegram funciona mejor.
Empecemos por aquello en lo que Whatsapp destaca como una aplicación superior.
Whatsapp tiene más usuarios.
Según sus números, más de mil millones de usuarios totales, lo cual es una barbaridad, y en cualquier caso habría que ver cuantos de estos usuarios están activos, pero en cualquier caso sin duda es superior a los cien millones activos que dice telegram que usan su aplicación. Esto significa que si queremos hablar con nuestros amigos, la mejor aplicación es Whatsapp. Y esto es así, sin más.
A mí me parece sorprendente que unidades legislativas como la Unión Europea no hayan metido su habitual manaza en este asunto y hayan obligado a estas aplicaciones de mensajería a tener interoperatividad. Quizá el camino para que esto sea así pase por la mano de los electores, pero creo que el activismo digital está fuera de toda cabida en la era actual, y muy probablemente esta ventaja dure mucho mucho tiempo. Pero no se obsesionen, que antes de que Whatsapp pareciera irrempazable parecía que el reinado de Messenger parecía infinito, y antes el de ICQ... y antes la antigua Roma...
Ambos son deficientes de cara a la privacidad.
Ni modos privados, ni encriptación de extremo a extremo, ni nada de nada de nada. Estas herramientas están centralizadas y como tal son muy problemáticas de cara a garantizar nuestros derechos más fundamentales a la hora de comunicarse. Y de verdad que es importante garantizar estos derechos si no queremos convertirnos en meros objetos con los que se comercializa de cara a depositar todos nuestros sueños en transacciones comerciales.
En este caso se ha visto que el contenido de los mensajes no es tan clave como los metadatos en sí mismos. Es decir, que simplemente con saber cuándo escribimos, dónde lo escribimos y a quién escribimos (bueno, y algunos datos secundarios más) ya se puede saber muchísimo de nosotros. Es el caso de Whatsapp, pues la encriptación de extremo a extremo garantiza que los prestadores del servicio no saben nada más, pero que aún así son parte de Facebook. Y la UE les ha impedido compartir los datos. ¿Lo cumplirán?
Telegram por su parte es propiedad de un señor muy rico que ahora está en Alemania pero que nació ruso y que se cabreó mucho con el gobierno de su país. No tengo yo muy claro que va a hacer con su aplicación, pero sí es público (¿será verdad?) que en la actualidad se gasta uno de sus millones al mes en dotar de mantenimiento al servicio. Según su idea, en el futuro se venderán juegos y demás a través de la aplicación, y telegram cobrará una parte. ¿Lo veremos? Por desgracia hay voces que dicen que guguel podría querer comprar Telegram. ¡Puf!
Y ahora voy a intentar señalar las ventajas de Telegram. Me va a costar, porque son muchas.
Telegram tiene múltiples aplicaciones.
Uno puede tenerlo en el móvil, en el ordenador, en Linux y donde quiera, porque, y esto es muy importante, el cliente es código abierto. Es decir, que yo puedo tener, por ejemplo, el Sistema Operativo Espada Negra (SOEN) y hacer mi propia versión de telegram que se comunique con todas las demás. Y esto es muy importante, porque no se presupone ninguna condición sobre el usuario final.
Whatsapp tiene una versión para PC desde hace un tiempo, pero es una castaña. Exige tener el móvil en la misma red, corre en un navegador y no tiene una funcionalidad perfecta ni de lejos. Yo no quiero una pestaña del navegador, quiero una aplicación autónoma funcional. Y con telegram uno es que de hecho puede elegir, y por ejemplo además de la oficial existe “Cutegram” que utiliza las notificaciones del sistema operativo.
Es una pena que el señor dueño de Telegram no optara por un modelo descentralizado y distribuido, porque hubiera sido un avance descomunal, pero sin duda la apertura del código de los clientes es una ventaja que todos los amantes del software libre valoramos.
Telegram avanza hacia ser un ecosistema completo, y se nota.
En telegram, personas externas pueden programar cosas, y son crecientemente avanzadas. Por ejemplo, podemos hacer un bot que tire runas de Espada Negra, y de hecho ya existe. Esta mecánica de bots tienen una gran cantidad de posibilidades, y de hecho son tan avanzados que recientemente se puede programar videojuegos mediante ellos. Es una salvajada que dará lugar a mucho que hablar en el futuro.
En whatsapp no se puede más que hacer lo que diga Whatsapp. Qué bien.
Como dije al principio, Telegram quiere convertirse en una tienda de aplicaciones, un sistema operativo que corre dentro del sistema operativo. No es una cosa mala para los usuarios, aunque no es una parte del todo libre, sino una característica del protocolo de comunicaciones que dicta la compañía.
Telegram es muy avanzada en el envío de archivos y en los registros.
Esto es bueno y es malo, la verdad. Cuando uno envía un mensaje a Whatsapp se produce una transferencia simple. Cuando lo mandamos por telegram, se almacena en su servidor central y se manda al otro usuario, o a los que queramos. En este sentido es una “cloud” de archivos que se pueden consultar. Los historiales en este sentido están disponibles hasta que los borremos, y podemos bajarnos un archivo que enviamos el año pasado, o consultar las fotos o enlaces de conversaciones de un grupo, algo que yo hago mucho. Una búsqueda tremendamente avanzada.
Fruto de esto Telegram ha recibido ataques de las sociedades de gestión de derechos de autor, porque, de verdad, que con telegram se piratea que da gusto. Tanto da enviar un archivo de 300 megas que de giga y medio, que sube y baja a gran velocidad, así que si combinas esto con un bot de pirateo… y sí, la historia existió, y fue el primer caso de censura dentro de este ecosistema.
Como desarrollador, Telegram parece como vivir en una película.
Yo me dispuse a hacer un bot de lanzamiento de runas… y para ello me comuniqué con un bot que me fue aclarando el proceso. En algún momento interactué con una persona humana, pero en general tuve una sensación fantástica de cooperación con el entorno, y esta es la clave, Telegram parece querer vivir de la cooperación entre usuarios y sistema. Whatsapp por su parte simplemente quiere dar un servicio básico que cumpla con una necesidad concreta.
Esto está lleno de curiosidades, como aquel momento en el que se abrieron los “stickers” (la mayoría son un horror), de forma que ilustradores pudieran participar e incluso cobrar por los diseños más populares. Y una vez más, esto se hacía trabando relación con un… bot.
Yo no me he instalado Whatsapp en ningún aparato. Bueno, una vez tuve un sistema operativo virtual con un número de teléfono virtual con el que sí lo puse, pero desde luego duró bastante poco, y nunca viajó conmigo. En la actualidad mi única relación con esta aplicación se produce cuando uno de mis clientes cambia de teléfono y quiere migrar sus conversaciones.
Insisto una vez más en que yo no defiendo a Telegram de una forma personal, y que estaré más que dispuesto a abandonarlo el día que Google lo compre o haya una canallada que me parezca poco razonable. Y mis contactos tendrán que pasarse a Jabber si quieren hablar conmigo, o enviarme un email o lo que sea, que no es tan grave.
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