Hermanos Juramentados de la Espada Negra
Informático profesional
24-6-2015 10:29
Por Verion
Yo no nací rico. Bueno, nací rico porque soy un medioblanco del primer mundo, así que con eso creo que ya estoy en las tres cuartas partes más injustamente ricas del mundo, pero dentro de que nací en España, no nací en un hogar particularmente rico, sino que más bien había que hacer malabares con los ingresos para no acabar teniendo problemas, como tantas personas que se creen que están en algo llamado “clase media” cuando básicamente son “clase obrera”.

Cuando años más tarde quise tener un ordenador para jugar al “Diablo II” (no mintamos, no lo quería para estudiar) mi padre me dijo que en casa teníamos un ordenador viejo, que había que conformarse con él, porque no había dinero. Así que como quería mi maldito “pentium” para jugar al “Diablo II” lo que hice fue conseguir dinero. El tiempo que otros chavales de mi edad dedicaban a ligar con chicas yo lo dediqué a cortar césped, lavar coches y acumular tristes dineros hasta que al final pude comprar el anhelado pentium y jugué al “Diablo II” todo el tiempo que me apeteció. Aún así seguí trabajando un tiempo porque había que pagar la conexión a internet, pero por fortuna por aquellos tiempos surgió la primera tarifa plana de internet (gracias, “eresmás”, nunca te olvidaré) y dejé de cortar césped y limpiar coches y pude dedicar mi tiempo a escalar en el ranking de dicho videojuego y a entrenar.

Durante los siguientes años tampoco tuve demasiado dinero. Bueno, algo sí hice con algunas actividades económicas que no vienen a cuento y con las que no voy a aburrir a los lectores (bastante pesado estoy con mis batallitas hoy, esa la cuento otro día). A donde quiero llegar es que no tenía dinero para pagar un técnico que arreglara mi ordenador, y pese a que no soy particularmente curioso ni lanzado, quería tener mi ordenador funcionando, así que tenía que elegir entre arreglarlo yo mismo, o no tenerlo. Y claro, aprendí. En realidad esto comenzó muchos años atrás, y cuando no existía el diablo I ya metía los dedos en las tripas de los equipos por “necesidad”. Lo entrecomillo, no es que me fuera la vida en ello.

Siempre he salido adelante, y cuando no ha sido con una cosa, ha sido con otra. He practicado muchas habilidades, y durante un periodo de mi vida lo que me resultó más adecuado fue trabajar en la seguridad privada de discotecas. Lo que viene a ser un portero, vaya. En realidad tenía otras opciones, pero el horario nocturno se llevaba razonablemente bien con mis estudios universitarios de matemáticas, y no aguantaba que los jefes me definieran y me dieran órdenes. Bueno, en el mundo de la violencia nocturna también estás cosificado y te dan órdenes, pero todo funciona de una forma mucho más primaria y aunque el que maneja la pasta manda, la posibilidad de la violencia siempre está ahí, y se mantiene cierto respeto.

Un par de años más tarde dejé ese asunto de la seguridad. No es que estuviera mal pagado pero tampoco era la panacea, y el asunto de los horarios nocturnos no me parecía tan bueno a largo plazo. Había adquirido cierto conocimiento de matemáticas a base de no ir a clase, así que aproveché para sacar más dinero de esa forma.

Recuerdo que durante aquel tiempo seguía más o menos sacándome la carrera de matemáticas, pero la dejé, porque me di cuenta de que no iba ni una vez a clase (aprobaba a tumbos, no voy a mentir) e invertía TODO el tiempo programando el que fue el primer videojuego de Espada Negra. Fue por aquel entonces que decidí que me dedicaría a tiempo completo a este asunto, y cuando de hecho empecé a escribir la primera novela de esta saga (que no es “La Última Luz”).

Todo esto deja una anécdota que a mí me parece curiosa, y es que he dado clases particulares a personas que querían ayuda para superar exámenes de titulaciones superiores a la mía que luego han aprobado y que por lo tanto, en este sentido de los títulos, están por encima de mí. De hecho hace un par de años se dio el caso de una persona desesperada que necesitaba un plan de emergencia para aprobar en una última convocatoria de un plan de estudios que se acababa ese año. Acepté (pese a que llevaba años sin hacerlo) porque teníamos un amigo común, porque me gustaba el reto, y porque pagaba una buena pasta.

Pero volviendo al asunto de los juegos y las novelas, el mundo no iba a ser tan gentil de “darme unos años” para que los todavía-no-hermanos de Espada Negra pudiéramos sacar las cosas adelante. Había que ganar algo de dinero, y por aquel entonces saqué partido de forma natural de una de las muchas habilidades que había aprendido; en este caso no fue mis conocimientos de matemáticas, ni mi apego a la violencia, ni mi capacidad básica de encender y manejar máquinas cortacésped, sino lo que había aprendido programando el videojuego de Espada Negra y reparando mis propios ordenadores (y los de mis amigos, claro). Empecé a hacer desarrollos para terceros, y ya que estaba, a darles soporte de sus equipos. Podría hablar largo y tendido de este asunto, pero digamos simplemente que el negocio funciona, y que me permite sacarme las habichuelas trabajando muy poquito tiempo. A veces hasta rechazo trabajos.

Yo diría que invierto el mismo tiempo en trabajar en esta empresa que en escribir artículos en mi blog. Qué demonios, a veces lo hago a la vez. Dedico más tiempo a entrenar, e indudablemente mucho más tiempo a hacer todo lo que hay que hacer en Espada Negra.

¿Me considero a mí mismo un informático? Pues mire, no. Es una de esas muchísimas habilidades que he aprendido a lo largo de mi vida y le saco partido porque está mejor pagado que... levantar mancuernas de treinta quilos, por ejemplo. No creo que me defina para nada, la verdad, y si bien doy un servicio que funciona, y me hago responsable, soy mucho mejor escritor o teórico de juegos (e el sentido de la matemáticas) que prestador de servicios informáticos, más que nada porque este asunto de la informática lo hago por supervivencia (la de mis equipos y mi dinero), mientras que en lo otro me esfuerzo, echo todo el tiempo que puedo y busco encontrar no solo la mejor técnica, sino la máxima expresividad.

Y quizá para mí esta sea otra cara de la “tiranía de los mercados”, es decir, que nos vengan a decir que aquello por lo que ganamos dinero es lo que nos hace útiles, o dignos, o profesionales, o lo que sea, cuando precisamente vivimos en una sociedad en la que personas estupendas viven situaciones malísimas porque sus muchas y variadas habilidades no encajan bien en el marco económico moderno, que es terriblemente injusto. Cuando se está hablando de “profesionalidad” de forma literal se está hablando de “profesionalidad” literal en el marco del capitalismo moderno literal en el estado español particular. Y como no puedo estar de acuerdo con las bases, desde luego no lo estoy con las conclusiones.

Tomemos por caso la habilidad de muchos máster para hacer partidas increíbles. La sociedad no considera que esto sea digno de rédito económico. ¿Eso hace que las partidas sean peores? ¿Hace que sea uno menos responsable de sus contenidos? ¿Hace que uno se esfuerce menos? Bueno, desde luego en mi caso no. Y podría ser que en un entorno social diferente si fuera posible su explotación económica como ahora sí está pasando con las enormes partidas de rol en vivo. ¿Son más profesionales estos señores de los roles en vivo porque coman de ello? ¿Lo son porque tengan un seguro?

En el otro lado tenemos a los modernos “youtubers” (no hablo de los del rol, sino los de ámbitos populares), personas que la sociedad ha considerado valiosísimos transmisores de información que reciben dinero del, por lo visto, nada viciado sistema de publicidad de internet. Estos sujetos pagan sus impuestos, son profesionales que viven de ello. Son el sagrado tejido industrial. Y podemos hablar de los profesionales del póker o de la especulación en bolsa. ¡Menos mal que sujetan la sociedad con sus útiles habilidades!

No dejá de llamarme la atención que importantes empleados de empresas grandes o afincados empresarios sean los que señalen lo informático que es uno (u otro) y que intenten llevar a un cubículo definitorio a las personas. Estamos hablando de las mismas personas que señalan que tres mil euros es una especie de propinilla, y que si haces un crowdfunding de ese valor es por publicidad, no porque lo necesites. Esta forma de pensamiento elitista me parece que apunta muy claramente a esa meritocracia tradicional de derechas que viene a decir que si tienes éxito es que eres la hostia, y en una asignación audaz de falso recíproco, que si eres pobre es porque te lo mereces.

Así que sin duda yo no me considero un informático. Si me veo reducido a una única habilidad de las que he aprendido voluntariamente o por fuerza, elijo mi habilidad para conseguir agua, alimento, hacer fuego y refugio en condiciones variables. Una persona tiene que ser capaz de valerse por sí misma.


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