Hermanos Juramentados de la Espada Negra
El coronavirus que sigue sin importarme
28-9-2020 13:16
Por Verion
No me parece muy inteligente escribir sobre el presente hoy en día. Normalmente ya es algo complicado, pero en esta época de la plaga COVID-19 hablar de cualquier cuestión social es una forma de atraer la mala fortuna. Supongo que antes las personas ya eran “fanboys” de sus respectivos partidos y “haters” de los oponentes, pero quizá tenían menos tiempo libre y no había un tema unificador.

De hecho la situación actual ha llevado a que se acepte fácilmente que se pueda sancionar una acción absolutamente inocente y sin consecuencias perniciosas, para perseguir un efecto que no tiene porque derivarse de la acción en cuestión, simplemente para facilitar la acción sancionadora. Ya escribí de ello en el pasado, así que no pondré ejemplos.

Pero incluso aunque estas sanciones estuvieran siempre bien dirigidas, pretender imponer mediante la ley lo que debería obtenerse mediante la educación (no necesariamente la infantil o juvenil) es quizá evidencia del más grande de los fracasos de la sociedad presente: la incapacidad de conseguir mediante un sacrificio personal un beneficio social que revertiría en un beneficio individual mayor que el sacrificio mencionado. Y que muchos sujetos aplaudan la citada mecánica de sanciones me parece propio no ya tanto de un cinismo exagerado sino de una importante carencia formativa en aspectos éticos, sociales y legales. A un nivel infantil.

Entonces, ¿por qué seguir escribiendo sobre este tema, Verion, en lugar de hacer algún buen texto sobre videojuegos, por ejemplo? Buena pregunta, Verion. En primer lugar porque hay gente que me lo ha pedido explícitamente (ruego acepten mi salutación), y en segundo lugar porque quiero que alguien compruebe en el futuro si tenía razón. Yo mismo, a poder ser.

Así que tras este innecesariamente prolongado preámbulo voy a añadir un descargo de responsabilidad explícito: yo no soy médico, ni sociólogo, ni epidemiólogo. De hecho no soy nadie, solamente una persona curiosa que escribe aquí sus mierdas. Ya me estoy arrepintiendo.

Claro que en mi curiosidad sí me ha dado por aprender algunas cosas sobre alimentación, sobre enfermedades y demás, no por la plaga, sino porque siempre me ha interesado la salud. Es por eso que controlo mucho mi alimentación y hago ejercicio moderado regularmente. También tomo otras medidas, todas ellas estudiadas y razonadas conforme a la información disponible.

A principios de la pandemia occidental estaba leyendo bastantes artículos -como hago con cualquier asunto de salud- y encontré uno especialmente interesante que trataba sobre la influencia de la vitamina D en la enfermedad en cuestión a un nivel poblacional. No era un estudio científico, más bien un artículo, pero argumentaba de una forma que me resultó muy convincente que había una importante relación.

No es algo que me resulte novedoso. La vitamina D (en realidad una hormona esteroidea) tiene un papel en el sistema inmune del ser humano. Recomiendo a cualquier persona que se informe sobre este asunto, pero para el propósito de este artículo mencionaré que el ser humano no produce vitamina D, la obtiene bien mediante la dieta o bien por la síntesis en la piel por parte de la macrobiota que ahí habita sin preocuparse por el alquiler. Para que esta síntesis se produzca es necesaria la intervención de luz solar.

Pues bien, es bastante sabido que las poblaciones de personas urbanas occidentales, que tienen unas dietas basadas en alimentos procesados y que les da el solo más bien poco, tienen un déficit de vitamina D bastante bien establecido. Es tan frecuente que muchos médicos de cabecera ni siquiera incluyen este parámetro den los análisis de sangre porque “es habitual tener un poco de déficit”.

Quizá haya personas que puedan pensar: “un momento, en España hay muchísimo sol, estaremos sobrados de vitamina D”. Pues en realidad no, estamos más bien “a la cola de Europa”, bien porque nuestra dieta sea una mierda, porque nuestros horarios laborales son incompatibles con una vida razonable, o porque no estamos al día en suplementación dietética (otros países del norte de Europa sí lo están).

Yo vivo bastante concienciado con este asunto, así que consumo alimentos adecuados y propicio cierta cantidad de sol sobre mi piel, normalmente cuando salgo a hacer deporte. Lo hacía antes de que llegara la plaga.

Escribo todo esto porque empiezan a salir estudios (no artículos especulativos como este) que relacionan directamente la presencia y gravedad del COVID-19 con la deficiencia en vitamina D. Una relación muy importante.

Si alguien quiere fuentes, yo se las pasó en privado.

En realidad este es todo el meollo, el asunto fundamental, la causa primordial sin la cual este artículo no tendría ningún sentido. Y da respuesta personal a la cuestión planteada por mí mismo al inicio, dejar un testimonio para que alguien en el futuro (yo mismo a poder ser) compruebe la validez de mis ideas.

Pero habrá a quien le parezca más interesante lo que viene a continuación: la especulación lógica basada en la hipótesis de que fuera cierta: ¿y si un nivel adecuado de vitamina D evitara en buen grado la plaga COVID-19?

Respuesta breve: muchas de las medidas tomadas por el gobierno de este país (y el de otros) estarían, de hecho agravando y prolongando la plaga.

En primer lugar los confinamientos domiciliarios son, bajo esta premisa, contraproducentes. Ya no únicamente por hacinar a las personas en mayor carga viral, sino porque se produce una menor síntesis de vitamina D: no sirve con que el sol entre por la ventana, señore. Deberíamos estar mucho más al aire libre, donde, por cierto, no hay prácticamente contagios.

En segundo lugar, exceso de higiene. Con jabones y geles destruimos la capa lipídica de la piel y con ella la macrobiota que se encarga de la síntesis de vitamina D. Si la poca piel que llevamos al aire no tiene a los generadores de vitamina D, pues mal vamos.

Tercer lugar, mascarillas en la cara: ¡aún más parte de piel tapada! De esta forma solo se genera vitamina D en la frente, ¡es de aplaudir! Máxime cuando sabemos que al aire libre no se producen prácticamente contagios.

Pero claro, ¿qué podía salir mal de prohibir el deporte, obligar a las personas a estar al aire libre y convertir el sedentarismo en una obligación legal?

Y entonces alguien podría decir, ¿y qué medidas propondrías tú? Bueno, yo no soy médico, ni epidemiólogo ni mucho menos gobernante. O sea, podría ser alguna de las dos primeras porque soy estudioso, curioso y me apasiona el método científico, pero nunca podría ser gobernante porque tengo ética. Pero si la premisa en cuestión fuese cierta…

Propondría un plan de salud pública basado en dietas saludables y eficientes, recurriendo a la suplementación en aquellos casos en los que fuera necesario.

En lugar de castigar el deporte y la vida al aire libre, lo promovería. Quizá un plan tutelado por ayuntamientos y entidades colaboradoras que incluyeran exenciones fiscales en el IRPF a aquellas personas que cumplieran con unos mínimos razonables para su edad y circunstancias. Con carácter permanente.

Para continuar, promovería un plan de descentralización de los puestos de trabajo y por lo tanto de las ciudades mediante un marco regulatorio que gravara la presencia en oficinas y recompensara a las empresas que promovieran la transición rural. De la misma forma, los trabajadores que ejercieran su actividad vital fuera de ciudades también tendrían exenciones comparativas. Por supuesto, todo esto sin carácter recaudatorio, con balance neto neutro.

En cuanto a los colegios, se haría énfasis fundamental en la inconveniencia de permanecer en lugares cerrados. Propondría programas en los que el temario teórico estaría relacionado al máximo posible con actividades en movimiento. De esta forma no solo les daría el sol, sino que se evitarían muchos contagios escolares: recordemos que al aire libre apenas hay contagios.

Y con respecto a hospitales… bueno, creo que recomendaría releer a antiguos clásicos de la medicina que señalaban que era mala idea dejar a los pacientes de enfermedades respiratorias contagiosas en espacios cerrados. Reducir la carga viral, ya se sabe. Por ellos, por los médicos y los sanitarios.

En fin, por fortuna para todos (especialmente para mí mismo) yo no soy gobernante, solo un tipo cualquiera que lee siempre que puede y que juega a hacer hipótesis. Por el momento lo que voy a hacer es salir a correr bajo el sol del otoño, y probablemente después me vaya un rato al campo con un libro. Estoy tan loco que quizá hasta deje el móvil en casa.


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