Hermanos Juramentados de la Espada Negra
Algunas cosas bien
29-3-2017 03:26
Por Verion
Me ocurre con relativa frecuencia que diversas personas me preguntan: “¿Qué tal estás?”, y yo respondo con alguna timidez: “Algunas cosas bien”. Es la respuesta más honesta y positiva que puedo dar, si bien el origen de la argumentación no estaba relacionado tanto con la respuesta a la pregunta, como con la frecuencia de la misma.

Yo creo que antes se me preguntaba algo menos porque tendía a escribir artículos más íntimos en este espacio, una práctica que en general me gustaba y en la que he decaído últimamente. Con esa información muchas personas que hablaban conmigo lo hacían con un conocimiento bastante preciso, entrando en la materia (o en alguna materia) rápidamente. Esto no es en sí bueno ni malo, supongo, pero simplemente me agradaba.

Como ya habré mencionado en el pasado, no demasiadas cosas me causan satisfacción en la vida. Eso es, en gran parte, por lo que me gusta abrirme en espacios públicos, pues así personas afines entran en contacto conmigo y podemos hablar y realizar actividades comunes, como jugar al rol, que obviamente es algo que me gusta mucho. Teniendo en cuenta que unas cuantas de mis amistades actuales han surgido de estas actividades, tiendo a pensar que la idea funciona.

En enero de dos mil diecisiete me ocurrieron tres cosas impactantes en el margen de una semana cuyos días recuerdo bien, y cambiaron un tanto mi vida, yo diría que para bien.

La primera y probablemente menos importante fue desenmascarar al enemigo de la hermandad que realizó un ataque homófobo. Bueno, sé que la palabra “desenmascarar” es inadecuada porque guardamos el asunto en privado, pero en realidad los miembros de la hermandad lo saben, que no es poca cosa, y el sujeto en cuestión está, por el momento, neutralizado. Me gusta acabar con mis enemigos, es una de las cosas que más me gustan.

La segunda, y bastante mejor, es que mi situación económica ha mejorado una barbaridad. Y no es que antes me pareciera particularmente mala, pero ahora me gusta bastante más. Para el que no lo sepa, yo gano mi pequeña pasta haciendo asuntos informáticos como autónomo, y lo bueno que tengo es que trabajo de forma pasiva la mayor parte del tiempo, estando disponible para emergencias. En la actualidad he conseguido un cliente bastante gordo con el que, si van bien las cosas, pasaré a tener un dinero aceptable sin tener que trabajar demasiado más allá del primer año (este) que sí me está dando los quebraderos de cabeza obvios. Pero vaya, que una vez superados, pasaré a tener una situación económica aceptable trabajando lo justito, lo que me dejará tiempo para proyectos mucho más interesantes.

La tercera y mejor que ambas es que una de mis relaciones personales ha mejorado mucho. Tampoco quiero dar demasiados detalles sobre este asunto, no porque me asuste mostrar mi privacidad, sino porque no es exactamente mi privacidad. Diré simplemente que estoy en una situación que no esperaba alcanzar, y me sorprende mucho.

Mencionado todo esto, se diría que debería haber abandonado toda tristeza anterior y que los pensamientos suicidas deberían haber desaparecido completamente de mi cabeza. Bueno, no cabe duda de que todo esto me hace sentir mejor, y que ciertamente no pienso en acabar con mi vida (por lo menos no de forma recurrente), pero tampoco estoy que doy saltos.

Y es que algunas cosas me vayan bien, el mundo sigue siendo el mismo lugar de mierda, y eso, amigos lectores, me deprime. Así que durante el resto del artículo voy a intentar formalizar un poco los pensamientos por los que estoy convencido de que… bueno, no es mucho mejor estar vivo que estarlo. Esto es un aviso para los que tengan cierta fe en la humanidad y se consideren influenciables, el texto es muy cabrito. Ah, y no va a ser pequeño. Esto es intencionado. Me ha llevado unos días escribirlo.

Creo que una de las peores cosas que padecemos los humanos son los sesgos cognitivos. No voy a definir este horror de la existencia humana, el que no sepa lo que es, que busque en interné (pero no en guguel, por favor). Para mí la versión más horrible y evidente de estos sesgos es que el que ha tenido éxito piensa que es por mérito suyo, y el que ha fracasado piensa que es por culpa de los demás.

Yo tendré mis sesgos, claro, porque no soy onmipotente. Pero la verdad es que particularmente soy consciente de que en las cuestiones que me pueden dar una mayor felicidad o estabilidad he sido afortunado. He tomado algunas decisiones que me han llevado a ello, pero sin buena suerte no habría acabado ahí. Y en las cosas en las que me ha ido francamente mal (pienso sobre todo en algunas relaciones personales) no me cabe duda de que habrían ido mucho mejor si fuese más listo, más voluntarioso o simplemente más capaz.

Creo que he tenido suerte, la verdad, y creo que muchas personas no quieren aceptar que ellos también. Suerte de nacer en una familia que podía darme buenos alimentos y una educación suficiente (aunque no me refiero al sistema educativo). Suerte de no tener una enfermedad o de haber sufrido un accidente. Suerte de que esto que hago con otros (me refiero a EN) llegara a donde ha llegado. Suerte de haber conocido a personas geniales. Suerte de que cuando destaqué en algún campo había alguien mirando que ayudó a que pudiera dar un paso adelante. Suerte, suerte, suerte.

Pude haber nacido en una familia pobre de África, China, o India y no haber accedido a un buen sistema de salud y a una educación nefasta. Sin llegar a algo tan desafortunado, podría no haber estado cerca de buenos amigos. O podría haber tenido un trabajo desagradable en el que un sistema temible me arrancara todas las energías.

Esto no significa que me vaya todo genial. Pero la verdad es que no estoy en una situación mala, la verdad, incluso teniendo en cuenta que soy un occidental de un país del primer mundo.

Esto me lleva al segundo paso dentro de mi desordenado discurso: la cuestión de lo que significa en sí mismo ser (o no ser) pobre y los factores que inciden en… bueno, seguir siéndolo.

Cuando hablo con las personas con las que me encuentro en mi camino, tengo la sensación (a veces pregunto formalmente) de que casi todos se sienten en la parte “pobre” del mundo, lo cual es extraño, porque simplemente con cobrar 300 euros al mes uno ya está en el tercio más rico del mundo. Si uno es “mileurista” ya anda en el quinto más rico del mundo.

De hecho tengo la sensación de que le pregunte a quien le pregunte, ese sujeto siempre se sentirá por debajo de otros que tengan más, y por lo tanto protestará de ser la parte “pobre” de la relación. ¿Sesgo cognitivo? Desde luego es uno muy conveniente porque mientras uno sea el pobre, será la víctima, y mientras sea una víctima estará exento de ayudar a nadie y no será responsable del daño que cause a terceros porque "no podía elegir".

Y claro, si sumamos lo anterior, una persona occidental típica sumará dos y dos y pensará que “soy una parte perjudicada” y “me he merecido el dinero que gano con mi trabajo, así que lo que compre está justificado”. En este fenómeno de denegación de la responsabilidad jodemos a los habitantes de las ciudades con nuestros coches diesel o a los ingenieros al otro lado del mundo comprando móviles fabricados sin ningún remilgo por los derechos de los trabajadores. Bueno, en cualquier caso nadie nos va a pedir responsabilidades porque es legal, así que es fácil obrar así.

Quizá lo más triste de este paradigma de distribución de la riqueza es que se auto replica de una forma completamente robusta debido al modelo de herencia; se hereda la nacionalidad, se hereda la cultura, se heredan las posesiones, y en definitiva, el que nace en un lugar de mierda, está jodido y no le importa a nadie, y el que nace en una buena familia de pelas del primer mundo le irá bien. ¿Y tus probabilidades de salir de tu entorno y mejorar un poco? En realidad bastante bajas.

Y esto me lleva a -quizá- uno de los meollos más críticos de todo esto, y es el hecho de que las empresas, abandonadas a la relativa libertad de producir el máximo posible de beneficios y sujetas tan solo por la legislación de los países en las que operan -y a veces ni eso-, se dedican a lo que saben hacer bien: ganar dinero. Y esa es realmente su única ley. Si acaso tienen una política de tratar bien a sus trabajadores será porque una estadística les haya demostrado que eso es productivo, y si no hacen sus piezas con mano de obra esclava será porque… bueno, una ley se lo impida, porque visto lo visto la mala imagen da absolutamente igual, porque se siguen vendiendo móviles. Pero claro, es que si no utilizan mano de obra esclava entonces venderán más caro que la competencia… y el sistema de mierda los mandará a su debido lugar: el de las empresas que quiebran.

Quizá a veces no, claro. Pero en este sentido, ¿quién está dispuesto a pagar 525 euros por un móvil que de otro fabricante costaría no más de 140, por tener la conciencia tranquila de saber que nadie ha muerto creándolo? Ojo, que el dispositivo en cuestión no solo es moral con los fabricantes, también ofrece superior capacidad de reparación a sus clientes. Pero claro, por ese precio puedes romper tu móvil cuatro veces.

Bueno, esa empresa de tecnología no se ha hundido, pero sus números son miserables. Es como comparar… no sé, una hermandad independiente del mundo del rol con una empresa decente que gana buenos euros.

Y esta es para mí la lección aprendida: el que se comporta con moral y ética no puede competir, en términos capitalistas, con el que es un canalla miserable, así que las empresas hacen lo que saben hacer bien: ganar dinero.

Parte de la ironía de todo esto es que este es un efecto que tiene un poco de efecto de “vuelta”: a fin de cuentas la mayor parte de los que compran el móvil de la empresa explotadora trabajarán para una empresa que será parte del sistema y les hará lo mismo. No tan bestia como en una fábrica de China, claro, pero aún así bastante desagradable.

Yo soy un autónomo de poca monta, un tipo cualquiera que no ha acabado exactamente en esa tónica laboral sino que aprovecha algunos resquicios del sistema para tener una vida bastante apacible trabajando una quinta o sexta parte de lo habitual. Sí, por eso puedo escribir tanto y programar videojuegos y salir a entrenar día tras día.

El caso es que yo llevo muchos años luchando por, entre otras cosas, los derechos de los trabajadores. Esto es muy gracioso porque probablemente yo nunca me podré beneficiar de esos derechos porque como autónomo prácticamente no tengo derechos. Pero lo que es realmente hilarante es que, tras defender dichos derechos, muchos trabajadores me han llamado cosas muy feas. No directamente, claro (no voy a ahondar en este detalle).

El asunto se vuelve especialmente turbio cuando se tocan temas que ya ni siquiera el perjudicado es una persona ajena, algo horrible pero distante de lo que se puede poner muchas justificaciones. Lo realmente grande acontece en el momento en el que la situación está causando un perjuicio directo sobre el sujeto que elige utilizarlo.

Tengo una tonelada de ejemplos de esto, pero para mí el más evidente es el del control de la información. Hace poco reflexionaba un amigo mío sobre el deseo de “los poderosos” de meternos un chip para controlarnos completamente, el cual se ha vuelto totalmente obsoleto gracias a los teléfonos móviles con los que estamos perfectamente logeados, localizados y controlados, en este caso por empresas tecnológicas que han demostrado estar al completo servicio de… bueno, del dinero, claro, pero particularmente de los gobiernos, que no de los estados, haciendo de la privacidad un chiste que yo calificaría de humor negro.

Y existen alternativas. Claro que cuestan algo de esfuerzo, no es inmediato, y lo sé muy bien porque hago buenos esfuerzos para ser invisible, y aún así tener un acceso a la tecnología más que aceptable. No, no uso “Whatsapp”, y sí, me comunico por escrito. No, no uso guguel maps, y llego a los sitios con una herramienta de GPS colaborativa. No, no tengo gugeuel plei ni ninguna “tienda” de aplicaciones oficial, y sí, consigo todo lo que necesito -en realidad incluso lo que quiero- sin ellas.

Hay muchos caminos de hacer las cosas, y no tengo la presunción de pensar que el que yo tomo sea el correcto, pero soy de la opinión de que al negarnos a pagar por las aplicaciones y servicios hemos entrado en una situación en la que no está nada claro en qué condiciones vamos a recibir qué, y me cuesta creer que vaya a tender a algo bueno para el usuario a largo plazo.

Uno de los casos más cercanos para los lectores de este blog, roleros en su mayoría, será el de la red social en la que muchos se prodigan: guguel más, todo un acierto de construcción que, en sus peculiaridades, no ha logrado para nada el éxito suficiente para mantenerse, y va desmantelándose poco a poco hasta que llegue el punto en el que consigan rentar el poco personal que lo mantenga… o lo cierren. ¿Creen que habrá algún directivo en la compañía pensando en cómo va a afectar esto a las comunidades de roleros?

Podríamos haber desarrollado otra red social. Podríamos habernos apuntado a una red social libre y descentralizada. Pero no lo haremos, en su lugar estaremos a despecho de los devaneos de una empresa cuya única funcionalidad es ganar dinero… ¡y a la que no pagamos por darnos un servicio!

Pero claro, hacer algo común requeriría un acuerdo. ¿Y cómo podríamos llegar a ponernos de acuerdo en algo que nos beneficiaría a todos? En el entorno mundial todo el mundo compite. Se compite a nivel local entre pequeñas empresas, pero todas estarán de acuerdo en competir contra, no sé, los derechos de los trabajadores. Estos a la vez estarán compitiendo entre ellos por conseguir un puesto (esto es ya el colmo). Se compite a nivel político de más pequeño a más grande, y una vez alcanzado el poder un pueblo competirá con otro, a pequeña escala y a gran escala.

¿Y por qué no pararnos y dejamos de competir un momento, y en su lugar cooperamos? Aunque sea un rato, para lograr que haya agua potable en todo el mundo (esto no exige ni el 1% del presupuesto de defensa de un país grande, dedicado a… bueno, competir), o a erradicar enfermedades realmente importantes (se destina más dinero a solucionar la calvicie que el cólera).

Y ojo, que soy una persona competitiva. Cualquiera que me vea jugar a un videojuego sabrá que hay unos instintos poderosos en mí, pero precisamente por eso, en mis sueños de un mundo mejor, vi un mundo en el que las personas cooperaban y dejaban salir sus instintos agresivos en videojuegos, juegos de rol, y en general el ocio recreativo participativo.

Creo que en cierto sentido esto es lo que más me aflige. Ahora soy parte de un colectivo, el de los juegos de rol y particularmente del mundo editorial en el que todo lo que he citado está presente a un nivel para mí evidente. Las empresas son empresas, y están comprometidas con la única causa de ganar dinero, y en sus filas se puede ver simplemente la actitud que podemos esperar de una empresa fabricante de móviles. Y la verdad es que no necesitan cumplir ninguna exigencia moral porque gran parte de sus compradores, los que les dan de comer, son también compradores de móviles y están tan insensibilizados al sufrimiento ajeno que nunca se van a interesar por sus prácticas. Y aparte mienten de la hostia.

Y no es tan solo las empresas. La cooperación, salvando honrosas excepciones, es inexistente, y deja lugar a una competencia que prácticamente no entiende de personas, sino de rentabilidad en la que los sujetos somos simplemente un objetivo del que beneficiarse, y eso si lo somos. ¿Que de casualidad eso implica dar un servicio a algunas personas? Bien por ellas. El resto no importan.

Y los sesgos cognitivos, ¡ah, esos siempre están al servicio de la justificación de lo que quiera cada uno! Y en este caso se diría que particularmente están al servicio del ego de montones y montones de personas que se pegan de puñetazos en una piscina de sangre.

Para mí el mundo del rol es un mundo de mierda. Es un subconjunto representativo del mundo global, con todo su montón de cosas malas y sus poquitas cosas buenas, y ojo que ambos mundos me sustentan y me aportan algo positivo por lo que la espiral destructiva en la que con frecuencia me adentro no termina por destruirme. Por el momento.

Para mí este es un mundo horrible. Uno en el que el esfuerzo no tiene recompensa, uno en el que nunca tendría un hijo, porque si algún día me preguntara si merece la pena vivir, tendría que decirle la verdad: que yo creo que no, y que como mucho accedo a cerrar mi vista, centrarme en las absorbentes sensaciones del éxtasis amoroso, o patinar calle abajo a tanta velocidad que no puedo pensar en otra cosa que en no salirme de la vía y romperme los huesos.

Y si ese supuesto hijo mío fuera como yo, una persona infeliz, una persona que no encaja en un mundo en el que funcionan los falsos, los miserables, los mezquinos y los usureros, si un día me preguntara, “¿por qué me trajiste a este mundo de mierda?” yo no sabría qué responder.

Hay siete mil quinientos millones de personas en este mundo de mierda. Y sobro yo.


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