Aunque la salida al marcado de la edición gunear del juego de mesa de Espada Negra es emocionante para mí tiene un regusto amargo. Mucho. Y no es por nada relacionado directamente con el testeo, la edición física o cualquier otro aspecto formal o informal del juego en sí.
Es que yo jugaba al juego con mi amoña. Hasta no hace demasiado solíamos pasar el rato de las tardes echando un 1 contra 1 (con pasta mediante, que mi amoña es de esas que si no apuesta no se implica) con 3 condiciones y apuesta cerrada. Era una forma bonita de pasar un rato los dos juntos, alejándola de la puta mierda que echan por la tele cuando tenía los ojos cansados y haciéndole dar uso a esa cabeza. Brain training de ese, pero con Dormenios y Correctores, que siempre molan más que los sudokus (los cuales son una puta mierda, y no lo digo porque jamás haya completado uno).
Y claro, ahora eso de jugar con mi abuela...como que no. Está negro. Mi amoña está cada día más lejos, se pasa mucho tiempo dormida y ya ni se acuerda de lo más básico (cuando hace ¿que? ¿un año?) se sabía TODAS las condiciones. Y me ganaba, joder si me ganaba. Sacos de monedas de cinco céntimos se ha llevado la buena señora al bar de abajo de mi casa para tomarse un vinito con pintxo guindilla. Y me lo pasaba bien, mi abuela era una farolera del copón y sabía calcular mejor que yo el juego. Y que hostias, porque disfrutaba tomándome una birra con ella mientras échabamos un Espada Negra y me decía "Si este era mi jueguito".
Pues si, amoña, un poco si. Y entonces me ganaba. La entrañable señora de 91 años que aplastaba inmisericordemente a sus adversarios para acceder al poder dormenio. Si eso no da para una partida que baje Airí y lo vea.
Así que...pensamiento amargo. Me hubiera gustado probar con ella la edición gunear pero no va a poder ser. Con todo, me llena de orgullo decir que soy familiar de la decana del juego de tablero.
En otro universo será.