Nada excusable arrogancia
8-5-2012 23:45
Después de tratar durante tanto tiempo defectos pasivos, acojo con cierta sensación de reposo el escribir sobre unos pocos activos, a pesar de que ya he tratado algunos de los que me resultaban más ilustrativos.
La arrogancia es el defecto asociado al orgullo, y a su vez es la oposición directa de la humildad. Es importante comprender el sentido clásico de esta separación para comprender los conceptos. En esta dirección, el orgullo es la comprensión de lo bueno que ha hecho uno mismo, atribuyéndose de forma adecuada el justo mérito de las mismas y reclamando el reconocimiento asociado. La humildad es el conocimiento de los propios límites, lo cual es en sí mismo una virtud muy difícil. La cabida de la arrogancia en este sentido vendría a suponer sentirse digno de un mérito que no ha sido merecido, por lo que sin duda es la oposición más exagerada de la humildad.
La arrogancia es un defecto que puede presentar una cara ignorante en la que el sujeto realmente es inconsciente de no ser digno del mérito que reclama. Esta es una situación muy común que causa tremendos daños a la sociedad. Es el caso de una persona que ostenta un puesto de responsabilidad que está más allá de su capacidad. Una persona humilde, al alcanzar esta situación indeseable reconocería su incapacidad y solicitaría ser relevado por otra persona que sí esté capacitada para ejercer.
Un caso muy evidente de arrogancia es visible en la clase política, que usualmente sufre una cierta cegera. Sin ser necesaria una corrupción explícita (que puede estar asociada), los gobernantes arrogantes se niegan a reconocer que ya no están en el lugar adecuado (si es que alguna vez lo estuvieron). Sí es cierto que la crítica constante de la oposición y la adulación constante de los partidarios puede dificultar el criterio, esto no supone para nada una excusa para ser arrogante.
Es extremadamente fácil encontrar hoy en día una gran arrogancia, que a despecho de otros defectos, debería ser eliminada. Persistir en ella podría conducir de forma peligrosa a una situación de caos sin retorno.