Dentro de mi tónica de escribir unos cuantos artículos de literatura, me gustaría hablar de este concepto al cual no sé poner un buen nombre. Esto me ocurre porque desgraciadamente no tengo una formación reglada en literatura, como por otra parte me ocurre en programación, matemáticas, o casi cualquier ámbito del que sepa algo.
Por cierto, vendrán unos cuantos spoilers en este texto. Usaré de ejemplo “
La última luz”, por no spoilear obras de terceros.
El tiempo no es lineal. Es algo que saben bien los físicos, pero obviamente en la narrativa no tiene por qué ser nada lineal. Y ya no me refiero a que a medias de un libro uno pueda estar refiriéndose al pasado (flashback) o al futuro (flashforward), sino que incluso teniendo un desarrollo continuo este no tiene por qué tener la misma velocidad. Podemos hacerlo, y contar un día en cada capítulo un libro, o adaptar el tiempo a las necesidades del ritmo, y ser tan extremos como hablar de una hora durante doce capítulos y que luego pase un año en el siguiente. Y aunque este caso no es el más habitual, sí que es frecuente estirar el tiempo en los momentos de tensión, por ejemplo.
Lo que sí es más normal es que un texto de este tipo tenga una estructura bastante mejor orientada con respecto a la información que se va a transmitir. El tiempo es un esclavo de esto, como tantas otras características. Los expertos de esto nos señalarían que hay diversas estructuras funcionales (planteamiento, nudo y desenlace, por ejemplo), o que podemos controlar los picos y valles de intensidad.
Yo creo que en esto hay mucha trampa cultural. Es decir, que nos hemos acostumbrado a un ritmo muy concreto, y a unas herramientas que lo favorecen y que nos conducen a desarrollar unas expectativas de lo que va a suceder. Seguro que algunos escritores veteranos las manejan con gran soltura, mientras que otros las incorporan de una forma totalmente subconsciente. El caso es que permanecen en un acuerdo no formalizado pero sí escrito (en las propias novelas) que el lector sabe esperar. ¿Son unas pistas universales, o quizá solo están adaptadas a la cultura actual? Una cosa sí que me parece clara, y es que están muy refinadas tras miles y miles de obras.
Hay que tener en cuenta que estas herramientas se pueden usar de forma elegante o, por el contrario, que resulten evidentes y zafias. En el extremo contrario también sería un error que fueran tan sutiles que pasaran totalmente desapercibidas y el lector no tenga ni percepción subconsciente de la ruta que trazan. Es difícil estar en el margen de lo aceptable, y mucho más estar en la estrecha línea de lo excelso.
Algo que a mí me gusta mucho es romper las expectativas del lector que han sido creadas mediante este tipo de herramientas. Es decir, crear una esperanza mediante herramientas habituales, y que luego ese hecho no ocurra, sino que, fuera de ritmo, la situación cambia.
Y aquí viene el ejemplo
spoiler de “
La última luz”. Si no la ha leído, sáltese el siguiente párrafo.
Se trata del personaje de Sádean, y lo que a él lo rodea. Durante la primera mitad de la novela este personaje desarrolla su relación con el resto, y se genera de él unas simpatías y antipatías con el resto de personajes. No pretende ser demasiado evidente, pero parece que vaya a haber algún tipo de confrontación directa con su hermano, o quizá alguna interacción adicional con Tadia. Pero… bueno, le ocurre lo que le pasa, y obviamente todas esas expectativas desaparecen.
¿Y por qué me gusta esta situación, y las similares? Porque hablan de la misma vida, de lo inesperado y de lo no controlable. Señalan que no por parecer un personaje de trama uno es invulnerable a lo que pueda suceder. Porque pueden descolocar al lector, aunque seguramente no tanto como la vida lo descolocará en algunos momentos.
Creo que esta herramienta de ruptura del ritmo es algo que en general nos gusta mucho a los escritores del estilo “
Grimdark”, y creo que en parte es una de las grandezas del género, pero al igual que todas las herramientas, puede utilizarse mejor y peor.
Por ejemplo, si se abusa de ello entraremos en una sensación de desafecicón e incomodidad por parte del lector, pues no tendrá referentes a los que anclarse, y más pronto que tarde abandonará la obra por no sentirse cercano a ello.
También es posible que entremos en otro defecto de narrativa si estos eventos son muy selectivos. Es decir, que afecten a unos personajes destinados a ello, mientras que otros protegidos por el guión no tienen que preocuparse por ello. De esto hasta se hace humor.
Sin llegar a ese extremo se puede entrar también en la clasificación selectiva, es decir, que dichos eventos fuera de ritmo solo afecten a un tipo o subtipo de personjes. Al lector seguro que se le ocurren ejemplos de esto.
Ni siquiera yo pretendo decir que yo lo haga necesariamente bien, o que tenga todas las llaves, porque la realidad es que no las tengo y que las oportunidades de hacer mal las cosas son muchas más que las de hacerlas bien.
Y con esto me despido por el momento, enlazando a los lectores a siguientes textos sobre literatura, o a otros artículos de otros hermanos sobre temas mucho más variados.
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