Quería compartir con los muy expertos lectores algunos pensamientos sobre literatura y sociedad. Esto entra dentro de la tónica que ya cité hace algunos días, de centrarme en mi experiencia particular como escritor.
Antes de recorrer el circuito independiente y de vender “La última luz” en jornadas en régimen “Paga lo que te parezca” intenté entender cómo era el mundo editorial. No lo hice con novelas de Espada Negra, sino con un drama policial algo peculiar que era más accesible. Gustaba a familiares y amigos gracias a ese acercamiento mucho más entendible, así que lo llevé por agentes editoriales y editoriales. Lo más parecido al éxito fue perder completamente el control de la obra, y lo más frecuente fue el rechazo directo. También entré en contacto, por curiosidad, con editoriales independientes en las que uno acababa pagándoselo todo sin recibir a cambio prácticamente nada. Lo que se dicen “timos”. No entré en el juego de ninguna.
Una persona podría deprimirse por esto, pero yo creo que hay que pasar porque el mundo editorial apesta. Hay muchas anécdotas graciosas con esto, como esa en la que Stephen King se vanaglorió de ser buenísimo y poder cosechar el éxito empezando de cero otra vez, así que publicó una novela con seudónimo y no se comió un colín, y la crítica la puso fatal… hasta que dijo públicamente que era suya y de golpe fue un super ventas, y la crítica se desdijo… ¡qué grande! Y está esa editorial británica a la que un autor presentó Hamlet cambiando los nombres… y fue rechazada con el mensaje de que el texto era poco menos que una mierda. Ya se sabe, contradicciones.
Y actualmente el sector independiente no es que sea mucho más bonito. Con una búsqueda rápida se puede encontrar con que uno cuando escribe novelas no tiene que ser un gran escritor… sino atraer visitas a su blog. Las diez formas de hacer un buen personaje, los trucos para ponerse a escribir… los autores ya no hablan de sus libros, sino que parece que quieran vender su página a los que quieran escribir sus libros. Incluso hay una buena cantidad de artículos de cómo tiene uno que hacerse su blog de literatura para que vaya mucha peña, ¡puaj!
Y también están los expertos que saben del tema y que pueden promocionar un libro. Las páginas reputadas por una cosa o por otra que son propiedad de… bueno, del matón de turno. Otra gloria propia de esta época.
Y no hablemos de los premios. No creo que haya una persona que piense que estos sigan algún criterio ni medio justo, sino que más bien están adscritos a la editorial que se encarga de ellos, y que el ganador está más que decidido de antemano. No creo que, por poner un ejemplo, quede una persona lo bastante inocente para pensar que alguien independiente pueda ganar el antaño prestigioso premio minotauro.
Pero todo esto me da igual. No me importan nada ni los agentes editoriales rancios, ni las editoriales explotadoras, ni las editoriales independientes ladronas, ni los blogs llenos de consejos oportunistas, ni los blogs llenos de consejos oportunistas sobre cómo llenar los blogs de consejos oportunistas, ni los promotores matones, ni los premios amañados. Es que me da igual, estoy totalmente fuera de su alcance.
Y me siento bastante feliz escribiendo lo que me gusta. Sé que además llega a personas que lo valoran y que a su vez disfrutan y se hacen algo más felices, lo sé porque hasta hay críticas positivas al respecto, y me parece bien. Sacamos novelas en digital, si podemos las sacamos en físico y las vendemos en “Paga lo que te salga de tus genitales”, y todo el ciclo funciona bien.
Una típica situación en jornadas: las novelas se agotan.
Parte del placer de todo ello es innovar. No solo en el contenido, sino también en la forma en la que lo sacamos. ¿Es posible que hubiera ido mejor recorriendo el circuito tradicional? Bueno, es posible que no, por cada autor que tiene éxito habrá cincuenta que se comen los mocos, y como dejan en evidencia algunos ejemplos, no hay mucho criterio en ello.
Así que en esta materia de literatura siento mucha felicidad. Seguiré escribiendo, y seguiremos publicando libros dentro de la hermandad. Estoy convencido en que en el camino de la innovación no solo encontraremos cierta felicidad, sino que incluso aprenderemos y demostraremos cosas.
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