El oscuro sótano de paredes de dura piedra amarillenta se encontraba unicamente iluminado por un par de velas que permitían aun Sacerdote Najshet copiar antiguos textos históricos ocultos en aquel remoto templo de su cultura, protegido por una guardia real que miraba la puerta de la estancia como quien mira a un prisionero que teme que se abalance en busca de la libertad por encima de uno mismo.
Hacia ya dos días que deberían haber recibido los acostumbrados víveres que les permitieran seguir trabajando en aquel lugar lo que generaba cierto malestar y dudas.
Llevaban demasiado tiempo ahí abajo y no se habían molestado en averiguar que había más allá de esa puerta.
El sacerdote le pidió a su guardiana que preguntara al guardia de fuera si sabia algo, pero cuando fue a abrir la puerta el guardia no se encontraba en su puesto.
Este hecho hizo que el sacerdote dejara sus estudios, se levantara y decidieran salir para ver por que el guardia no estaba en su puesto.
Empezaron a caminar por los pasillos con la sensación de que no quedaba nadie más en el templo hasta que pasaron cerca de las dependencias donde guardaban a las furias.
Una de ellas parecía decidida a escaparse y golpeaba la puerta de su celda enérgicamente esperando que esta cediera.
Pero no hizo falta tirar la puerta abajo. El sacerdote decidió que se le abriera la puerta. La furia quería saber por que no tenían los alimentos, ya que sus compañeras estaban muy débiles por la desnutrición y falta de agua.
El sacerdote le sugirió que lo acompañara para averiguarlo y esta accedió.
De esa manera el Sacerdote se aseguro tener al menos dos escoltas.
Cerca del exterior del templo escucharon ruidos de gentes y voces hablando en harrassiano. La furia se aproximo sigilosamente al exterior y pudo ver una caravana escoltada por miembros de carsij harrassianos que habían cargado tesoros y bienes del monasterio.
Los guardias Najshet se encontraba muertos, con los cuerpos amontonados junto a los que parecían serlos cuerpos de miembros de tríbus del desierto.
El Sacerdote, molesto por tal profanación invocó el poder de la diosa oscura y 5 muertos volvieron a la vida atacando a los harrassianos.
Dos de ellos cayeron, de los muertos no quedó ninguno en pie pero los ánimos decayeron entre los supervivientes.
El sacerdote Salió entonando una especie de profecía sobre la maldición del templo a aquellos que se atrevieran a usurpar los vienes del templo.
Ellos aludieron que tenían permiso del propio Najshet y que poseían un documento que lo acreditaba.
Él revisó el documento y le pareció autentico más no se fió de ellos. Su deber era evitar el espolio del templo o al menos de lo más importante.
Decidió permitir que se lo llevaran pero no antes de enviar un mensajero solicitando más animales y víveres para todos.
La furia preocupada por sus compañeras pidió ayuda a los harrassianos y un supuesto medico se ofreció a ayudar, pero a lo largo del día as hiervas que sugirió fueran empleadas como medicina solo empeoraron la situación.
Finalmente la furia mató al supuesto medico cuando este no creía que fuera a hacerlo.
Discutiendo con sus compañeros, el sacerdote decidió ofrecer acceso a más tesoros con el fin de salvar las reliquias que hubiera en el templo.
La guardia real najshet conocía de su existencia y sabia donde se encontraba el pasadizo de acceso.
El comerciante, quien parecía llevar las riendas de la expedición harrassiana accedió con la condición de que el sacerdote los acompañara.
El sacerdote accedió pero acompañado de su guardia real y que el propio mercader se quedara en el exterior vigilado por la furia, dejando ordenes a esta ultima de matarlo si no regresaba con el grupo.
Así pues un grupo formado por un sacerdote najshet, un guardia real, un oficial y 4 miembros de la carsij se adentraron en el templo.
Tras un largo y estrecho pasillo un grito de alarma y terror rompió el incomodo silencio.
Uno de los jinetes afirmaba a los que iban detrás que su compañero había perdido la cabeza.
Una hoja afilada había cruzado el aire seccionándole completamente el cuello.
A partir de ese punto decidieron agacharse para pasar por aquel lugar, justo antes de que el Sacerdote viera una inscripción que afirmaba que había que sentir humildad ante el Najshet.
Decidieron seguir adelante y legaron a una bifurcación que permitía seguir escaleras arriba o escaleras abajo.
El sacerdote indicó al desconfiado oficial harrassiano que se dirigieran escaleras abajó.
Mientras bajaban un desprendimiento de rocas casi los plasta, pero los dejó atrapados en una estancia no muy grande, sin salida alguna y con un estrecho pozo en su interior.
El sacerdote decidió lanzar un abalorio fin de saber cuan profundo era.
No parecía ser mucho por lo que sugirió que un hombre se deslizara pozo abajo haciendo presión sobre las paredes con su cuerpo, pero el harrassiano que lo intentó resbaló y callo al fondo lanzando al aire un ultimo alarido antes de que reinara el silencio.
Al alumbrar con una antorcha pudieron ver el cuerpo empalado del harrassiano desangrándose al fondo mientras un extraño siseo les puso en alerta.
En el exterior, la furia intentó sin éxito usar las hiervas para envenenar a los harrassianos, lo que acabó con un combate singular entre ella y el carsij que permanecía con ellos.
Pero la fortuna no estuvo de su parte y el harrassiano la venció
El oficial se puso a la defensiva empezó a amenazar al Sacerdote, pero este no apreció mostrarse como un enemigo, sino como alguien interesado en obtener también los tesoros.
El sacerdote consiguió convencer al oficial de que claramente la salida estaba por aquel pozo, que debía haber alguna hendidura en sus paredes y que por tanto bajara algún voluntario “menos torpe”.
El oficial designo un “voluntario” el cual con cuidado y más acierto que su predecesor consiguió aproximarse al fondo donde no vio casi nada de sangre de su compañero. Accidentalmente se pinchó una mano con los pinchos del fondo y vio como la sangre desaparecía, colándose por algún orificio que no podía ver.
Al tiempo los miembros del grupo que se encontraban arriba vieron que cuando se vertía liquido una puerta se abría, pero que aun estaba demasiado cerrada.
El sacerdote vio una inscripción que indicaba que la sangre vertida haría que en el momento preciso se pudiera ascender a los cielos
El oficial le preguntó al sacerdote que debían hacer pues no podían matarse para que se abriera la puerta. El sacerdote pidió tiempo para pensar y se puso en una pose pensativa.
El oficial recordó que tenia una cantimplora con agua así que la cogió para pasársela al compañero que se encontraba en el fondo del pozo cuando un dolor horrible en su interior hizo que se retorciera al igual que el compañero que una quedaba a su lado. Finalmente ambos murieron bajo el poder de Taharda invocado por la fe y determinación del sacerdote, quien pidió a su leal guardia que le ayudara a lanzar los cuerpos al pozo, cayendo el del oficial sobre el pobre soldado que se encobraba dentro de aquel estrecho conducto llamándolo.
La sangre vertida finalmente fue suficiente para que se abriera la puerta y pudieran continuar su camino.
Tras pasar por una estancia de baldosas que se hundían llegaron a una pequeña escalera que llegaba hasta una losa de piedra que entre el sacerdote y el Guardia lograron abrir, pudiendo respirar el cálido aire del desierto.
Al asomarse al exterior pudieron ver que se encontraban a bastante distancia de la entrada del templo.
El sacerdote decidió que se acercarían por la noche, para terminar de acabar con los harrassianos que quedaban.
Para cuando se aproximaron vieron el cuerpo inerte de la furia. El sacerdote invocó los oscuros poderes de Taharda una ultima vez para eliminar de un plumazo al comerciante y al carsij que quedaba. La guardia real consiguió cortar en seco la huida de dos de ellos que cayeron muertos mientras que otros dos escaparon a caballo.
Después retornaron todos los tesoros al templo, y borrar toda presencia de los harrassianos, antes de realizar rituales y rezos a Taharda para que esta permitiera que la Furia la sirviera, otorgándole ese gran honor por la lealtad y el sacrificio demostrados.
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