Hace cierto tiempo alguien me dijo que de vez en cuando rompía el estilo de juego de sus jugadores con una partida de humor, y lo consideraba un ejercicio prácticamente medicinal, necesario en su entorno para hacer una limpieza periódica que indicara a los jugadores que no se lo tomaran todo tan en serio.
Aunque yo soy un tipo que tiende a tomarse las cosas en serio, y especialmente en este asunto del rol que yo personalmente entiendo como algo importante, también conozco que existe un límite de cuánto debe tomarse uno en serio las cosas, o incluso a uno mismo. No voy a ser yo quien ponga un lugar a dicho límite, no obstante, el cual me parece muy subjetivo y circunstancial.
La capacidad de tomarnos según qué cosas en serio puede llegar a ser enfermiza, ciertamente, y llevarnos a situaciones en las que tenemos peleas entre personas que podríamos cooperar en asuntos para los que somos realmente aliados, pero supongo que esto es la historia de la humanidad, y por mucho que los roleros seamos un subconjunto pequeño de la humanidad, somos un subconjunto que compite, pelea y guerrea. Y hay diferencias que, por lo menos para mí, son demasiado grandes.
Para mí el humor en el rol nunca ha sido en sí mismo algo positivo. Normalmente era algo que si eso ocurría cuando a alguien se le había ocurrido un chiste y se salía de personaje para contarlo, y como tal no supone algo positivo en absoluto, sino al contrario, una ruptura del ambiente que lo estropea todo. He conocido grupos en los que esto se había convertido en una costumbre y no se podía generar un ambiente ni remotamente serio. Es por eso que a mí no me tienta en absoluto hacer partidas de humor, puesto que tiendo a pensar que dan aún más alas a estas conductas.
Sé que existen juegos cuyo misma intención ya tiene un tono a humor. Me refiero, por ejemplo, al ejemplo de paranoia, que está en los recuerdos de muchos de nosotros, y a muchos otros que son más cercanos en el tiempo, pero que para mí no ocupan un lugar en mi agenda. Esto es porque no puedo quedar muchas veces con mi grupo, y cuando quedamos nos ponemos al tema muy en serio. Quizá demasiado para algunas personas.
Nunca he tenido la necesidad de incluir el humor en mis partidas como tal, así que tras algunas conversaciones me puse a pensar en si yo era, de alguna forma, un cenizo que no permitiera a los jugadores una cierta expansión de la risa, como una especie de sacerdote perverso que recordara la conducta recta e inquebrantable del auténtico camino, sin dar lugar a ninguna expresión en su santuario.
Pienso simultáneamente en los bufones, que he conocido unos cuantos, en su manifestación como
enviados del caos, y me pregunto a la vez si tener la cantidad de humor controlada no es también una forma de evitar que el caos ocupe la mesa. En este sentido quizá la decisión de mi intertulio original, incluir una partida de humor cada cierto tiempo, sea la más adecuada: combatir al caos con un poco de caos. Dejarlo pasar para conocerlo y limitarlo.
Pensé en mí mismo como director de juego, y en si acaso era alguna forma de cenizo descomunal, y me di cuenta de que sí incluyo ciertas menciones de humor, y no solo en rol, sino incluso en novelas, y yo creo que sí lo hago: es el humor de lo posible pero insospechado, de las personas que hacen cosas realmente contradictorias consigo mismas y con su ambiente, o al contrario, el de conductas realmente sorprendentes que están aceptadas socialmente, y que llevadas a otro contexto pueden despertar primero hilaridad y luego reflexión. Es una forma de humor tranquila, que realizo seriamente, sin deformar mi gesto.
Otra forma de humor la puse práctica en la
partida que jugué el otro día, en la que las votaciones en una encuesta de google plus eran determinantes para calcular los refuerzos de cada jugador. Creo que en este caso se creó una circunstancia injusta e incluso absurda que solo se podía aceptar con un humor que estaba en el contrato social de la partida. Y creo que ver a todo el mundo coger sus móviles para votarse a sí mismos fue en sí mismo gracioso.
Y así, mediante el humor, llevamos un poco el caos a nuestra mesa, y quizá convertimos aquella partida de defectos en algo incluso más simulacionista. Más serio, quizá.
No sé si recorreré muchas más veces este camino, aunque ciertamente fue divertido.
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