Como sabrán algunos de los lectores, este servidor suyo viaja mucho por jornadas acompañando a otros hermanos de la Espada Negra, y ahora lo hacemos con mucho material del juego de rol, incluyendo el manual en sí, la novela, y varios accesorios. Y aunque normalmente nuestra función es más bien dar a conocer la obra, en muchas jornadas realizamos ventas de estos artículos a través de las tiendas presentes, especialmente las que colaboraron con nosotros en el proceso de crowdfunding.
Típica situación de jornadas.
Esta situación me ha llevado a una actividad que no realizaba desde hacía muchos años, que es la de vender. Como digo, hace muchos años sí que financiaba algunas actividades mediante ventas de diverso material en eventos de ocio. Ya saben, era joven, necesitaba el dinero… y desde luego aprendí el negocio. Muy bien.
Por aquel entonces no me importaba demasiado presionar a un posible comprador para que tomara una decisión en pro de la compra. Existen muchos argumentos para presionar a un comprador, desde crearle expectativas, a señalarle que son los últimos artículos, hacerle una oferta ligeramente mejor… no todo el mundo compra con la misma mentalidad, pero con cuatro o cinco trucos bien instituidos y cierta pericia se consiguen más ventas. Por cierto, y sin que tenga que ver, en esto de las ventas no estuve más de un par de años antes de pasar a profesionalizarme en el negocio de la violencia.
Hay hábitos muy diferentes a la hora de consumir. Algunas personas tienen un presupuesto para ocio y se lo van a dejar en una cosa u otra, mientras que otras se piensan mucho en lo que se van a dejar los cuartos, y aunque los vendedores prefieren sin duda a los primeros por motivos obvios, yo tengo una particular afinidad con los segundos porque de hecho entro en ese grupo. En este sentido me gusta cuando las personas echan un ojo al material en las jornadas y cogen una tarjeta o folleto por su cuenta.
Conozco personalmente a varias personas de ambos grupos, pero tengo un ejemplo muy cercano que pese a no andar muy boyante de dineros, consume como si fuera del primero. Hace poco tiempo se fue a una presentación de un cómic de gran éxito que se financió mediante un crowdfunding. Esta persona iba con intenciones de comprar solo un número, pero volvió del lugar con todos los números y varios extras, por un valor total que a mí me pareció elevado (aunque yo soy un tacaño, ojo). Me contó la historia de cómo había sido, y yo no necesitaba escucharla porque ya me la sabía: le habían presionado creando expectativas y señalándole que la supervivencia del proyecto dependía de las personas que lo compraran. Dos trucos de esos fáciles.
Nada de esto me habría dado mucho que pensar de no ser porque el cómic desilusionó a esta persona. Bastante, de hecho, así que se sintió estafada. De hecho yo tengo actualmente los cómic y me los estoy leyendo, y he de reconocer que a mí tampoco me están pareciendo nada muy digno.
Yo he vivido esta situación como vendedor hace muchos años, y he de reconocer que presionaba a los compradores, si bien nunca eran artículos tan caros (entre 250 y 900 pesetas, creo recordar). No obstante en la actualidad no he querido obrar así con Espada Negra. El primer motivo es que, aunque sigo necesitando el dinero, ha cambiado mi escala de valores. El segundo es que no me gustaría pervertir la obra en la que trabajo de esta forma.
No me malinterpreten. Creo que el juego es muy bueno, creo que el que se lo lleve tendrá un material muy útil a buen precio, y que el que juegue a Espada Negra tendrá en sus partidas una experiencia genial. Pero es una apreciación personal, y lo último que querría es que alguien se dejara treinta y cinco euros y luego se sintiera desilusionado.
He tenido bastante de estas situaciones últimamente. Creo que es algo que se percibe cuando tienes cierta experiencia en este asunto de las ventas; notas al cliente “con presupuesto” que está dudando si comprar o no, y sabes que un poquitín de presión hará que se decida. Se ve en la cara, se ve en el rato pensando, incluso en comentarios que hace. Y el viejo instinto de vendedor superviviente sale desde mi interior hasta mi misma piel, y me tengo que recordar a mí mismo que debo contenerme y ser algo más decente que mi mezquino instinto de vendedor viejo.
Y entonces lo que hago es darle una tarjeta. “Lo tienes todo disponible en la página web, míralo, pruébalo y te decides”, le dijo. Y lo normal es que el sujeto en cuestión ponga cara de sorpresa la guarde, lo agradezca, me de la mano y se vaya.
Y mi instinto de vendedor viejo me dice que he cometido un error, que ese comprador va a irse a la tienda de al lado y que su falta de disciplina presupuestaria le va a llevar a comprar el producto de al lado, quizá incluso el de la competencia. Es más, sé muy bien que una tarjeta puede no ser suficiente para que el posible futuro jugador entre a la web de Espada Negra, por lo que la tarea haya sido un fracaso total. Sé que hace falta un vínculo mayor (normalmente más material físico, o una partida). Es posible que si se hubiera llevado el juego lo hubiera probado y se hubiera sentido convencido…
Pero una cosa que yo me impongo actualmente es que no vale solo con sobrevivir, también hay que merecerlo. Y si no lo merecemos, aunque tengamos dinero, no habrá Espada Negra, ni habrá hermandad, porque su identidad habrá muerto.
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