Terry Pratchett murió. Y yo creo que mañana no saldrá el sol, sino que rotaremos alrededor de una bola incandescente de gases en estado de fusión.
Cuando alguien como Pratchett escribe más de setenta libros en los que, con personalidad y erudición, transmite no solo el humor con el que a todos nos hizo reír, sino también las reflexiones más finas acerca de un estilo de vida en relación con múltiples aspectos de esta, desde las más sociales hasta las más humanas, desde las más trascendentes a las más mundanas, creo que se desnuda ante los lectores. Si uno desgrana sus libros leyéndolos una y otra vez acaba conociendo al autor y teniendo una imagen muy clara de su personalidad, o por lo menos de la que proyecta.
Hubo una época de mi vida en la que yo leía los libros de Terry Pratchett una vez tras otra. La mayor parte de ellos los habré leído una quincena de veces. Esta cercanía que adquirí me hizo entender diversos aspectos de su experiencia que considero positivos. Terry Pratchett se convirtió en alguien conocido al que respetaba, alguien de mi familia, y su fallecimiento por lo tanto me llena de tristeza de unas formas que no puedo siquiera comunicar en este espacio.
“Noli Timere Messorem” pone en el escudo de Terry Pratchett. “No le temas al segador”. Terry Pratchett reflexionaba mucho sobre la muerte en sus novelas, y todos hemos podido conversar con él en cierto sentido a través de sus textos.
Aún así yo tengo alguna duda con respecto a si Pratchett nos señalaba a nosotros un principio vital con respecto al flujo natural de la existencia, o si más bien se recordaba a sí mismo un precepto difícil de interiorizar pues condiciona la experiencia vital de una persona al completo. “No le temas al segador” es una filosofía de vida que algunos intentamos seguir a nuestra forma, con mayor o menor éxito.
Para mí Pratchett ha sido un maestro de la vida que ha compartido con otros hombres este principio fundamental que yo también he querido entender y asumir para ser la persona que quiero ser. “Abraza la muerte” dice la cuarta frase de la pequeña letanía que yo me repito por las mañanas y que me hace entender el espacio que quiero ocupar en el mundo.
Creo que no le tengo demasiado miedo al segador, pero en mi ceguera egoísta siempre he pensado en la aceptación de la desaparición de mi existencia. Hoy el segador se ha llevado a Terry Pratchett, y me he dado cuenta de que siento rabia y siento tristeza. Y no tengo ninguna respuesta.
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