Callarse no es una opción
7-1-2015 18:11
Vivir en una zona con un conflicto político en el que las bombas y las pistolas hacen campaña junto a sus militantes el acoso, el insulto y los puños no es fácil. Se lo puedo asegurar. He vivido la mayor parte de mi vida con el sonsonete de mi madre y mis amigos que termine llamando "No digas eso que las líes"...pero en mi vida me he callado, he dicho siempre lo que pensaba y desde luego me he reído de lo que he querido. Y desde luego he puesto cara de lo que podemos llamar "ascoputo" cuando gente de mi entorno hacía según que otra broma.
Y sigo vivo. He tenido discusiones, me han insultado y he respondido con la misma moneda. Ha sido desagradable en muchas ocasiones pero prefiero ese mal trago que humillarme al comportarme como un cobarde.
Lo cierto es que el humor y hacer bromas me han permitido sobrellevar situaciones muy jodidas. No se pueden ustedes hacen una idea. Si me río de algo, si hago una broma de humor negro de ese que ahora está de moda les puedo asegurar que lo hago para evitar echarme a llorar o gruñir asqueado. Es eso o deprimirme
Ahora el gobierno tiene ganas de volver a los viejos tiempos de cuando mi madre compuso el sonsonete de las narices. Con leyes y vigilancia policial buscan que nos guardemos dentro de nuestras cabezas, o en el ámbito privado más privado, todas esas chanzas y bromas que puedan socavar su régimen. En el mundo editorial se ha impuesto una repugnante autocensura que no hace sino empobrecer nuestra cultura, El Jueves fue la víctima más sonada de esta política abominable de miedo. Cuidado, no sea que por la vía de la risa y el humor a la gente le dé por pensar, criticar y cuestionar (terrorífica palabra para el poder) las líneas oficiales de pensamiento y las políticas de quienes gobiernan u aspiran a hacerlo. El humor es poderoso, sirve para superar los límites de una libertad cada vez más encadenada. Porque demuestra sin ninguna dificultad quien es el enemigo de la libertad.
Aquel que te dice "De esto no se puede bromear" u "Esto es sagrado y no se puede hacer humor con ello". Aquel que se cree con potestad para ponerte una mordaza y hacerte pagar por tu libertad de conciencia.
Los artistas y trabajadores de Charlie Hebdo hoy han pagado el precio de cuestionar lo sagrado y las necedades de los fanáticos. Unos perros de presa a las órdenes de aquellos que temen que ellos, unos pintamonas (aunque en Francia el trabajo de dibujante está mucho mejor considerado que en España) puedan erosionar con inteligencia y talento los pilares que sostienen su monolítica, cerrada y artificial forma de entender el mundo. Y ante la imposibilidad de establecer un debate, algo curiosamente muy habitual en la sociedad musulmana, debido a una cerrazón digna de un adolescente con los puños ensangrentados han optado por la vía de la violencia.
Quieren que dejemos de reír. Quieren que el miedo mate el talento y nuestras ganas de demostrar que no hay nada tan serio como para no convertirlo en chiste. Quieren volver al régimen del señor feudal intocable e injuzgable que protege su sacro santa figura mediante la fuerza ejercida por perros criados para ello: morder al objetivo. Les puedo asegurar que esa escoria tiene más miedo de los bolis, las plumas y las teclas que de las amenazas de guerra y castigo. La conciencia no despierta a cañonazos. La libertad de opinión, la actitud crítica solo puede despertar por obra de los artistas que ponen patas arriba las cosas establecidas.
Y la única respuesta que merecen es secarnos las lágrimas y seguir demostrando lo ridículos que son. Tanto ellos como los otros. O nosotros. Y señalar con el dedo a otros portadores de mordazas que ahora se quieren apuntar un tanto.
Es lo mínimo que debemos a esas personas.
De odios y cálculos políticos hechos usando a los muertos y a los asesinos ya hablaremos otro día.