La pregunta de Espada Negra que no supe contestar.
Suelo tener respuesta para todo. No digo que la respuesta sea siempre correcta, pero en términos generales suele satisfacerme a mí en el sentido de que más o menos transmite lo que pienso, así que el hecho de no saber contestar una pregunta, y precisamente sobre Espada Negra, me ha llamado mucho la atención.
Por supuesto, incurrieron muchos factores que paso a detallar a sus mercedes con la longitud de prosa que me caracteriza en este medio digital en el que el espacio no es un problema.
El evento al que hago referencia ocurrió durante las jornadas XOGA, en La Coruña. En estas jornadas yo tenía cargado el sábado de actividades: la primera partida de rol empezaba temprano, a las once de la mañana, y la última acabó tarde, las dos de la mañana. Entre medias organicé varias partidas del juego de mesa, con lo que creo que se puede decir que no paré. De hecho tenía acordada una conferencia sobre matemáticas que se desplazó al domingo, algo que no era del todo buena idea porque yo esa noche iba a dormir más bien poco.
El caso es que en algún momento que no recuerdo bien, no sé si el sábado o el domingo, el organizador de las conferencias nos citó al hermano Sigeiror y a mí para que participáramos en una entrevista sobre el juego de rol de Espada Negra. Todo el concepto de esta entrevista era conseguir una interacción espontánea, pues los entrevistados (no fuimos los únicos) no conocíamos las preguntas antes de empezar.
Todo esto me pilló con el pie cambiado, porque uno no está a lo mismo en todas las circunstancias. Cuando estoy “a dirigir rol” estoy más preocupado por los cumplimientos de los tiempos y la expresión de los conceptos, mientras que cuando estoy “a enseñar partidas” me preocupa sobre todo ser capaz de transmitir un reglamento en muy poco tiempo.
Como decía en el párrafo anterior, la entrevista me pilló con el pie cambiado. Entiendo que el entrevistador quería conseguir unas respuestas honestas y espontáneas, pero no es exactamente lo que consiguió.
Ambos lo dijimos, Sigeiror y yo, cuando nos vimos de repente delante de la cámara. “Me siento totalmente desplazado”. Pero bueno, fueron entrando las preguntas, la mayoría de las cuales no recuerdo, pero creo que sí respondimos de una forma bastante cierta, más o menos titubeantes o correctos, pero al menos ciertos. Se nos preguntó por el origen del juego, por sus cualidades, y por tantas otras cosas que resultaron interesantes. Y en el momento final llegó la última pregunta, la que no supe responder.
“
¿Por qué debería jugar a Espada Negra?”
Creo que mi primera respuesta (que no saldrá en el vídeo) fue: “¿qué?”, a lo que el entrevistador debió responder: “¿por qué debería jugar a Espada Negra y no a otro juego?”. Es una pregunta legítima, la había entendido la primera vez. Debería haber estado preparado, pero de golpe me sentí totalmente vulnerado. ¿Saben sus mercedes esa sensación de estar a punto de morir y que la vida de uno pase delante de sus ojos? Bueno, esto no fue así, pero sí pasaron muchos momentos de la creación de Espada Negra por delante de mis ojos. Me acordé de la primera vez que hicimos una web para el proyecto, ya demasiados años atrás. Recordé estar sentado escribiendo, la primera ilustración realizada por Eduardo Rodríguez. Pasaron delante de mis ojos, los trece capítulos. Recordé la simpleza, la profundidad, el realismo. Recordé muchos detalles que creo que configuran al juego de rol de Espada Negra como algo único y excepcional. Recordé que llevo respondiendo a esa pregunta ya casi dos años día tras día, artículo tras artículo. La respuesta ocupa más que el juego de rol en sí.
Así que si sus mercedes ven esa entrevista podrán vislumbrar algo de frustración en mis ojos. Yo no la he visto, no sé cuánto se me nota. Debí balbucear algo, y destacar una cualidad que me parece importante, como muchas otras, y es que el juego de rol va a permitir que cada personaje sea realmente único y transmita y exprese lo que el jugador quiera. Una buena cualidad, pero desde luego no la definitoria.
Es curioso que todos los capítulos del juego de rol pasaran por delante de mis ojos, pero no pasara el que tenía una buena respuesta para esa pregunta: la introducción, concretamente en su primera frase:
“Quizá deberías estar pensando en jugar a otro juego de rol”, pone, literalmente. Y continúa expresando que obligará al lector a comprometerse de una u otra forma. Y esa era una buena respuesta, quizá aderezada con una explicación de lo que es el "hardcore". Señalar que no todos los juegos son para todas las personas, este más que ninguno. Supongo que es uno de los motivos por los que las introducciones son importantes.
Pero ahí estaba yo. Sentí el juicio delante de mí, y no di una respuesta que yo considere certera. Y eso no me gusta.
Quiero insistir en la absoluta inocencia del entrevistador. Sé que él quiso sacar unos vídeos con información de calidad, lo cual me parece loable. Creo que es muy negativo que el entrevistado conozca las preguntas de antemano. Nada de este artículo va contra su persona, solo quizá contra esa pregunta.
Dejen sus mercedes que les retrotraiga a mi juventud, concretamente a mi adolescencia. Aprendí una de las lecciones que pasó a formar parte de mi estilo de vida. En este caso estaba en clase de ética, impartida en ese caso por un profesor miembro de la organización “Opus Dei”. El caso es que un día me planteó (no sé si a mí en particular o a la clase en general) una situación hipotética: “Conduces un tren que no puedes parar y tienes que elegir entre dos vías. En una está tu familia, y en otra un montón de madres embarazadas. ¿A quienes atropellarías?” Creo que el profesor se sentía muy satisfecho con este portentoso acertijo con el que supongo que quería demostrar que todos éramos egoístas. Casi todos los alumnos ponían evasivas para parar el tren, había quien quería saltar, pero entonces el tren iba por una de las vías. Había que decidir, señores. Y yo, enfadado, respondí lo siguiente.
“Atropello a mi familia. Luego, cuando el tren se detenga, le doy la vuelta, voy por la otra vía y atropello a las madres embarazadas. Quiero que el cabrón que haya puesto ahí a esas personas entienda que no puede chantajearme ni manipularme”.
Fue entonces cuando fui consciente de un principio operativo que ya utilizaba en mi vida, pero que pasó a tener una formulación formal.
“Si alguien te da a elegir entre dos opciones, elige siempre la tercera”.
Lo que quiero decir es que cuando alguien te está dando a elegir muchas veces lo hace a conveniencia, creando una hipótesis de exclusión que no es cierta. Es entonces cuando hay que apretar el ingenio y encontrar otra salida. No por ser un listillo, no por tener razón, sino por arreglar el puto asunto como se debe.
La formulación más breve sería la siguiente:
“Siempre hay una tercera opción”.
Y una cuarta, y una quinta. Y si no la hay, muramos buscándola, porque el peor de dos males sigue siendo un mal. En cierta forma mi vida ha sido una búsqueda de terceras opciones.
Supongo que con aquella pregunta me sentí un poco como con el profesor de ética, e insisto en que no creo que el entrevistador fuera malintencionado en absoluto. Pero a mí me creó una sensación de juicio y de extrema injusticia, pues la respuesta era demasiado larga para el tiempo que se nos otorgaba. Debí encontrar esa tercera opción en la que más tarde caí.
Pero no supe contestar.
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