Hoy traigo un tema sugerido a través de la red social "Google plus". La cuestión es amplia, pero como no soy un ser inmune al mundo en el que vive tengo mi opinión sobre ella, forjada por eventos y discusiones pasadas. Es una parte del debate sobre los derechos de propiedad sobre las obras intelectuales, uno que se ha hecho muy presente en la sociedad.
Quizá lo más determinante es pensar en si los juegos de rol y las bibliotecas combinan adecuadamente. A fin de cuentas los manuales de juegos de rol son volúmenes de referencia continuada, por lo que la respuesta más usual sería que no: uno debe contar con los libros de rol de una forma continuada para poder organizar partidas, así que el sistema de préstamo es poco práctico. No obstante un servicio muy similar existe, y es el constructo conocido como "Asociación de rol". Mediante este ente los socios pueden acceder a unas cantidades bastante ingentes de material compartido. Bien por ellos.
Pero incluso en este entorno las bibliotecas pueden dar un servicio a aquellos de nosotros que disfrutamos de los juegos de rol. Pueden proporcionarnos material de documentación que aporte peso a nuestras partidas, o simplemente novelas que nos inspiren. Esta función excede a las asociaciones de rol usuales, y nos lleva a los pantanos más profundos del debate de los derechos en internet.
A riesgo de dar un rodeo peligroso para la estructura del artículo, diré que los libros electrónicos no tienen toda la aceptación que sí tienen, por ejemplo, los reproductores de MP3. En cierta forma tiene algo de sentido, pues el reproductor de MP3 compite con otro sistema digital (el CD) al que claramente supera en todos los aspectos, mientras que el libro electrónico mantiene una batalla con el libro físico que tiene algunas cualidades que algunas personas consideran superiores.
En el caso de las novelas es algo que no comparto. Desde hace mucho que leo todo lo que quiero leer en un dispositivo electrónico y no siento más que mejoras, incluyendo el peso y posición del aparato (ideal para leer en la cama), y la capacidad de almacenamiento.
En la cuestión del manual técnico es donde el libro electrónico no logra imponerse. Diría que tiene una serie de defectos importantes:
- Tamaño pequeño. Negativo para gráficas e imágenes.
- Color (blanco y negro).
- Interfaces no demasiado cómodas para buscar secciones visitadas, poner marcas y acceder a contenidos concretos.
Muy pocos lo defenderán al libro electrónico como la elección más sabia para manual técnico. El mercado, además, no tiende a mejorar estos productos en los aspectos citados, sino en delegar estos en tablets. Y los tablets no son libros electrónicos.
Ahora, lo que voy a dar por supuesto es que existen dispositivos digitales que permiten competir con el libro en papel, sean libros electrónicos, tablets o gafas. Porque algún día existirán, y porque si no la reflexión no tiene mucho sentido.
En la cuestión de si las bibliotecas pueden coexistir con este ambiente, diré que hasta donde yo sé (perdí la pista hace un tiempo) las bibliotecas españolas ya se estaban preparando para el préstamo de libros digitales. Ignoro totalmente si estos estarían controlados por algún horrible sistema de gestión de derechos digitales (DRM).
En cualquier caso uno se puede hacer la pregunta de, ¿de qué servicio proveen estos lugares si uno ya puede acceder por internet a servicios similares? Bueno, muchas de estas páginas se mueven en un régimen legal dudoso (y si no es dudoso, ya se encargarán los gobernantes de que lo sea), por lo que su permanencia en la existencia es por sí mismo algo a tener en cuenta. En cualquier caso sus contenidos suelen ser puestos a disposición de los usuarios mediante enormes compilaciones de fácil acceso.
Parte del problema viene a ser que no se puede anticipar demasiado el asunto porque el estado futuro de las leyes es bastante desconocido para el pueblo. Probablemente sea incluso desconocido para los propios gobernantes, que esperen a que los respectivos grupos de presión económica les den una directriz concreta.
Pero sí creo que hay algo con lo que se puede contar, y es con que las leyes no podrán ponerle puertas al campo (más que nada porque no lo han hecho ni con la música ni, con las películas, ni con nada). Así que dando por supuesto que todo el mundo tendrá acceso desde su conexión a internet a la práctica totalidad del contenido en dispositivos electrónicos superiores al medio físico, ¿tienen sentido las bibliotecas?
Pues la respuesta, para mí, sigue sin ser fácil, porque depende mucho de lo abierta que sea la industria. Como bien sabemos, los mercados son un dios muy duro, y los señores adinerados de buenas editoriales y distribuidoras no quieren que su estilo de vida desaparezca y se vuelvan tan pobres como, digamos, muchos autores de libros.
En el mundo del capitalismo hay muchas personas que tienen que vivir de los libros. Los señores de las empresas, los bibliotecarios, e incluso algunos autores. Con este argumento se defiende con frecuencia el modelo actual (¿o anterior?), el cual está lleno de situaciones ridículas e hilarantes.
- El criterio de selección de los textos por parte de las editoriales puede ser bastante malo. Ver este artículo que no es mío.
- El criterio del público también puede serlo. Ver el artículo anterior, también.
- A fin de compensar a los autores y editores, a los ciudadanos se les cobra un "canon" cada vez que hacen una fotocopia. ¿Hace cuánto que fotocopió una novela, lector?
Uno de los aspectos curiosos de todo esto es que nadie ha conseguido poner puertas al campo (ojo, que en algunos países lo han intentado), así que todas estas leyes e impuestos que pretenden proteger a esa industria de criterio no artístico, sino comercial (aquí me tacharán de simplista) no evitan para nada la libre descarga. ¿Y qué queda? Que instituciones que promueven la sabiduría, como es el caso de las librerías, no tengan ni una justificación de su existencia. Y si a lo gestores les gusta poco la sabiduría, no digamos ya si se usa poco. En su afán por recortar gastos será el primero de los sacrificios.
En esta vorágine de locura encuentro que el razonamiento tiene muy poco que ver con lo que ocurre. En un lugar donde el criterio de publicación no es artístico, sino comercial, ¿qué sentido tiene preguntarse por la existencia de las bibliotecas? Pues supongo que existirán si se les puede sacar un beneficio, o si algún gobierno entiende que debe seguir manteniéndolas (con el dinero de los cotizantes, ojo).
Otra cuestión muy diferente es si tendrían una cabida social en un entorno digital de un sistema decente, en el que a los editores les preocupara más la cultura que el dinero, y en el que a los políticos les importara más el bien de los ciudadanos que hacerse de oro.
En este sentido yo le veo la ventaja de la ubicación física. A mí me parece que en este sentido pueden ofrecer:
- Situación de estudio y lectura tranquilo.
- Acceso a internet.
- Punto de encuentro entre aficionados a la lectura o a la divulgación, incluyendo grupos de análisis y debate.
- Asesoría de personal profesional (el bibliotecario).
La sociedad tiene mucho por donde evolucionar, y mucho sobre lo que reflexionar. No solo en relación con los autores y bibliotecas, sino, mucho más en general, con el criterio del reparto de la riqueza, y particularmente en las relaciones entre trabajadores, empresarios y financistas.
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