Erradicando la inconsciencia
3-4-2012 01:30
La búsqueda de los defectos de la condición humana en el entorno actual me lleva a conclusiones un tanto deprimentes. No es que en otros tiempos fuera necesariamente mejor, pero cabría esperar que del progreso cultural se siguiese uno personal.
En este caso quizá la relación sea inversa, y no entiendo siquiera muy bien por qué. Mi búsqueda de los defectos me lleva en este caso a la inconsciencia.
Yo he visto la pobreza extrema, he visto a gente comer tierra por pura desesperación porque no había nada más. Pero lo he visto porque las malas cosechas y la codicia de hombres malvados concluían en ese terrible fin.
En este caso el problema no es la avaricia, defecto del que hablaré de forma extensa en otra ocasión. Lo que motiva esta disertación es más descuidado, menos intencionado, pero no por ello menos grave. Para explicarlo, me remitiré a una frase que para mí es muy importante.
“No malgastes el aliento”
Es un concepto muy usual en las tribus del desierto, expertos en el trato con esa inhóspita naturaleza en la que simplemente sudar de más puede ser causa de muerte. Aquella primera vez que lo escuché fue de la boca de un oficial de la caballería sariana, un hombre menudo pero de gran aplomo.
El concepto es el de invertir en cada acción la energía necesaria para ello, y ninguna más. Es el de hacer movimientos precisos y justos, el de ir a un sitio por la ruta más corta. El de comer la cantidad justa de comida. Es el de dormir las horas debidas, ni más ni menos, el de no dedicar un momento de más en pensar en una tribulación que no tiene solución. Contempla en su interior las virtudes de la prudencia y del ahorro, la cualidad de conocer la importancia de cada paso, de cada acción, de cada aliento.
Es lo contrario de lo que veo en estos momentos. Personas aceleradas que van de un sitio para otro sin entender ni siquiera de dónde han salido ni el proceso que están siguiendo. Acciones desmedidas que muchas veces concluyen no solo en un error, sino también en un daño para ellos y otros individuos.
Pero creo que no se limita solo a eso. Es no tener conciencia de la responsabilidad que conlleva su existencia. La cantidad de residuo que genera su consumo, el daño que hacen las palabras que pronuncia, el trabajo que requieren sus servicios y la consecuencia que tienen pequeños gestos que, sumados a los de todos los demás, confluyen grandes males de la sociedad.
Creo que para erradicar la inconsciencia hay que trabajar este concepto. No malgastar el aliento.