Dentro del ámbito del
juego de rol de Espada Negra estamos moviendo mucho todo lo que es el ambiente Dormenio. Esto se debe a que vamos "por fases", en función a la novela que publicamos. Esto limita mucho los tipos de artículos que podría publicar, y de hecho querría hablar de los funcionarios harrassianos, de los adartos eridios, de los ulekaiz tírticos y de tantas otras cosas. No obstante el artículo de hoy trata sobre una sociedad que tiene su interés propio: los criminales dormenios en relación con el juego de rol.
En Dormenia las atribuciones sociales no están del todo bien establecidas, y ciertos ámbitos, sin ser del todo legales, son tolerados. Por ello, como se entiende que alguien tiene que prestarlos, y se tiene una tolerancia aceptable con las bandas callejeras. La prostitución es el ámbito más frecuente de actividad de estos grupos, y el juego está cerca. En algunos lugares además regulan ciertos servicios públicos, como pudiera ser la recogida de cubos de excrementos humanos.
Esto no significa que tengan manga ancha para ejecutar las inmoralidades que quieran. Se las persigue cuando roban, asesinan o trafican con droga, pero tienen cierto poder y pueden manejarse en un "toma y daca" con la guardia de las ciudades, e incluso con la propia nobleza y la Corrección, si bien a esta última no le gusta demasiado meter la zarpa en esos asuntos.
Otra actividad frecuente de las bandas es la extorsión de los comerciantes "legales". Esta se produce normalmente disfrazada de "protección" frente a otras bandas, pero normalmente no protegen de nada. No obstante los comerciantes suelen cuidarse mucho de pagar a la banda más fuerte de la zona, y no hacerlo puede darles problemas.
La vida de los pandilleros no es en verdad mucho mejor. Aunque tienen unas ganancias superiores a las de los trabajadores honrados, no suelen tener el seso como para invertirlas sabiamente. El peligroso estilo de vida pasa factura, y el que no muere en un acto violento suele caer en el consumo de nantio. Por todo ello, es raro conocer a un miembro de una banda que pase de los treinta años.
Crear un personaje miembro de una banda hace correr con todos esos problemas, quiera uno o no. Tiene su parte buena, puesto que da acceso a un muy aceptable abanico de habilidades con las que configurar un personaje muy versátil y personal, pero en el lado negativo da unas opciones de equipo muy malas.
Como ya se habrá señalado con anterioridad, tener una espada en Dormenia es algo puntual y llamativo, y los miembros de las bandas no suelen ahorrar bastante como para poder contar con una. Por ello, lo normal es que su equipo inicial incluya una porra, como mucho.
Una buena opción para evitar esto es combinarlo con un nivel de la profesión "espadachín", lo que permite acceso al mucho mejor equipo de esa clase, a coste de contar con una pequeña reducción en las habilidades. Al cambio se podrán adquirir unos trasfondos más interesantes, en función a estas habilidades.
Uno de los aspectos más interesantes de esta profesión es responder a la pregunta "¿Qué ha llevado al personaje a tirar por la mala vida?". La respuesta puede ser algo simple como la ambición o la codicia, pero puede ser algo más fino que se relacione con las ventajas y las desventajas. Puede que el personaje tenga amor verdadero o cuidador, y que tenga que comprar medicinas para su ser querido enfermo, o simplemente que así le pague "la vida". Puede que el personaje tenga una venganza pendiente, y que unirse a las bandas sea la única forma de conseguirla, o puede que una "oscuridad interior" le despierte una apatía y desprecio por la vida suficientes como para destacar en las bandas, y configurar un miembro temido y famoso.
Otro aspecto interesante a la hora de manejar un miembro de una banda es la forma en la que este cambia según van ocurriendo las partidas: el hecho de que sea un pandillero al principio no significa que no pueda cambiar, y explorar las posibilidades que el personaje asume para este cambio puede ser un reto interesante para algunos jugadores.
Tanto rol por jugar, y tan poco tiempo...
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