Hermanos Juramentados de la Espada Negra
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De vez en cuando hay que ganar…
29-8-2022 14:38
Por Verion
...para poder escribir artículos chorras como este. No escribo mucho últimamente, dicen que en parte es porque estoy deprimido, y puede que sea verdad. El caso es que hay veces en las que hay que aprovechar las circunstancias, y en este caso se han dado: he obtenido la primera posición en un torneo razonablemente nutrido de Warhammer 40.000.
Quizá sepa el lector que para que mi tiempo en este mundo resulte menos insoportable, me doy a vicios como el mencionado con más o menos la misma gana con la que he jugado toda mi vida a otras cosas. Esto de los wargames siempre me ha gustado, me distrae profundizar y sacarle todo el meollo que puedo, y en mis grupillos de juego suelo aportas muchas partidas de calidad. Es algo que resulta difícil en el mundo de destellos de información de la modernidad.
Como llevo haciendo este tipo de cosas desde que medía metro y medio, puedo decir que tengo una gran experiencia en entornos competitivos, y por lo tanto también me permito decir que el juego mencionado no es un gran juego, pues en él intervienen muchísimos parámetros sobre los que se puede ejercer ningún control, de manera que la victoria no siempre está decidida por el buen hacer o la buena táctica.
En mis tiempos de L5r, un sabio jugador probablemente mejor que yo me dijo una vez: “para ganar un torneo es necesario un buen mazo, jugar bien, y tener buena suerte”. Básicamente, en un grupo suficientemente grande de jugadores siempre habrá unos cuantos con buen mazo y que jueguen bien, así que entre ellos triunfará el que tenga más suerte. En función a cuanto intervenga esta -la suerte-, será un parámetro más o menos importante.
En mi reciente victoria, la suerte fue un parámetro que jugó a mi favor. No tanto en las siempre veleidosas tiradas de dado, que sin ser un desastre tampoco fueron nada del otro mundo, sino más bien en los emparejamientos y la determinación de comienzo de partida, pero sobre todo en que mis oponentes no conocían bien mi facción, ni mucho menos mi forma de jugarla, que está fuera de lo que viene a ser considera la “most effective tactic available”.
Por si alguien que lea esto entiende lo que digo, mi ejército tiránido consistía básicamente en una horda de termagantes que daban protección a dos mamás tervigonas que no paraban de parir los que pudieran, Completaba la lista un carnifex del tipo asesino aullante que en verdad no hizo nada particularmente interesante. Esto son mil puntos de los dos mil holgados que he montado y pintado en dieciocho días. No pinto bien, pero no se me ocurre ir en plan guarro ni a una partida amistosa, pero supongo que ese es otro asunto.
En la primera partida jugué contra un ejército de guardia de la muerte que centraba sus fuerzas en dos unidades de exterminadores con guadañas lideradas por el infame Typhus. En lo que viene a ser el lore no tiene del todo sentido, y en la partida tampoco tuvo demasiado: la tervigona jefa se comió una escuadra, luego a la otra, después a typhus y de postre una escuadra de diez zombis de la paga. Luego le dio diarrea porque no estaban frescos. No puntué una barbaridad porque no elegí ni medio bien las secundarias, pero siempre está bien devorar el ejército oponente al completo.
La segunda partida me tocó contra más marines del caos, en este caso de Slaanesh. En este caso venían cargados de armas sónicas que prometían hacer mucho daño a mis grandes unidades de termagantes, pero por segunda vez la gran tervigona fue subestimada con cargas a medio gas. ¿Resultado? La tervigona jefa se comió una escuadra de rapaces y luego dos escuadras más. El comandante enemigo daba mal rollo, así que recordé cómo las abejas combaten a las avispas asiáticas y apliqué una estrategia similar: hice una pelota de termagantes alrededor y los puse a vibrar hasta que se murió de calor. El oponente concedió en el ¿segundo turno? En su beneficio diré que llevaba un ejército conversionado y pintón. Todos los enfrentamientos tendrían que ser así.
La tercera partida pintaba mal, contra caballeros del caos, y no porque lo viera difícil, ¡sino porque solamente había cinco miniaturas! Muy poca biomasa para que la tervigona devorara. En realidad el enfrentamiento me beneficiaba muchísimo por tres circunstancias del azar: primera, el escenario limitaba el movimiento de los grandes caballeros a la calle central. Segunda, no se recuperaban puntos de mando hasta el tercer turno (en el que la partida ya estaría decantada), y tercera, que mi oponente subestimó el poder de la gran tervigona jefa.
El caballero más grande ocupó la línea central, y la partida ya estaba vendida. Gasté mi único punto de mando de toda la partida en la gran estratagema de las cargas múltiples, y la gran tervigona se comió bien comido al más grande de los caballeros sin temor a interrupciones de mando (porque no había CP). A partir de ahí todo consistió en afianzar el tapón y dejar a todo su ejército enclaustrado en su área de entrada sin poder puntuar mientras yo me ponía las botas. Y bueno, la tervigona jefa se comió a todos los cinco caballeros. No mucha biomasa, pero la disfrutó porque había que desenlatarla con cuidado, y como ya se había puesto hasta arriba en la partida anterior… pues estuvo bien seguir con una delicatessen.
Y ya está. A las personas humanas solo les da tiempo a jugar tres partidas en un día, así que como por lógica en un torneo de 32 personas puede haber 4 que hayan ganado todas las partidas, el desempate es la cosa más surrealista imaginable: por los puntos que cada jugador ha obtenido sumados, o sea, quién ha metido las palizas más enormes. La gran mamá tervigona tenía el estómago lleno con 273 puntos de torneo o una barbaridad así, de forma que el evento fue para ella.
Voy a analizar esto desde la terna de la victoria que mencionaba al principio:
¿Llevaba un buen ejército? La verdad es que según los estándares actuales, no, y puedo señalar a muchos hilos de reddit haciendo mofa de ejércitos así, pero yo creo que en estos momentos tiene potencial. Yo no me tomo ni medio en serio el juego competitivo de Warhammer, para mí esto es más un entretenimiento que hago con amigos. Para mí mi ejército de tiránidos es de horda porque TODOS mis otros ejércitos van de mi tema favorito -mechs- de manera que todo el mundo contra mi ya va dopado de antitanque. Supongo que era un ejército que más “bueno” era “inesperado”, y mis oponentes no supieron enfrentarse a él.
¿Jugué bien? No voy a decir que fuese una máquina de la táctica, pero elegí aceptablemente cuando tuve que hacerlo. En mi beneficio diré que había ensayado algunas variantes de la misma idea que me habían llevado a pequeños cambios que se notaban mucho en el resultado final, así que iba a “tiro hecho”, y eso a veces se parece a jugar bien, especialmente si el oponente no sabe cómo tiene que obrar.
¿Tuve suerte? Sin duda. Como ya anticipé, no es que los dados me fueran especialmente propicios (tampoco fueron malos), sino que los emparejamientos y las misiones me beneficiaron, y aún más, ningún otro palizas sumó más puntos, algo que yo no podía controlar de ninguna manera.
Yo no me tomo este juego nada en serio, y de hecho cuando voy a un torneo es más por socializar y ver ejércitos que por pretender ganar nada. Pero ya que voy, lo juego todo lo bien que puedo. ¿Puedo ganar? Pues supongo que de vez en cuando, sobre todo si la compañía que edita el juego no ha mandado a la mierda la facción o facciones que juegue.
Todo esto me recuerda mucho a mis tiempos mozos en L5r, en los que hacía y me ocurría más o menos lo mismo. Llevo treinta años creando y jugando juegos de diverso tipo, organizando eventos, jugándolos y de vez en cuando ganándolos ¡ojalá se me diera todo igual de bien! Quizá debería haber evolucionado y haber dejado estas aficiones a personas más jóvenes, pero al menos con toda experiencia puedo decir algo que se aplica igual de bien a la vida.
Más vale tener suerte que ser listo.
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Quizá sepa el lector que para que mi tiempo en este mundo resulte menos insoportable, me doy a vicios como el mencionado con más o menos la misma gana con la que he jugado toda mi vida a otras cosas. Esto de los wargames siempre me ha gustado, me distrae profundizar y sacarle todo el meollo que puedo, y en mis grupillos de juego suelo aportas muchas partidas de calidad. Es algo que resulta difícil en el mundo de destellos de información de la modernidad.
Como llevo haciendo este tipo de cosas desde que medía metro y medio, puedo decir que tengo una gran experiencia en entornos competitivos, y por lo tanto también me permito decir que el juego mencionado no es un gran juego, pues en él intervienen muchísimos parámetros sobre los que se puede ejercer ningún control, de manera que la victoria no siempre está decidida por el buen hacer o la buena táctica.
En mis tiempos de L5r, un sabio jugador probablemente mejor que yo me dijo una vez: “para ganar un torneo es necesario un buen mazo, jugar bien, y tener buena suerte”. Básicamente, en un grupo suficientemente grande de jugadores siempre habrá unos cuantos con buen mazo y que jueguen bien, así que entre ellos triunfará el que tenga más suerte. En función a cuanto intervenga esta -la suerte-, será un parámetro más o menos importante.
En mi reciente victoria, la suerte fue un parámetro que jugó a mi favor. No tanto en las siempre veleidosas tiradas de dado, que sin ser un desastre tampoco fueron nada del otro mundo, sino más bien en los emparejamientos y la determinación de comienzo de partida, pero sobre todo en que mis oponentes no conocían bien mi facción, ni mucho menos mi forma de jugarla, que está fuera de lo que viene a ser considera la “most effective tactic available”.
Por si alguien que lea esto entiende lo que digo, mi ejército tiránido consistía básicamente en una horda de termagantes que daban protección a dos mamás tervigonas que no paraban de parir los que pudieran, Completaba la lista un carnifex del tipo asesino aullante que en verdad no hizo nada particularmente interesante. Esto son mil puntos de los dos mil holgados que he montado y pintado en dieciocho días. No pinto bien, pero no se me ocurre ir en plan guarro ni a una partida amistosa, pero supongo que ese es otro asunto.
En la primera partida jugué contra un ejército de guardia de la muerte que centraba sus fuerzas en dos unidades de exterminadores con guadañas lideradas por el infame Typhus. En lo que viene a ser el lore no tiene del todo sentido, y en la partida tampoco tuvo demasiado: la tervigona jefa se comió una escuadra, luego a la otra, después a typhus y de postre una escuadra de diez zombis de la paga. Luego le dio diarrea porque no estaban frescos. No puntué una barbaridad porque no elegí ni medio bien las secundarias, pero siempre está bien devorar el ejército oponente al completo.
La segunda partida me tocó contra más marines del caos, en este caso de Slaanesh. En este caso venían cargados de armas sónicas que prometían hacer mucho daño a mis grandes unidades de termagantes, pero por segunda vez la gran tervigona fue subestimada con cargas a medio gas. ¿Resultado? La tervigona jefa se comió una escuadra de rapaces y luego dos escuadras más. El comandante enemigo daba mal rollo, así que recordé cómo las abejas combaten a las avispas asiáticas y apliqué una estrategia similar: hice una pelota de termagantes alrededor y los puse a vibrar hasta que se murió de calor. El oponente concedió en el ¿segundo turno? En su beneficio diré que llevaba un ejército conversionado y pintón. Todos los enfrentamientos tendrían que ser así.
La tercera partida pintaba mal, contra caballeros del caos, y no porque lo viera difícil, ¡sino porque solamente había cinco miniaturas! Muy poca biomasa para que la tervigona devorara. En realidad el enfrentamiento me beneficiaba muchísimo por tres circunstancias del azar: primera, el escenario limitaba el movimiento de los grandes caballeros a la calle central. Segunda, no se recuperaban puntos de mando hasta el tercer turno (en el que la partida ya estaría decantada), y tercera, que mi oponente subestimó el poder de la gran tervigona jefa.
El caballero más grande ocupó la línea central, y la partida ya estaba vendida. Gasté mi único punto de mando de toda la partida en la gran estratagema de las cargas múltiples, y la gran tervigona se comió bien comido al más grande de los caballeros sin temor a interrupciones de mando (porque no había CP). A partir de ahí todo consistió en afianzar el tapón y dejar a todo su ejército enclaustrado en su área de entrada sin poder puntuar mientras yo me ponía las botas. Y bueno, la tervigona jefa se comió a todos los cinco caballeros. No mucha biomasa, pero la disfrutó porque había que desenlatarla con cuidado, y como ya se había puesto hasta arriba en la partida anterior… pues estuvo bien seguir con una delicatessen.
Y ya está. A las personas humanas solo les da tiempo a jugar tres partidas en un día, así que como por lógica en un torneo de 32 personas puede haber 4 que hayan ganado todas las partidas, el desempate es la cosa más surrealista imaginable: por los puntos que cada jugador ha obtenido sumados, o sea, quién ha metido las palizas más enormes. La gran mamá tervigona tenía el estómago lleno con 273 puntos de torneo o una barbaridad así, de forma que el evento fue para ella.
Voy a analizar esto desde la terna de la victoria que mencionaba al principio:
¿Llevaba un buen ejército? La verdad es que según los estándares actuales, no, y puedo señalar a muchos hilos de reddit haciendo mofa de ejércitos así, pero yo creo que en estos momentos tiene potencial. Yo no me tomo ni medio en serio el juego competitivo de Warhammer, para mí esto es más un entretenimiento que hago con amigos. Para mí mi ejército de tiránidos es de horda porque TODOS mis otros ejércitos van de mi tema favorito -mechs- de manera que todo el mundo contra mi ya va dopado de antitanque. Supongo que era un ejército que más “bueno” era “inesperado”, y mis oponentes no supieron enfrentarse a él.
¿Jugué bien? No voy a decir que fuese una máquina de la táctica, pero elegí aceptablemente cuando tuve que hacerlo. En mi beneficio diré que había ensayado algunas variantes de la misma idea que me habían llevado a pequeños cambios que se notaban mucho en el resultado final, así que iba a “tiro hecho”, y eso a veces se parece a jugar bien, especialmente si el oponente no sabe cómo tiene que obrar.
¿Tuve suerte? Sin duda. Como ya anticipé, no es que los dados me fueran especialmente propicios (tampoco fueron malos), sino que los emparejamientos y las misiones me beneficiaron, y aún más, ningún otro palizas sumó más puntos, algo que yo no podía controlar de ninguna manera.
Yo no me tomo este juego nada en serio, y de hecho cuando voy a un torneo es más por socializar y ver ejércitos que por pretender ganar nada. Pero ya que voy, lo juego todo lo bien que puedo. ¿Puedo ganar? Pues supongo que de vez en cuando, sobre todo si la compañía que edita el juego no ha mandado a la mierda la facción o facciones que juegue.
Todo esto me recuerda mucho a mis tiempos mozos en L5r, en los que hacía y me ocurría más o menos lo mismo. Llevo treinta años creando y jugando juegos de diverso tipo, organizando eventos, jugándolos y de vez en cuando ganándolos ¡ojalá se me diera todo igual de bien! Quizá debería haber evolucionado y haber dejado estas aficiones a personas más jóvenes, pero al menos con toda experiencia puedo decir algo que se aplica igual de bien a la vida.
Más vale tener suerte que ser listo.
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Re: De vez en cuando hay que ganar…
30-8-2022 18:27
Por Orking
Este post me da muchas ganas de jugar Warhammer, jugué hace mucho con tiránidos también pero creo que la versión que jugué ya está obsoleta.
Por cierto, felicidades por tu victoria devorando a medio mundo!
Por cierto, felicidades por tu victoria devorando a medio mundo!
Re: De vez en cuando hay que ganar…
31-8-2022 14:04
Por Verion
La verdad es que es una pena que los juegos y sus ediciones tengan tan poca permanencia en el tiempo. Siempre queda "Herejía de Horus", que tiene un ciclo de vida mucho más largo, pero ahí no hay tiránidos.
En cuanto a la victoria, es mérito de la gran tervigona. Creo que debería tener nombre.
En cuanto a la victoria, es mérito de la gran tervigona. Creo que debería tener nombre.