Hermanos Juramentados de la Espada Negra
De quien he sido a quien soy.
19-8-2020 17:34
Por Taraak

Tengo una relación curiosa con el alcohol, de hecho no creo que exista una sola relación normal con las bebidas espirituosas. Me gusta beber pero... ¿cual es el motivo?

Durante mi juventud e infancia las bebidas alcohólicas fueron un tabú para mi; pero llegado a cierta edad estaba asqueado de la sanguijuela que devoraba cada pigmento que daba color a mi vida, siendo esto y un cabreo de tres pares de cojones lo que me llevó a hacer mi primera degustación. Si le preguntas a un científico que sentidos usé para la cata seguramente te diga que el gusto, pero para mi fue mas bien el disgusto, no solo el sabor era horrible (cazalla para un primerizo, imagínate), estaba rabioso, hubiese echado fuego por la boca de no ser porque tenía los dientes demasiado apretados como para que entrase en ella el oxígeno necesario para la combustión. ¿el efecto?, pues la verdad nada del otro mundo, me relajó, expulsé bilis por la boca durante un rato y poco a poco fue como si la bestia que recorría mis venas inflamándolas hubiese estado corriendo rugiendo y luchando hasta poco a poco caer rendida de agotamiento.

Posteriormente descubrí que si en lugar de furioso bebía estando triste mi tristeza crecía y brotaba por mis ojos como de un copioso manantial hasta ahogarme en ella. Así pues ¿cual es la razón de que beba?, si los efectos son los de un simple calmante, una carrera, gritar o machacarse con las pesas y estando triste me ahogaba en mi mismo, ¿cual es la puta gracia?, ¿tiene que ver con estar normal?, nah, si bebo estando normal simplemente me siento adormilado, quizás un poco mas locuaz que de costumbre, nada especial; pero cuando estoy en calma, satisfecho y sin pesares en mi corazón la cosa cambia, en esos momentos yo creía que me convertía en otra persona pues cambio enormemente.

Hoy 19 de agosto de 2020 hace 26 años que nací, y hasta 1999 fui una persona muy diferente a la que soy a día de hoy. Antes de eso mi vida era feliz, mi progenitor se disfrazaba exitosamente de buen padre, había siempre una o varias personas de mi familia (madre, hermanas, abuelos, tíos, primos y nuestros niñeros) alrededor nuestro, ignoraba como de podrido estaba el mundo y dedicaba mis días a jugar, estar con mi familia, ver películas, escuchar historias, aprender de los documentales que veíamos continuamente y pelearme a guantazo limpio con mi hermana; todo ello actividades que adoraba y con la única angustia y preocupación por el futuro de que el queso y las aceitunas (que siempre han sido mi golosina) fuesen tan pocas, cierto es que también estaba la ocasional y angustiosa perdida de algún juguetito que rápidamente pasaba segundo plano con alguna de mis pelis preferidas; todo un dramón.

Pero eso cambió, porque al tiempo que mi progenitor empezaba a mostrar la cochina cara que escondía tras su mascara al tiempo que se preparaba para hacer nuestras vidas miserables yo entraba en el colegio, colegio (y mas tarde colegios) donde me tenia que relacionar con los niños de mi edad, porque eso es lo que tienen que hacer los niños claaaaaro; de ahí en adelante todo se fue cuesta abajo, decepción tras decepción, la que hasta entonces había sido una vida alegre pasó a convertirse en un pozo de angustia, ya no estaba rodeado de mi familia que me quería, ni de adultos para los cuales yo era un zagalillo simpático y listo con el que hablar y que disfrutaban de mi compañía, ahora estaba forzado a estar rodeado de personas a las cuales les importaba una mierda, personas que no tenían interés alguno en estar conmigo, personas por las que yo no albergaba ningún interés, y, lo peor de todo: personas para las que yo era una presencia desagradable, personas que disfrutaban haciéndome daño.

Dia tras dia nos han repetido que tenemos que trabajar en equipo, que tenemos que integrarnos en el grupo, que hay que ser social, pero se olvidan de una cosa, esas cosas son de forma natural placeres, de forma natural no hace falta forzarse a relacionarse, por la sencilla razón que de forma natural nos relacionamos con las personas que nos son afines y eludimos las que no nos resultan atractivas o nos hacen daño; eso es lo natural, pero el hombre en su supina capacidad para hacer el jilipollas a niveles olímpicos ha decidido subvertir el orden natural en una maldita parodia, así que ahora estas forzado a relacionarte y ser majete con todo el mundo; al tiempo que del mismo modo aquellos que se aprovechan del resto tienen una venia casi ilimitada para putearte, tu por contra eres un bárbaro si te defiendes. Cosa que se puede resumir en una cita de Robert E. Howard:
Los hombres civilizados son mucho mas descortés que los salvajes, pues saben que pueden se maleducados (unos putos mierdas) sin peligro de que les partan el cráneo, como norma general.



Tras semejante cambio en mi mundo yo también empecé a cambiar, y no fue un cambio bonito, cada día era mas triste que el anterior, no digo que no me pasasen cosas buenas, pero la proporción de felicidad/desgracias que hasta entonces había sido de una casi absoluta felicidad pasó a tener esta en dosis cada vez mas escasas.

Y así llegó un tiempo con mi veintena cumplida en que yo había olvidado quien y como fui en el pasado, tal era el punto que no era capaz de reconocerme en mis viejas fotos de infancia, hay una diferencia entre saber que es tu mismo cuerpo el que aparece en esas fotos y ser capaz de ver algo de la persona de esa foto en la persona en la que te has convertido; en una situación como esa detestando aquello en lo que me había convertido encontraba un cierto alivio en la ebriedad, durante el tiempo que duraba ese estado me convertía en una persona que no detestaba.

Esa persona era una persona alegre, apasionada, sin dificultad para enseñar su cariño a sus seres amados, sin miedo de bailar, sin miedo de confiar, amigable, que no quedaba al borde de un ataque de pánico por intentar iniciar una conversación con desconocidos; esa persona tenía mis mismas virtudes y casi ninguno de mis defectos (aunque eso depende mucho de a quien preguntes). Un día me di cuenta de que no me trasformaba en otra persona, esa otra persona que afloraba en las condiciones adecuadas con las cantidades de alcohol adecuadas para tal fenomenología y (absolutamente inadecuadas en cualquier otro ámbito) era yo mismo.

Ese niño no había muerto, ese niño que yo creía desaparecido, muerto y enterrado seguía vivo, sigue vivo, tras una costra de tristeza y desengaño sigue vivo, esperando que le den una caricia, esperando a que le dejen jugar. Piensen en un callo, cuando una rozadura es continua el propio cuerpo endurece la zona para no sufrir mas heridas, tu yo original sigue en el mismo sitio, sigue siendo el mismo, pero cubierto por una dureza que en ocasiones duele pero que te preserva de mas dolor y sufrimiento.

Al principio ese niño solo podía hacerse oír a través de la sangre de Baco, pero cada vez puedo sentirlo mas; siento su pequeño corazoncito latir junto al pedazo de brea que bombea la sangre de mi yo actual, en ocasiones puedo alargar la mano y acariciarlo haciéndolo inmensamente feliz, puedo escuchar su cristalina risa cunado las amargas carcajadas de mi boca empiezan a extinguirse, puedo abrazarlo mientras leo las historias que me hacen soñar. Cada vez con mas frecuencia, cada vez con mas facilidad.

En mi caso el alcohol ha sido una medicina, una medicina que me ha descubierto el paradero de mi yo perdido, que me ha permitido re conectar con el. Ha sido una medicina peligrosa, sin cuidado bien pudiera haber caído en el mas degradante alcoholismo y tirar mi salud al garete; pero de entre mis escasas virtudes la precaución es una de ellas y posiblemente la mas fuerte, he tenido reglas muy muy estrictas, no tanto en las dosis, que necesito muy elevadas para cumplir mis fines, sino en la frecuencia de uso, digamos que a mas potentes los efectos de la bendición de Baco mas larga la espera para poder recibirla, por ejemplo:
-Una borrachera en la que adquiera un estado de ebriedad que afecte a mi equilibrio (curiosamente cuesta mucho que mi equilibrio se vea afectado por el alcohol) supone tres meses de abstinencia total.
-Una borrachera en la que falle mi propiocepción sobre estimando mis capacidades significará lo mismo que la anterior, aunque sea algo tan simple como fallar al hacer un juego de manos o una operación aritmética.
-Una borrachera en la que realice un acto del que me arrepienta significa que nunca mas beberé.
-Jamás beber estando de bajona so pena de lo mismo.

Y como estas otras muchas. Soy consciente de que el alcohol es muy peligroso, y para prevenir daños a mi mismo, a otras personas, y especialmente a mis seres amados, las reglas han de ser férreas y extremas.

Cada vez cada vez que me emborracho estoy mas cerca de ese niño, cada vez que lo hago estoy mas cerca de ser yo mismo, cada vez me hace menos falta para ser yo mismo, y, se que llegará un día en que pueda verme a mi mismo sin necesidad de mirar mi reflejo en el fondo de una copa, y lo sé porque cada vez deseo menos el licor.

Esta es mi experiencia, experiencia que relato inspirado e incitado por el reciente artículo del Hermano Verion. No pretendo incitar a nada, tampoco ser el guía de nadie, especialmente en materia de bebidas alcohólicas, el alcohol (y las drogas en general) es una droga que altera la química cerebral, variando como lo hace la química cerebral de las personas de una a otra varían también los efectos, en estos menesteres lo que a mi me funciona a ti puede que no, de hecho a ti puede hacerte justo lo contrario que a mi.





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