La mezquindad de las castas
11-6-2012 13:24
Tras algunas semanas rompo mi silencio impuesto por otras tareas relacionadas, como no podía ser de otra forma, con la Espada Negra.
Lo hago para hablar de una expresión de un defecto desagradable, como todos, pero especialmente nefasto en la percepción de mi persona, despertando en este sentido desprecio y desgana a partes iguales.
Como ya anticipo, se trata de la mezquindad. En términos tradicionales este defecto está asociado a la picardía, y se opone a la inocencia. Así pues sería el caso del comportamiento de una persona que se cree más capaz que las que la rodean, pero en verdad, al carecer de dichas capacidades, lo que hace es utilizar recursos dañinos para alcanzar sus intereses. También puede darse en el caso de una persona relativamente competente que quiera alcanzar más poder o atribuciones. En este sentido puede haber una cierta correlación con la arrogancia. Correlación, por otra parte, nada casual.
Se trata de un defecto activo cuyos efectos son terriblemente perniciosos para la sociedad. Tolerar la mezquindad produce un efecto en cadena a un sistema en el que la mezquindad es la forma de conseguir el éxito.
Aunque no me faltan ejemplos para citar la mezquindad y sus lamentables efectos, el que me parece más pernicioso es el de las castas sociales. Se trata de las estructuras grupales que tienen adquiridos una serie de derechos o ventajas que pueden administrar a su relativo antojo sin control exterior. Esto llega ya al nivel de peligrosidad extrema cuando el control de acceso a dichos grupos viene determinado precisamente como derecho por parte de los miembros establecidos de la casta. Este control de acceso puede tener en caso extremo como forma los derechos de nacimiento.
Estas castas autoengendradas provocan situaciones tan decepcionantes como que individuos faltos de personalidad lleguen incluso a imitar su comportamiento, incluyendo las partes más evidentemente defectuosas en un intento, fructuoso o no, de acceder a los beneficios de la casta. La situación que se produce es un ejemplo de mezquindad continuado e indeseable.
En mi situación de observador he tenido la desgracia de ver la existencia de muchas castas diferentes que exprimen a la sociedad desde una posición arraigada y muy difícil de arrancar. Pero precisamente esta dificultad de extracción facilita su enraizado y un arrancado aún más dificultoso y doloroso en el futuro.
No niego en absoluto la necesidad de grupos operativos o incluso de gobierno dentro de la ordenación social, pero sí creo que estos deben estar sujetos a una revisión externa, y sobre todo facilitar una forma de acceso clara y objetiva a fin de evitar el surgimiento de las mezquinas castas.