Ayer por la noche tuve la ocasión de jugar una partida de
fRáGiL. No lo hice en este caso como máster, como suele ser el caso, sino que el hermano Zoan ejerció como tal y tuve la libertad de seguir desarrollando a mi personaje preferido, Kailar, a quien quizá ya conozcáis por
el relato que incluye su nombre.
Aunque esta partida se jugó online, decidimos ejercerla sin emitir en absoluto porque queríamos dejarnos llevar y no sentirnos cohibidos en nuestras manifestaciones. Creo que dada la experiencia que vivimos, fue una elección sabia.
Yo he jugado mucho a fRáGiL. Más como máster que como jugador, pero en cualquier caso casi siempre ha sido con un tipo de grupo no demasiado veterano en este tipo de sistemas para así encontrar la necesaria simplificación en sus mecánicas.
No fue así en este caso pues nos juntamos varios miembros de la hermandad que sí conocemos muy bien el sistema, lo que condujo a una selección de personajes ya bastante profunda… y qué decir, estaban bastante grillados dentro del paradigma de este juego. Adicionalmente demostramos una gran iniciativa, pero no siempre de cara a solucionar los problemas de las escenas que planteaba el máster, sino para ocasionarnos problemas entre nosotros. Tanto es así que la partida requiere un apéndice para resolver la agresividad entre dos de los personajes.
Recuerdo que el máster preveía una partida de una hora u hora y media que se fue a más de tres horas. El planteamiento de la misma no era muy sofisticado: personas que escapan de un malísimo, enfrentamiento con el malísimo y sus secuaces, entiendo que quizá como introducción de un asalto posterior, ¿pero fue tan simple? ¡no! Los personajes son supervivientes de fRáGiL, así que todos tienen algo en la cabeza.
Kailar fue muy paranoica y y cuidadosa, y en el primer tercio de la partida ya había eliminado a uno de los pnj que probablemente hubiera sido de gran ayuda. Dillan era el líder de una horrible secta digna de aparecer como los “malísimos” de otra historia. Taxi parecía un vendedor de biblias que se obsesionaba con los números… en los peores momentos imaginables. Y bueno, Ellie era la peor porque no se sabía casi nada de ella, y no se supo hasta que al final de la misma atacó a Dilon.
Es posible jugar a fRáGiL con jugadores novatos que no tengan una experiencia del entorno y formen una piña rápidamente… pero también es posible encontrarse en una situación en la que los propios jugadores metan -casi inconscientemente- tanta chicha en la parrilla que la acción del máster se reduzca. En este caso la presencia de la partida de búsqueda de las personas inocentes (por cierto, hiperburros todos, no nos hicieron pedazos por suerte) casi era innecesaria, porque como se ve el grupo acabó totalmente disgregado.
Creo que en este sentido es un error valorar los encuentros o la dificultad en general de la partida. En este sentido puede tornarse completamente fácil o absurdamente imposible en función de las acciones de los personajes de los jugadores.
El aspecto más positivo de todo esto es que con que el máster de tres o cuatro pinceladas ya hay eventos y diversión para muchas horas. Los jugadores se encargan, con la personalidad tan excesiva y peculiar de sus personajes, de que surjan un montón de eventos gratuitamente. Y lo mejor de todo es que esas pinceladas iniciales se pueden obtener con el generador aleatorio y un poquitillo de imaginación.
En definitiva, creo que todos lo pasamos estupendamente, y estamos muy a la espera de la conclusión de las hostilidades entre Ellie y Dillan (que probablemente incluya un muerto), y desde luego seguir jugando partidas a este juego episódico en el que ningún personaje es imprescindible, y la supervivencia es tan compleja.
Creo que mi siguiente cita será el sábado, en cualquier caso, pero esta vez como máster en Arkania Juegos, en Madrid. Por si alguien quiere unirse.
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