Creo que todos y cada uno de los que vivimos en este país hemos tenido que hacer acopio de cierta paciencia con respecto a las entregas organizadas por los servicios de mensajería, ya sea el tradicional servicio de correos estatal (que no hay quien sepa cuánto de privado y cuánto de público es), o las extrañas empresas privadas que en teoría dan un servicio mucho más rápido, aunque claro, por más dinero.
Para mí el caso más sangrante me ocurrió con Seur. Estaba a la espera de entrega de unas piezas informáticas necesarias para el ejercicio de mi actividad profesional, y como eran tan urgentes, decidí esperar junto a la puerta, con una mesa y un portátil, escribiendo cosillas. Cuál fue mi sorpresa cuando a las 19 horas me llegó un correo electrónico informándome de que se acababan de pasar y que no estaba en casa.
Esto es una costumbre mucho más extendida entre los carteros del servicio de correos, que normalmente en cuanto ven que el paquete tiene cierto tamaño, redactan directamente el papelito amarillo de notificación, lo echan al buzón, y listo.
Ante este tipo de prácticas se suele generar cierto rechazo o incluso cierta indignación, pues es un hecho que hemos pagado por un servicio concreto y que nos sentimos personas con derechos que no se deben vulnerar por ninguna cuestión. Pero yo siempre he creído que existe una realidad que explica estas prácticas, así que he hecho un esfuerzo por mantener conversaciones con los trabajadores que hacen estas entregas para interesarme por sus condiciones, además de documentarme sobre el funcionamiento de las empresas de mensajería.
Y como no podía ser de otra forma en nuestro mundo, estas empresas son una maraña de subcontratas muy difíciles de trazar para un ciudadano medio como yo. Por lo tanto cuando hablamos de la mensajería no nos estamos refiriendo a un único sujeto que realice una administración milagrosa, sino de unos complicados procesos que pueden despertar muchos problemas.
Yo creo que un eslabón especialmente débil de este proceso son los que realizan las entregas al cliente final, o sea, los que van en la furgoneta de reparto. En esto hay dos categorías: los que son empleados de la empresa, y los que son autónomos. Y ambas situaciones son muy malas.
Pongámonos en la piel de uno que es empleado. Imaginemos un jefe que nos sobrecarga de trabajo, y que nos damos cuenta de que a las siete de la tarde, nuestra hora de salida, nos queda trabajo para tres horas. ¿Qué haríamos nosotros?, ¿sacrificar el tiempo libre junto a nuestras familias, amigos y hobbies, o pirarnos y dejarlo para el día siguiente? Yo personalmente intentaría organizar una huelga, pero supongo que por eso no soy empleado de nadie.
Pero imaginemos el caso del autónomo que tiene una furgoneta. ¿Sabéis que a ese sujeto se le puede llegar a pagar tan poco como céntimos de euro por una entrega? Al final es otra situación de semiesclavitud despertada por la reverenciada competencia de precios.
Yo creo que hoy en día realizamos nuestros envíos a un precio más que interesante, y podemos recibir compras de internet en la puerta de nuestras casas con una velocidad más que razonable incluso teniendo en cuenta los posibles retrasos. Y personalmente no lo considero ni medio razonable, porque estamos perjudicando mucho a personas que están en el eslabón débil de la sociedad: los trabajadores, además de implicar un constante gasto de combustible.
Tal y como yo lo veo, todo sería más razonable si utilizáramos puntos de entrega y no fuéramos tan señoritos de quererlo todo en la puerta de nuestras casas. Porque yo creo que parte del problema es que somos todos muy dignos, y parece que aceptemos estar bien puteados en nuestro trabajo pero luego puteamos al tendero, al transportista o al camarero.
El caso del servicio de correos tiene aún más sentido, desde mi punto de vista. De lo que he podido extraer, las acciones del citado servicio se hacen con una cantidad de personal muy recortada (algo acorde a los tiempos que vivimos), de forma que si estos optaran por entregar todos los paquetes, simplemente se haría un cuello de botella y el correo no se podría entregar de forma eficiente. Desde este punto de vista el modelo que realizan, de entregar la notificación, no solamente es comprensible, sino necesario y deseable. Hay que tener en cuenta que correos ha alcanzado acuerdos con empresas como aliexpress o gearbeast mediante los cuales se nos hacen entregas desde lugares tan alejados como China por céntimos de euro, algo muy deseable para nuestros bolsillos, pero complejo por el impacto social.
Así que yo creo que hay que tener un poco de paciencia, pero en realidad no es tanto una elección como una necesidad. Uno puede ser empático y colaborar con los servicios de mensajería, o puede cabrearse y culparlos generando estrés para todas las partes, pero aunque se haga de esa forma tampoco se va a lograr gran cosa, porque las cosas son como son.
Yo personalmente he optado por intentar organizarme un poco mejor: pido mis envíos con tiempo, e intento no estresarme si se retrasan un poco, además de que intento colaborar con los servicios de entrega notificando direcciones de entrega alternativas (con vecinos que nos hemos organizado), de forma que no tengan “entregas en falso”.
Y creo que esto es lo que tengo que decir.
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