Hermanos Juramentados de la Espada Negra
Una reflexión sobre rol y educación
7-8-2017 14:51
Por Verion
Me dispongo a compartir algunas reflexiones personales sin mayor ánimo que el de compartir experiencias con mis semejantes. Para mí es un asunto del que hablar desde una perspectiva bastante lejana porque de verdad que espero no tener nunca hijos. El motivo por el que tengo esta esperanza (negativa) es que a mí educar a una persona me da un pánico enorme porque no me siento capacitado para transmitir a otras personas las herramientas que le permitirán tener una buena vida, ni los principios morales para que estas enseñanzas no desconvoquen en daño para sus similares.

Ahora bien, me consta que existen unas cuantas iniciativas que tratan este tema de rol y educación. He intentado leer todas las que están a mi acceso para comprobar como resuelven la diatriba arriba citada, y otras tantas que a algunos nos preocupan de alguna forma.

En primer lugar creo que las puedo catalogar en tres tipos de publicaciones no disjuntas. La primera estrategia trata de utilizar los juegos de rol como una herramienta para enseñar a los jóvenes otros conocimientos. Es decir, que mediante una actividad que se supone que es divertida (el rol) se consigue introducir otros conocimientos.

Le veo fallos a esta forma de pensar. Por ejemplo, no creo que esté demostrado que los juegos de rol sean, de hecho, universalmente divertidos, así que nuestro esfuerzo puede verse truncado de base porque a los alumnos no les interese obrar de esta forma.

No obstante casi me preocupa más que con estos esfuerzos no se logre sino conseguir que los jóvenes asocien los juegos de rol a desagradables tareas escolares, de forma que más allá que inculcar un hobbie placentero se fomente cierto resquemor y la puerta a ciertos jugadores se cierre.

La segunda estrategia que creo identificar es la que busca más bien introducir el rol a los jóvenes desde una redacción muy especialista, supuestamente escrita por personas que entienden bien la psicología infantil o juvenil, y de esta forma conseguir un interés para que de hecho sean jugadores de rol.

Para estos juegos el propósito educativo es una consecuencia secundaria, o como mucho un argumento que de fuerza para conseguir el objetivo anterior.

De alguna forma comprendo este enfoque, pero a mí me parece absolutamente inadecuado porque en todos ellos he encontrado cierto tono demasiado paternalista y excesivamente protector que yo, personalmente, hubiera escupido cuando a los doce años empecé a darle a eso de los dragones y las mazmorras. Dicho de otra forma, basándome en la experiencia previa de la generación anterior, simplemente me parecen innecesarios. Volveré más tarde sobre este asunto.

En tercer lugar diría que están los juegos para niños que simplemente buscan llenar un nicho de mercado y por lo tanto embolsarse algunos dólares. El resto de objetivos se vuelven, pues, simplemente un hecho de conveniencia que puede funcionar mejor o no en función a la capacidad de sus creadores.

En ciertas ocasiones tengo la sensación de que estos juegos no persiguen tanto que los jóvenes jueguen, sino que los padres se lean los libros y les hagan partidas a sus hijos y las amistades de ambos. Bueno, a veces creo que más bien el propósito es que los padres compren los libros.

Tengo la sensación de que ninguna de las anteriores intenciones justifique en sí mismo ningún sistema, ni prácticamente ninguna publicación. Otra cosa sería un manual sobre rol y docencia, que también podría ser discutible en sus contenidos como cualquier manual de docencia.

El motivo por el que creo que no es necesario hacer nada especial para jóvenes es que los juegos de rol ya son en sí, salvo excepciones, suficientemente simples. El motivo es que sus funciones tienen que ser fáciles porque se repiten muchas veces a lo largo de una partida, y simplemente no nos podemos permitir estarnos todo el día haciendo cálculos o reproduciendo secuencias lógicas complejas.

De hecho los juegos a los que jugamos la mayoría durante nuestra juventud eran los únicos que había, y creo que las competencias en matemáticas o lenguaje no supusieron ninguna limitación de cara a hacernos la ficha de nuestro mago, vampiro, demonio, o lo que sea.

Desde esta perspectiva los esfuerzos de los juegos de rol editados con propósitos educativos podrían ser perniciosos porque los jóvenes no se van a encontraran con una experiencia rolera completa, sino con la reducción que los padres y educadores consideran adecuada.

Creo que el problema es que los educadores pueden subestimar la capacidad de aprender de los jóvenes porque estén empecinados en enseñarles algo que no les interesa, y en esta tónica se puede crear una posición de resistencia pasiva que implica una gran falta de interés que ciertos adultos pueden confundir con falta de inteligencia o recursos. Al llevar a los jóvenes a esta situación se podría crear un punto de resistencia a los juegos de rol, de forma que se perdiera parte del objetivo final.

Me permito en este punto señalar que hay videojuegos del tipo “e-sport” que llevan mucha delantera en esto, y que más allá de ofrecer interfaces intuitivas y tutoriales asequibles no se preocupan porque el jugador no entienda bien los números implicados. El que no entiende bien cómo es el daño o la función de su personaje en el “League of Legends” pierde, y la aprende rápidamente.

A lo que quería llegar antes, en parte, es que nos estamos enfrentando a un momento histórico de cierta importancia: la aparición de la primera generación cuyos padres son jugadores de rol. Desde este punto de vista podríamos preguntarnos: ¿es la condición de jugadores de rol hereditaria? Casi podría decirse que dentro de unos años habrán surgido experiencias al respecto y se empezará a hablar con algunas muestras no significativas en las redes sociales.


Como he escrito anteriormente en el artículo, no creo que yo tuviera una respuesta. Si tuviera hijos, me sentiría aterrado pensando en si querría inculcar en ellos la pasión por los juegos de rol cuando esta podría ser contraria en realidad a sus anhelos. Pero incluso aunque la respuesta fuera positiva, no sabría ni de lejos cuales serían las herramientas a utilizar. Y lo que es peor, si decidiera no obrar basándome en mi incapacidad para tomar una decisión, ¿no podría causar un perjuicio mayor como fruto de esta inacción?

Pero parte de la gravedad adicional reside en el constructo nada aclarado de lo que significa exactamente inculcar la pasión por los juegos de rol, porque como ya hemos visto, en poco se parece echar una partida narrativa de fate con comprender las facultades estratégicas de nuestro personaje para superar a unos enemigos concretos en la mazmorra de Imajid el eterno.

En este sentido parte del problema es que un jugador, joven o no, puede llegar a no disfrutar al rol (y no llegar a conocerlo) porque sus experiencias sean con grupos y juegos que no dan respuesta a sus necesidades. Este problema que no creo que afecte solo a jóvenes puede ser más complejo con ellos porque el debate ni se plantea, y especialmente si las publicaciones orientadas de esta forma proliferan.

Si vivo lo suficiente, observaré cuál es el resultado de estas cuestiones. ¿Serán roleros los hijos de roleros? En caso de que lo sean, ¿importará algo el estilo de rol de entrada? ¿O acaso la cantidad de jugadores se mantendrá estacionaria? Quizá lo más temible sea esto último, y que en realidad ni los esfuerzos de unos ni de otros tengan ninguna trascendencia ni puedan oponerse en absoluto a otras formas de entretenimiento con mejores métodos de publicidad, como el alcohol, otras drogas, el sexo, o los videojuegos “e-sport”.

Me despido por el momento, no sin antes citar una anécdota ciento por ciento real ocurrida a este que escribe. Se produjo en unas jornadas de rol cuyo nombre no citaré, en las cuales un joven de poco más de diez años pasó un rato mirando el manual de Espada Negra y sus publicaciones aledañas. Poco después se acercó su madre, quien miró con cara de horror el citado material y después realizó la pregunta que más temía:

"¿Pero esto es adecuado para alguien de su edad?"

Tuve que meditar mi respuesta. Le dije que yo no me sentía capacitado para decidir si era adecuado para alguien de su edad, pero que personas que sí se lo sentían habían dicho en el pasado que Espada Negra era solo adecuado para personas maduras, y que en cualquier caso la decisión recaía en ella como tutora legal.

La mujer dejó el libro con un gesto de repulsa y se preparó para marcharse del stand, pero el joven siguió mirando un poco más la portada.

Yo intuía que aquel joven no tenía mucho interés en Espada Negra, pero no porque salieran demonios deformes horribles que asustaran a su madre, sino porque era un libro de trescientas páginas cuya lectura no parecía motivarle en absoluto. Lo que también intuía era que aquel aventurero ya se había enfrentado a criaturas como aquella, pero no en la imaginación de los juegos de rol, sino en la mucho más evidente experiencia sensorial de los modernos videojuegos que tienen la astucia de contar con portadas mucho menos explícitas para que las madres no se asusten. Así que miré al chaval, y le dije:

-¿Qué? Buen boss, ¿no?

Él sonrió, asintió y se marchó.



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