Ignoro si el que lea este artículo estará al corriente de los hilos de discusión que se han abierto recientemente en los que algunos miembros de la hermandad han participado. Considero un poco improducente señalar sus direcciones ya que son muy largos y en algunos casos privados.
En algunos de ellos he escrito este “Homo hominis lupus est”, el hombre es el lobo del hombre. Es decir, que aquello más horrible que una persona puede recibir seguramente sea causado por otro hombre. Es un principio bastante pesimista con respecto a la realidad que me parece muy adecuado, y que probablemente no será nuevo para aquellos aficionados a Espada Negra, donde los mayores terrores de las personas son los defectos de otros.
La actividad humana ha conllevado hasta el momento grandes dosis de violencia contra otros humanos. Guerrras, genocidios, esclavitud, terrorismo, terrorismo de estado, y otra gran cantidad de maldades que creo que podemos ver reproducidas a pequeña escala en este “nuestro mundo del rol”.
No quiero en absoluto trivializar el sufrimiento de aquellas personas que han sufrido actos terribles que ponen en peligro la integridad física y mental, especialmente en países del tercer mundo. Sin duda estos están padeciendo los ataques de un gran lobo ante el que no pueden defenderse, y eso es terriblemente peor.
Aún así dentro de la ausencia de drama físico, estos actos localmente presentes tienen para mí un peso bastante grande por la tristeza de encontrar un mundo lleno de lobos, y entender de forma consciente que las personas como yo no tienen una gran cabida.
Homo hominis lupus est. Da igual cuanto luche uno contra este principio, porque es como funciona el hombre, e incluso es lo que el hombre desea. Y si no lo hace de forma consciente, entonces al menos es como se comporta, y contra eso no se puede luchar.
Yo sí he combatido a ser el lobo de otros. He podido causar mucho daño en el pasado, por ejemplo en aquella ocasión en al que hubo un ataque homófobo por la hermandad. Un miembro respetado de la comunidad de hecho tuvo un gran peso al aconsejar que no le hiciésemos el daño que en mi opinión se merecía, y la hermandad opinaba similar.
Es fácil que el hombre sea el lobo del hombre. Es muy difícil crear, pero es muy fácil destruir. Una persona puede dedicar toda su vida a crear una obra de arte, mientras que otra puede destruir su reputación con tan solo unas pocas frases mentirosas. De la misma forma, cuesta un esfuerzo enorme parir a un niño, alimentarlo, educarlo y lograr que simplemente sea un adulto cualquiera de la sociedad. Un lobo que quiera causar un daño mortal no necesita más que un instrumento al alcance de sus manos y la voluntad de acabar con su vida.
Pero el hombre no suele ser un lobo para el hombre por un interés personal, sino por el simple hecho de obtener un exiguo beneficio para sí. Si un hombre mata a otro para quitarle la cartera, habrá obtenido el escaso beneficio de un poco de dinero que llevara en el bolsillo, pero causa una gran destrucción en el otro lado.
Entonces, ¿qué busca mi lobo atacándome? ¿Busca su fama momentánea? ¿Busca satisfacer su ego durante un momento? No es natural esa necesidad de causar un daño, especialmente a una persona que no conoce.
Creo que no me queda más remedio que ser un lobo, como ellos. Luchar de otra forma es oponerme de una forma tan grande a la corriente humana que en ocasiones sentía que se me agotan las fuerzas y me invadía la falta de ánimo. Claro que puedo apartarme de la sociedad y vivir como un ermitaño, pero aún tengo algunas ideas que sí puedo llevar a cabo cambiando la forma de obrar. Para ver estos deseos cumplidos tengo que convertirme en un lobo para mucha gente.
No es algo difícil. Vencer sin escrúpulos es, en realidad, bastante más fácil. Simplemente hay que causar tantos daños que el enemigo deje de ser tal. Claro que uno puede hacerse daño a sí mismo en el proceso, pero si ya se lo van a hacer otros lobos, ¿qué más da?
Aún así no tengo la necesidad de causar en sí un daño en absoluto. En estas actitudes veo la pobreza de ánimo propia de aquellas personas que no solo no son capaces de hacer otra cosa que criticar, sino que además viven oprimidas en un trabajo que no les gusta y unas relaciones que no son buenas. Es algo muy común en esta sociedad, pero además, estos lobos que no tienen remilgos y que atacan en manada suelen ser lobos hambrientos que en definitiva se alimentan de cualquier cosa y que no están en forma. En definitiva, estoy prácticamente seguro de que dentro de unos años estaré sentado observando, y seré consciente de que las malas costumbres han acortado su vida y nadie los recuerda. Entonces, como lobo que soy, sonreiré, sabiendo que mi rencor es el único lugar en el que siguen vivos.
Y aunque yo mismo muera en un accidente o por mi propia mano, creo que habrá otros lobos que mirarán y reirán. Me refiero a los miembros de la hermandad, una orden creciente y que se renueva, y que sé que mucho después de que yo no esté presente seguirán adelante y recordarán constantemente, para la alegría de unos y la desgracia de otros, que existe otra forma de hacer las cosas, compartiendo en lugar de guardar, sin ánimo de lucro ni otro que el de encontrar a personas afines con las que disfrutar.
Soy un lobo grande, viejo y lleno de cicatrices. No esperarán que me meta en riñas de niños.
Entradas similares: