Hermanos Juramentados de la Espada Negra
La vuelta a el Assad
14-12-2015 17:55
Por Verion
Este sábado jugué la partida más grande de mi vida, pero no fue la única partida que jugué. El viernes comenzó la segunda temporada de "El imperio en ruinas", y creo que está muy interesante. Allá va el relato.

Nelk volvió a leer la carta de su vieja amiga, y casi pudo imaginarse su voz diciendo aquellas palabras. Era algo que había echado de menos los últimos años, y que de alguna forma le animaba, aunque también le recordaba demasiado a los días de la isla del caminante negro y la experiencia que la había cambiado, seguramente para siempre. Desde luego ya no soportaba el contacto de nadie, y lo más cerca que había estado con alguien era a la distancia del metal de una espada. Eso sí seguía gustándole.

-Así que Jebertep nos necesita -dijo para sí misma-. No es que tenga muchas ganas de nada, pero si tengo una ocasión de hablar con él… podría decirle un par de cosas. Y ver a Dafne tampoco estará mal.


Nelk sabía que ya era malo ser buscada en Harrassia como para que encima la buscaran en Dormenia, aunque en ambos lugares era dos personas bastante diferentes. La vieja Nelk, la Najshet, era una furia con la palabra “culpable” tatuada en la frente. La nueva Hrist, la dormenia, tenía tres años de pelo que cortaba convenientemente para que le tapara el tatuaje. Solo tenía que tener cuidado de qué identidad usar en cada lugar. Y no se le daba mal esconderse,encontrar una mentira conveniente, o parecer otra cosa que no era ella misma.


-Y además las cosas en Dormenia están un poco calientes -añadió para sí misma. Donde ella se encontraba se estaba en paz, pero la invasión eridia del sur parecía crear un clima de desconfianza que no le favorecía. De hecho ni se molestó en intentar coger un barco, sino que caminó día tras día por los caminos embarrados, hasta que ya en Harrassia tomó un barco para acceder a la sección más oriental.


Ya libre del cansancio de caminar y de preocuparse por sobrevivir, invirtió gran cantidad de tiempo en meditar y concentrarse en la nada que había aprendido del insignificante. Esto le permitía que no tuviera sueños, lo cual agradecía. Y así los días se fueron fundiendo uno tras otro, hasta que ya desembarcando en el Assad se confirmó el estado de nervios que ya se anticipaba en el barco. La guerra parecía tener consecuencias en ese lugar recóndito del mundo. Quizá por eso les reclamaba Jebertep. Sabía que no tendría demasiadas dificultades en enterarse, y con esa intención se dirigió hacia la casa de Dafne. No le sorprendió descubrir que tenía tres hijos, llamados Msfu, Naiket y Iaiara, y que se repartía las tareas del hogar con su esposo Kadamu.


Se saludaron con cierta afectividad, y pudo ver a Sohaila, quien seguía postrada en una cama, como la recordaba, o quizá un poco mejor. Al menos parecía sonreír cuando le acariciaba la cara. Ella se sentó en el suelo, a su lado.


-Espero que estés mejor, Sohaila. Yo he estado en Dormenia recuperando algunas de las reliquias que la casa Agamanat vendía a dormenios. Lo hago también por ti, por limpiar tus malas acciones del pasado, a ver si eso te ayuda de alguna forma. Tuve un sueño en el que apareció una furia enviada por Liana que me ofreció poder si me ponía de su lado y le ayudaba con unas cosas aquí en la bola de heces. Es algo muy raro, porque desde que conocimos al insignificante aprendí como evitar los sueños, y lo hago todas las noches antes de dormirme… así que creo que tiene algún significado. Pero no sé qué hacer, Liana y Taharda han contactado conmigo y me han hecho entender que se van a enfrentar y me han reclamado que esté de su parte en contra de la otra y… eso puede dividir al Najshet. Puede dividirnos a nosotros mismos.


Nelk sintió la mano de Dafne en su hombro. Sabia que si no dio un respingo para apartarse era porque la había visto acercarse y se había contenido. Y aún así le costaba.

-Vamos a comer, Nelk. Podremos tratar de estos asuntos con calma.
Nelk no podía dejar de pensar que Dafne era una buena persona, una mucho mejor que ella misma. Casada con Kadamu y con tres hijos, y cuidando de Sohaila, sin duda ella había superado su pasado, pero también parecía que en cierta forma también le había dado la espalda. Y viendo a aquellos niños normales se sentía totalmente ajena a esa situación, recordaba lo que había hecho en Dormenia. Esa deliciosa comida sin duda era algo que ella, como monstruo asesino del más allá nunca merecería.

-Maté a Tadeus Trilbanson, era el que compraba los tesoros de nuestros dioses -dijo, con el plato a medias-. Tenía una mujer que no sabía nada del asunto, pero se beneficiaba del dinero de Tadeus, así que también la maté. Y tenía tres hijos pequeños que en realidad no tenían edad para entender nada, y también los maté. No por nada, sino porque el resto de ricos dormenios tuvieran muy claro que no pueden violar a nuestra cultura. Sé que es algo muy duro, pero creo que a la larga será bueno.
Nelk sabía que no debía haber dicho eso. Ya nadie estaba comiendo.

-Mejor me llevo a los chicos -propuso Kadamu-. Creo que vosotras tenéis mucho de lo que hablar.

Ella siguió comiendo. La comida estaba sosa, tenía ganas de salarla con sus lágrimas, pero se contuvo; no quería parecer arrepentida.

-¿Por qué lo has hecho? -preguntó Dafne, disgustada.

-Sé que es una crueldad, pero es bueno…

-¿No podías habérmelo dicho en otro momento?

-¿Es que tengo que mostrar vergüenza de ser la única que protege a nuestro pueblo? ¡Esto sigue siendo la misma mierda de siempre! Se premia al que finge que no pasa nada, y a mí que…

-¿Crees que he estado sentada aquí sentada pariendo hijos?

-Sentada no. ¡Tú también estuviste en la torre del caminante negro! ¿Algo tiene que cambiar por eso, no?

-Llevo tres años buscando una cura para Sohaila. Salgo de mi casa y viajo mucho más de lo que querría. He hecho avances, y yo también he tenido un sueño. He hecho lo posible por estar bien, por salir adelante, pero también he hecho lo mío. Eres tú quien ha hecho todo lo posible por desaparecer.

Se levantó y se acercó a la ventana.

-He estado muy ocupada asesinando a dormenios.

-¿Tanto como para no poder ni siquiera decir que estabas bien en tres años?

-¡Sí! He matado a un maldito noble dormenio y toda su familia, me ha llevado muchísimo esfuerzo.

-Pero no has perdido tiempo para ir a ver a tu nueva amiguita.

-Ah, Otboru -dijo ella.

-Sí.

Nelk había de reconocer que ahí la había pillado. Otboru era una de las furias que habían rescatado en la torre, una especialmente guapa y ciertamente talentosa en todo lo que ella era torpe. Le habría gustado decir que había podido acostarse con ella. Lo intentaba, pero simplemente con estar cerca… era uno de los motivos por los que siempre estaba lejos.

-Pues si sabes que iba para allá es que sabías cómo estaba.

-¿Y eso es todo? -preguntó Dafne.

Nelk habría querido decirle que ella le recordaba a la torre, que cualquier relación le recordaba a la torre, que la mayor parte del tiempo necesitaba estar sola.

-No -dijo-. Eres tú quien me hizo llegar un mensaje. Creo que Jebertep quería algo de nosotros.

-En ese caso tendremos que partir hacia Harrassia -concluyó Dafne, enfadada.
Nelk se sintió molesta por haber provocado aquella discusión, pero en cualquier caso tampoco duró demasiado. Un viaje demasiado largo, y demasiado tiempo separadas calmó los ánimos, y aunque no se volvió a tratar el tema, casi una semana de viaje hizo evidente que podían volver a trabajar juntas, y que aunque había algo que ya nunca sería lo mismo, también había cosas que las unían.


Lo que sí era evidente era que habían cambiado mucho. Afrontaban los problemas de una forma muy diferente. Peleaban menos, y rendían más. Sabían imponerse con facilidad, y estar en el lugar adecuado en el momento adecuado.


El mundo también había cambiado. Era la primera vez que veía las puertas de Harrassia cerradas, y de hecho les costó cierto esfuerzo que les permitieran entrar, aunque una vez dentro fue cosa de tiempo que estuvieran en la presencia del viejo Jebertep. Al guardia parecía que los años se le echaban encima.


-Hay una gran crisis en estos momentos -dijo este-. Por desgracia es difícil encontrar personas leales. Lo que me lleva a la primera de mis cuestiones. ¿Dónde está Msrah?
En realidad Nelk pensaba que esa era la cuestión más importante de todas. Por lo visto Msrah había estado progresando en un nuevo templo al norte de Malauf. Ese era, en parte, el miedo que ella tenía. Sospechaba, de hecho, que también sería el de Dafne. ¿El conflicto entre Liana y Taharda los afectaría a ellos mismos? Costaba creerlo, pero, ¿por qué no estaba Msrah en aquella reunión?


-No ha podido venir -dijo ella.


El jefe de la guardia simplemente enarcó una ceja.


-Vuestro papel como defensores del Najshet acaba de cambiar. El ejército del valle necesita un liderazgo lealista. Con este propósito Dafne ostentará el título de guardián del Najshet, y podrá llevar capa roja con símbolo tradicional. Enhorabuena, guardián.

-No tengo talento militar -observó Dafne-. Soy una persona que sabe defender a una persona, pero no soy oficial.

-En el valle os encontraréis con Anubi, general operativo del ejército, quien habrá de obedeceros.


-Entiendo el papel de Dafne en esto -dijo ella-. ¿Pero cuál será el mío?

-Aportarás fuerza a la situación.

-Sin ningún rango real.

-¿Quieres rango? -preguntó el guardia.

Nelk ordenó sus pensamientos. No le gustaban las conversaciones rápidas. Siempre salía perdiendo de ellas.

-Hace tres años, señor, se pidió ayuda para defender el templo de Hampatuf. Todo lo que recibimos fue un… fue un… mensaje que decía que no podía hacer nada. Señor, cuando combatimos en la arena y en la torre del caminante negro tuve la sensación de que éramos los únicos dispuestos a hacer algo por el Najshet.

-¡¿Crees que yo quiero estar aquí?! -estalló el guardia-. ¡Hubiera dado mi alma por poder combatir mano a mano! ¡Pero no puedo! ¡¡NO PUEDO!! -le gritó.

-Yo apenas me acuerdo de lo que es ser Najshet -replicó ella-. He estado tanto tiempo en Dormenia que…

-¿Y qué hiciste en Dormenia, Nelk? -le preguntó el guardia.

-Ahora ya no me llamo Nelk. Ahora soy Hrist.

-¿Y qué hiciste en Dormenia? ¿Estuviste haciendo dinero? ¿O hiciste algo por el Najshet? Hiciste algo por el Najshet, ¿a que sí? Pues sigue cumpliendo con el Najshet ahora, y haz tu parte.

Nelk se sintió furiosa. Tenía ganas de decapitar a aquel guardia, pero era una de las pocas personas leales que quedaban.

-Cuando el hermano de Kadhaj murió quedaría un vacío de poder en el templo de las furias, aquí en Harrassia. Quiero ocuparlo.

-Imposible. Eres necesaria en el ejército del valle.

-Cuando vuelva lo ocuparé. Mientras tanto me llevaré ochenta furias que serán las furias de Hrist.

El capitán pareció pensar en aquello.

-Se puede hacer. Pero si quieres combatir con ellas, te recomiendo que no las hagas pelear con furias.

-No soy estúpida, señor. He aprendido algunas cosas.

No fue necesario decir nada más. Entre lealistas como ellos las cosas estaban normalmente demasiado claras, y no hacía falta decir lo que cada uno hecho. Nelk tenía la sensación, no obstante, de que Jebertep le había dicho, de alguna forma, que quizá necesitaría de sus habilidades como asesina, y sin duda estaría dispuesta a entregárselo, pero de nuevo en marcha, con el nuevo guardián del Najshet, y acompañadas por casi cien furias no del todo bien equipadas, los pensamientos no iban por ahí. Y aunque sabía que deberían centrarse en su presente inmediato, Nelk no paraba de pensar en Msrah, y estaba convencida de que Dafne dedicaba también temía a su viejo señor, y al posible encuentro que tuvieran en el futuro.

En cualquier caso Nelk se decía a sí misma que Dafne tenía un aspecto envidiable. La edad había terminado de confirmar una talla excepcional en una mujer, y la capa del guardián terminaba de conferirle un aspecto de autoridad que garantizó que, de hecho, el oficial del ejército del valle reconociera su autoridad. Se trataba de Anibu, un hombre de cierto tamaño que mantenía su espalda totalmente recta pese a la edad. Nelk no podía dejar de pensar que esas tropas estaban demasiado limpias, demasiado saludables.

-Es curioso -dijo durante la presentación-. Toda esta gente es a la que intentamos llamar para convocar para defender el templo de Hampatuf, pero no apareció ninguno. Me pregunto si tienen alguna experiencia en combate.

Anubi no pareció entender.

-Sí, claro, hemos defendido varios templos en el pasado, incluyendo la tumba de Najshet XVII y…

-Lo que me pregunto es si alguien de aquí tiene un mínimo de valor -cortó ella.

-¿Cómo? -preguntó Anubi. Ya parecía empezar a entender.

-Que me pregunto si sabes manejar ese mandoble de sacrificios, o lo llevas solo para impresionar.

-¿Quieres que combatamos? -preguntó el oficial, más tenso.

Ella se alejó unos pasos y sacó sus dos espadas. Le molestaba pelear contra esas armas grandes y peligrosas, pero se sentía razonablemente segura de poder esquivar su trayectoria. Lo vencería y lo humillaría, y después se enfrentaría al siguiente hombre, y cuando lo hiciera, pelearía con otro más, y así hasta demostrarles que tenían que tomárselo en serio. Así afianzaría el liderazgo de Dafne sobre ellos, y el suyo mismo frente a sus furias.

Pero apenas empezado el combate fue consciente en un solo momento, de que se había equivocado. Supo perfectamente por qué se había equivocado, pero no pudo hacer nada por remediarlo. El mandoble de Anubi entró perfectamente por su guardia y en su propia carne. Salió despedida e intentó incorporarse, pero ni una sola parte de su cuerpo reaccionaba. La sangre le entró en sus ojos y en la boca. Intentó toser, pero no pudo.

Cerró los ojos.

-Así que esto es la muerte -pensó.

Y como siempre, unas notas.
  • En verdad me parece que el concepto de conflicto interno del grupo puede dar un cariz increíble a esta campaña. Tengo auténtico respeto por esta situación, y creo que puede dar lugar a muchísimo juego.
  • Pensé en hacer un relato más corto, centrando en las cuestiones más paradigmáticas, pero finalmente me he extendido bastante. Faltan detalles, como que las carsij se mueven, y ese tipo de cosas.
  • Esto interfiere directamente con las historias de las novelas. Voy a hacer un esfuerzo consciente por no hacer spoiler, así que los asuntos bélicos de fondo seguramente los trate de una forma un poco absracta.
  • En el combate, jugué muy mal. Elegí un primer turno un poco nefasto, pensando que podría llegar al segundo, pero en la esquiva saqué cero aciertos, y en quitar el daño cero aciertos también. El maldito Anubi consiguió doce de daño en carne. Terrible.


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